domingo, 18 de septiembre de 2011

XVII. AGROECOLOGÍA. BASES CIENTIFICAS PARA UNA AGRICULTURA SUSTENTABLE. CAPITULO XVII. MIGUEL ALTIERI


Quinta parte Mirando al futuro

Capítulo 17

Hacia una agricultura sustentable

Los problemas de la agricultura moderna

Los dramáticos aumentos en la productividad de los cultivos en la agricultura moderna, han sido acompañados en muchos casos por degradación ambiental, (erosión del suelo, contaminación por plaguicidas, salinización), problemas sociales (eliminación del predio familiar; concentración de la tierra, los recursos y la producción; crecimiento de la agroindustria y su dominio sobre la producción agrícola; cambio en los patrones de migración rural/urbana) y uso excesivo de los recursos naturales.

Recientemente la agricultura se ha visto sometida en forma creciente a las restricciones de los precios inflacionarios del petróleo.

Los problemas de la agricultura moderna pueden ser aun más difíciles cuando la tecnología occidental convencional, desarrollada en específicas condiciones ecológicas y socioeconómicas, se aplica a países en desarrollo, como es el caso de algunos programas de la Revolución Verde (Capítulo 4).

La agricultura moderna se ha vuelto sumamente compleja, con ganancias en el rendimiento de los cultivos que dependen del manejo intensivo y de la disponibilidad ininterrumpida de los recursos y la energía suplementaria. Este libro se basa en la premisa de que el enfoque convencional no se adecua a una era con problemas ambientales y energéticos, sino que enfatiza la necesidad del progreso hacia una agricultura auto-suficiente, económicamente viable, energeticamente eficiente, conservadora de los recursos y socialmente aceptable.

La comprensión de los sistemas agrícolas tradicionales puede revelar importantes claves ecológicas, para el desarrollo de la producción alternativa y los sistemas de manejo en los países industriales y en desarrollo.

El desafío de la investigación de la agricultura sustentable será el de aprender a compartir innovaciones y discernimientos entre los países industriales y los en via de desarrollo finalizando la transferencia tecnológica en un sólo sentido; desde el mundo industrial hacia el Tercer Mundo. Este intercambio debe ser parejo, especialmente en el área de la biotecnología, que depende principalmente de la disponibilidad de la diversidad genética de los cultivos, mucha de la cual aún se preserva en los agroecosistemas tradicionales. No resulta apropiado para los mejoradores de plantas de los países industrializados tener un acceso libre al germoplasma nativo en los agroecosistemas tradicionales sin compensar a los países del Tercer Mundo.

En efecto, la búsqueda de modelos agrícolas sustentables tendrá que combinar elementos del conocimiento científico tradicional y moderno. La complementación del uso de insumos y variedades convencionales con tecnologías tradicionales asegurará una producción agrícola más permisible y sustentable. En los E.E.U.U. y en otros países industrializados, la adopción de este enfoque requerirá de ajustes importantes en la estructura del capital intensivo de la agricultura. En los países en desarrollo también se requerirá cambios estructurales, principalmente para corregir desigualdades en la distribución de recursos, pero además se necesitará que los gobiernos reconozcan el conocimiento de los campesinos como un importante recurso natural.

El desafío será entonces el de aumentar al máximo el uso de este recurso en las estrategias de desarrollo agrícola autónomo.

Cuando se examinan los problemas que confrontan el desarrollo y la adopción de agroecosistemas sustentables, resulta imposible separar los problemas biológicos de la práctica de la agricultura «ecológica» de los problemas socioeconómicos, del crédito inadecuado, la tecnología, la educación, el apoyo político y el acceso al servicio público. Las complicaciones sociales y los prejuicios políticos más que los problemas técnicos, son probablemente las mayores barreras para cualquier transición desde sistemas productivos de gran capital/energía a sistemas agrícolas consumidores de poca energía y de una intensa mano de obra.

Una estrategia para lograr una productividad agrícola sustentable tendrá que hacer mucho más que simplemente modificar las técnicas tradicionales. Una estrategia exitosa será el resultado de enfoques novedosos para diseñar agroecosistemas que integren el manejo con la base de recursos regionales y que operen dentro del marco existente de condiciones ambientales y socioeconómicas (Loucks 1977). Las selecciones tendrán que basarse en la interacción de factores como: especies de cultivos, rotaciones, espaciamento en hileras, nutrientes y humedad del suelo, temperatura, plagas, cosecha y otros procedimientos agronómicos; además tendrán que acomodarse a la necesidad de conservar la energía y los recursos, de proteger la calidad del medioambiente, la salud pública y el desarrollo socioeconómico equitativo.

Estos sistemas deben contribuir al desarrollo rural y a la igualdad social. Para que esto suceda, los mecanismos políticos deben incentivar la substitución de mano de obra por capital, reducir los niveles de mecanización y el tamaño del predio, diversificar la producción agrícola y hacer hincapié en las empresas controladas por los trabajadores y/o la participación de los agricultores en el proceso de desarrollo. Las reformas sociales que aparecen en estas líneas tienen los beneficios adicionales de aumentar el empleo y reducir la dependencia de los agricultores con el gobierno, el crédito y la industria (Levins 1973).

Obviamente estos cambios propuestos pueden generar un conflicto con la visión capitalista o neoliberal del desarrollo agrícola moderno. Se puede afirmar que, por ejemplo, una mayor mecanización reduce los costos de producción o resulta necesaria en zonas donde la mano de obra requerida no está disponible, y que además la producción diversificada crea problemas de mecanización. Otra preocupación es que si la tecnología sustentable, para fines de este siglo, será capaz de alimentar a dos mil millones de personas más. Cada una de estas críticas pueden ser válidas si se analizan dentro del marco socioeconómico común. Sin embargo, éstas son menos válidas si se reconoce que los agroecosistemas sustentables representan cambios profundos que podrían tener importantes implicanciones sociales y políticas. Aquí se sostiene que la mayoría de los problemas presentes y futuros de desnutrición y hambre se deben más a patrones de distribución de alimentos y poco acceso a éstos debido a la pobreza, más que a los límites agrícolas o al tipo de tecnología utilizada en la producción de alimentos.

Biodiversidad: la clave para operar agroecosistemas sustentables

Como se ha subrayado en este libro, una estrategia clave en una agricultura sustentable es restituir la diversidad agrícola de los paisajes agrícolas. Un problema crítico  en la agricultura moderna es la pérdida de biodiversidad, la que llega a su máximo en forma de monocultivos agrícolas. De hecho, la agricultura moderna es terriblemente dependiente de una serie de variedades de sus cultivos principales. Por ejemplo, en los E.E.U.U. el 60% - 70% de los acres sembrados con frijoles poseen dos o tres variedades de frijoles, el 72% de los acres de papas están sembrados con cuatro variedades y el 53% de las siembras de algodón con tres variedades (National Academy of Sciences 1972).

Los investigadores han advertido en reiteradas ocasiones acerca de la extrema vulnerabilidad que tiene la uniformidad genética. En ninguna parte son más evidentes las consecuencias de la reducción de la biodiversidad que en el ámbito del manejo de las plagas agrícolas. La inestabilidad del agroecosistema se manifiesta a medida que se agravan los problemas con plagas de insectos ya que la mayoría se relacionan cada vez más con la expansión de monocultivos a expensas de la vegetación natural, con lo cual se disminuye la diversidad del hábitat local (Altieri y Letourneau 1982, Flint y Roberts 1988). Las comunidades de plantas que se modifican para satisfacer las necesidades especiales de los seres humanos están sujetas a los fuertes daños de las plagas y, generalmente, mientras más intensamente se modifican dichas comunidades, más abundantes y graves son las plagas.

Por lo tanto, una de las razones más importantes para mantener, restituir y/o aumentar la biodiversidad en los agroecosistemas es que esta, presta una variedad de servicios ecológicos. Los ejemplos incluyen el reciclaje de nutrientes, el control de microclimas locales, la regulación de procesos hidrológicos locales, la regulación de la abundancia de organismos indeseables y la destoxificación de sustancias químicas nocivas. Estos procesos de renovación y los servicios del ecosistema son principalmente biológicos, por lo tanto, su persistencia depende de la mantención de la diversidad biológica (Figura 17.1). Cuando se pierden estos servicios naturales, debido a la simplificación biológica, los costos económicos y ambientales pueden ser bastante significativos. Económicamente, los costos agrícolas incluyen la necesidad de proveer cultivos con costosos insumos externos, puesto que los agroecosistemas que carecen de los componentes básicos reguladores de las funciones, no tienen la capacidad de garantizar la fertilidad de su propio suelo y la regulación de las plagas. A menudo, los costos involucran una reducción en la calidad de vida debido a una disminución en la calidad del suelo, agua y alimento al ocurrir contaminación con pesticidas y/o nitratos.

En los agroecosistemas modernos, las pruebas experimentales sugieren que la biodiversidad se puede usar para el manejo mejorado de las plagas (Andow 1991).

Varios estudios han demostrado que es posible estabilizar las comunidades de insectos de los agroecosistemas, mediante la construcción de arquitecturas vegetales que sostengan poblaciones de enemigos naturales o que tengan efectos disuasivos directos sobre las plagas herbívoras.

En los países en desarrollo se puede utilizar la biodiversidad para ayudar a la gran cantidad de agricultores pobres en recursos, en su mayoría, de zonas de secano, laderas y suelos marginales, para que logren una autosuficiencia alimentaria durante todo el año, reduzcan su dependencia de insumos agrícolas químicos, caros y escasos y desarrollen sistemas de producción que reconstruyan las capacidades productivas de sus pequeñas propiedades (Altieri 1987). Técnicamente, este enfoque consiste en diseñar sistemas de uso múltiple, haciendo hincapié en la protección de los cultivos y el suelo, además de obtener un mejoramiento en la fertilidad del suelo y la protección de éste último mediante la integración de árboles, animales y cultivos. Como se ve en la Figura 17.2 existen diferentes opciones para diversificar los sistemas de cultivo, dependiendo de si los actuales sistemas de monocultivo a modificar están basados en cultivos anuales o perennes. La diversificación también puede ocurrir fuera del predio, por ejemplo, en los linderos de los campos de cultivos con barreras rompevientos, cinturones de protección y cercos vivos, que pueden mejorar el hábitat para la vida silvestre y los insectos benéficos, proporcionar fuentes de madera, materia orgánica, recursos para polinizadores, y además modificar la velocidad del viento y el microclima (Altieri y Letourneau 1982).

 


Los ejemplos de programas de desarrollo rural en América Latina indican que la mantención y/o mejoramiento de la biodiversidad en los agroecosistemas tradicionales representa una estrategia que asegura distintas dietas y fuentes de ingresos, producción estable, riesgo mínimo, producción intensiva con recursos limitados y retorno máximos bajo niveles inferiores de tecnología dentro de estos sistemas; la complementariedad de las empresas agrícolas reduce la necesidad de insumos externos.

La correcta interacción espacial y temporal y sinergismos garantizan los rendimientos y la conservación de los recursos.

Los objetivos y necesidades de la agricultura sustentable

La problemática principal de la agricultura sustentable no es lograr el rendimiento máximo, sino más bien lograr una estabilización a largo plazo. El desarrollo de agroecosistemas en pequeña escala, viables económicamente, diversificados y autosuficientes proviene de nuevos diseños de sistemas de cultivo y/o ganado, que se manejan con tecnologías adaptadas a los ambientes locales que se encuentran dentro de los recursos de los agricultores. Se deberían tomar en consideración la conservación de la energía y los recursos, la calidad ambiental, la salud pública y el desarrollo socioeconómico equitativo, con el fin de tomar decisiones sobre las especies de cultivos, las rotaciones, el espaciamiento en hileras, la fertilización, el control de las plagas y la cosecha. Desde el punto de vista del manejo, los componentes básicos de un agroecosistema sustentable incluyen:
1. Cubierta vegetal como una medida eficaz de conservación del suelo y el agua, lograda mediante el uso de prácticas de no labranza, agricultura basada en el mulch, uso de cultivos de cobertura, etc.
2. Suministro regular de materia orgánica mediante la adición continua de la misma (abono, compost) y el fomento de la actividad biótica del suelo.
3. Mecanismos de reciclaje de nutrientes mediante el uso de rotaciones de cultivos, sistemas combinados de cultivo/ganado, agroforestería y sistemas de cultivos intercalados basados en las leguminosas, etc.
4. Regulación de las plagas, asegurada por el aumento de la actividad de los agentes de control biológico, obtenidos mediante manipulaciones biodiversas, y la introducción y/o conservación de los enemigos naturales.
5. Aumento del control biológico de las plagas por medio de la diversificación.
6. Aumento de la capacidad de uso múltiple del paisaje.
7. Producción sostenida de cultivos sin el uso de insumos químicos que degraden el medioambiente.

 


Los componentes anteriores se organizan en un estrategia que destaca la conservación y el manejo de recursos agrícolas locales siguiendo una metodología de desarrollo que pone énfasis en la participación, el conocimiento tradicional y la adaptación a las condiciones locales (Tabla 17.1).

Dentro de la estructura del enfoque agroecológico participativo se definen objetivos económicos, sociales y ambientales mediante la comunidad local, y se ponen en práctica tecnologías de bajos insumos para armonizar el crecimiento económico, la equidad social y la preservación ambiental (Figura 17.3). Por último, además del desarrollo y la difusión de tecnologías agroecológicas, la motivación de una agricultura sustentable requiere de cambios en las agendas de investigación, las políticas agrarias y los sistemas económicos, incluyendo mercados y precios justos, como también de incentivos gubernamentales (Figura 17.4).

La transición hacia una agricultura sustentable

La estructura de la agricultura empresarial y la organización de la investigación agrícola (que enfoca los problemas a corto plazo y las muchas modificaciones de la tecnología existente), evita que las recomendaciones de la investigación ecológica sean incorporadas a los sistemas de manejo agrícola (Buttell 1980a). Resulta obvio que las empresas agrícolas no invertirán en tecnología sustentable en las que las ganancias no se pueden obtener inmediatamente.









De hecho, el énfasis en rendimientos mayores continúa y durante la década de 1980 este enfoque altamente tecnificado se ilustra por la promoción a gran escala de la biotecnología, reclamada como la nueva panacea tecnológica que puede evi tar la poca productividad, particularmente en la agricultura del Tercer Mundo (Barton y Brill 1983). Se afirma que la cultura de células y tejidos podría usarse inmediatamente para acelerar la producción de variedades de cultivos resistentes a las enfermedades y tolerantes a las sequías. La transplantación de embriones ofrece la posibilidad de obtener especies de ganado mejoradas. Así, los que la proponen sostienen que las tecnologías de ingeniería genética pueden proporcionar rápidamente materiales vegetales adaptables a la mayoría de las zonas en el mundo, incluyendo tierras marginales.






Un dilema importante para quienes buscan el desarrollo, será cómo transferir y adaptar la biotecnología a las condiciones políticas, económicas y sociales que prevalecen en los países en desarrollo. Dada la actual situación económica en estos países, resulta razonable esperar que las tecnologías promovidas en países en desarrollo agobiados por las deudas, puede no ser las más adecuadas a los ambientes económicos y ecológicos locales, sino que más bien atractivas para los grandes mercados de las naciones industriales (Kenney y Buttel 1984, Hansen et al. 1984).

A medida que la utilización de esta tecnología aumenta, las reglamentaciones tendrán que surgir para proteger al público de los problemas ambientales y de salud que pueden originarse por la liberación de organismos obtenidos genéticamente (Brill 1985). Existe cierta preocupación en cuanto a que las pruebas o aplicaciones podrían llevar a una «liberación ecológica» de la regulación biótica de los propios organismos concebidos genéticamente u otra biota en el mismo hábitat. Las burocracias del Tercer Mundo a menudo son lentas o ineficientes en el refuerzo de la seguridad, situación explotada por muchas empresas transnacionales para comercializar sus productos, los cuales están prohibidos de venderse en los países desarrollados.

A pesar de que quienes proponen la biotecnología sostienen que las plantas que ellos producen pueden ser resistentes a muchas plagas y capaces de prosperar en suelos pobres en nutrientes (disminuyendo así la necesidad de plaguicidas y fertilizantes), el enfoque hace que los agricultores, especialmente los campesinos, sean cada vez más dependientes de las empresas de semillas. Dada la tendencia de algunas compañías a poner énfasis en «paquetes» de semilla/producto químico, los agricultores se harán automáticamente dependientes de los elementos químicos necesarios para sembrar las semillas (Buttel 1980b). Esto es particularmente cierto en el caso de la biotecnología que adapta cultivos para necesidades específicas (como cultivos resistentes a los herbicidas). El problema es que cuando los agricultores pierden su autonomía, sus sistemas de producción resultan gobernados por instituciones distantes sobre las que las comunidades rurales tienen poco control.

Por otra parte, en los países industriales la consideración de la agricultura diversificada (policultivos) es inhibida por el sistema actual de tenencia de la tierra y el diseño de la maquinaria agrícola. Por lo tanto, la investigación sobre la ecología de los policultivos sólo tiene sentido como parte de un programa más amplio que incluye la reforma de tierras y el rediseño de las máquinas (Levins 1973). Otras limitaciones en las actuales condiciones sociales hacen difícil la adopción de la agricultura ecológica:
• Dada la complejidad ambiental de cada sistema agrícola, la tecnología agrícola sustentable debe ser específica respecto al lugar, por lo tanto, la tecnología desarrollada en estaciones experimentales puede resultar inadecuada en una región heterogénea de agroecosistemas sustentables.
• Una exploración holística del diseño, manejo y estructura del agroecosistema tiende a romper las limitaciones disciplinarias, desafiando la propensión orien tada a la onveniencia de la educación, investigación y extensión agrícola común y además la inflexible estructura de los mercados urbanos/rurales.
• Durante una fase de transición, los rendimientos de los cultivos y la calidad cosmética variarían en algún grado, dando por resultado una producción impredecible que a su vez inhibe la inversión de capital e impide que los agricultores establezcan relaciones sólidas y fructíferas con mayoristas y procesadores.

Muchos agricultores no variarán a sistemas alternativos, a menos que exista una buena perspectiva de obtener ganancias monetarias originadas ya sea por una mayor producción o por menores costos de producción. Las distintas actitudes dependerán principalmente de la percepción que los agricultores tengan acerca de los beneficios económicos a corto o a largo plazo de la agricultura sustentable.

Por lo visto, no será posible sobreponerse a estas limitaciones sin cambios importantes en la estructura agrícola de los E.E.U.U. El proceso de cambio podría acelerarse si:
1. La investigación y la extensión agrícola pusieran su atención en problemas a largo plazo, con mayor énfasis en la pequeña escala, donde la tecnología de un lugar específico fuera desarrollada en los predios de los agricultores con la activa cooperación de éstos.
2. La planificación agrícola fuese integrada con una perspectiva ecológica para la utilización de toda la tierra, persiguiendo múltiples objetivos como la producción de alimentos e ingresos, mejoramiento de la calidad nutricional, protección de la salud de los trabajadores agrícolas y los consumidores, protección del ambiente y la participación equitativa de la población entre asentamientos urbanos y rurales (Levins y Lewontin 1985).
3. Surgieran cooperativas productor-consumidor, que enfrentaran los mercados locales, que coordinen los propósitos de producción para evitar la sobre o subproducción, y establezcan los objetivos de los estándares cosméticos.
4. La agricultura se convirtiera en una actividad orientada a la familia, basada en decisiones cooperativas sobre el manejo agrícola, la venta de insumos, la asignación de créditos y la mano de obra.
5. Los pequeños agricultores se organizaran y se convirtieran en un grupo de votantes con fuerza política para asegurar reformas agrícolas pertinentes, una legislación apropiada y un mejor acceso a los servicios públicos, créditos y tecnología.
6. La agricultura se convirtiera en objeto de las decisiones políticas públicas que atañen a toda la sociedad, que subordinan los intereses en el manejo de recursos agrícolas a intereses económicos y políticos más amplios.
7. Los consumidores fueran más eficientes para influir las agendas de investigación agrícola que ignoran los problemas de nutrición, salud y medioambiente.

Las exigencias para desarrollar una agricultura sustentable no son sólo biológicas o técnicas, sino también sociales, económicas y políticas que ilustran las necesidades para crear una sociedad sustentable. Resulta inconcebible estimular los cambios ecológicos del sector agrícola sin apoyar los cambios similares en todas las demás áreas interrelacionadas de la sociedad. La última exigencia de una agricultura ecológica es un ser humano evolucionado y conciente, cuya actitud hacia la naturaleza sea de coexistencia y no de explotación.




Acerca de los autores

Miguel A. Altieri es profesor asociado de la Universidad de California, Berkeley, asesor cientifico de CLADES y coordinador general del programa del PNUD Sustainable Agriculture Networking and Extension (SANE)

John G. Farrell tiene un M.Sc. en agroforesteria y trabaja en el Programa de Agroecología de la Universidad de California, Santa Cruz

Susanna B. Hecht es una experta en la Amazonia y es profesora de la Universidad de California en Los Angeles.

Matt Liebman es profesor del Departamento de Ciencias del Suelo y Vegetales de la Universidad de Maine, donde coordina un programa de educacion de 4 anos en agricultura sustentable.

Fred Magdoff es profesor de suelos en la Universidad de Vermont y ademas coordina el programa del USDA sobre agricutlura sustentable en el noreste de USA

Richard B. Norgaard es un economista agricola profesor de la Universidad de California, Berkeley

Thomas O. Sikor es un estudiante de doctorado en la Universidad de California,
Berkeley.


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