sábado, 17 de septiembre de 2011

V. AGROECOLOGÍA BASES CIENTÍFICAS PARA UNA AGRICULTURA SUSTENTABLE. CAPÍTULO V. MIGUEL ALTIERI


Capítulo 5
Diseñando agroecosistemas sustentables
La búsqueda de sistemas agrícolas autosuficientes y diversificados de baja utilización de insumos y que utilicen eficientemente la energía, es ahora una gran preocupación para algunos investigadores, agricultores y políticos en todo el mundo. Una estrategia clave en la agricultura sustentable es la de restaurar la diversidad del paisaje agrícola (Altieri 1987). La diversidad puede aumentarse en el tiempo mediante el uso de rotaciones de cultivos o cultivos secuenciales y en el espacio, a través del uso de cultivos de cobertura, cultivos intercalados, agroforestería y los sistemas mixtos de producción de cultivo y ganado. La diversificación de la vegetación no sólo da como resultado una regulación de las plagas mediante la restauración del control natural, sino que también permite el reciclaje óptimo de nutrientes, una mayor conservación del suelo, de la energía y una menor dependencia de insumos externos.
 La agricultura sustentable generalmente se refiere a un modo de agricultura que intenta proporcionar rendimientos sostenidos a largo plazo, mediante el uso de tecnologías ecológicas de manejo. Esto requiere que el sistema agrícola sea considerado como un ecosistema (de aquí el término agroecosistema) debido a que la agricultura y la investigación no están orientados a la búsqueda de altos rendimientos de un producto en particular, sino más bien a la optimización del sistema como un todo. Se requiere además ver más allá de la producción económica y considerar la cuestión vital de la sustentabilidad y estabilidad ecológica.
 Eligiendo un sistema agrícola
El primer paso para diseñar un sistema agrícola es el de conceptualizarlo. Cualquier concepto de un sistema agrícola debe incluir por lo menos lo siguiente (Spedding 1975):
Propósito: Por qué el sistema debe ser establecido.
Delimitación: Dónde empieza y termina el sistema.
Contexto: El ambiente externo en el que funciona el sistema.
Componentes: Los principales constituyentes que forman el sistema.
Interacciones: Las relaciones entre los componentes.
Insumos: recursos externos usados para el funcionamiento del sistema.
Recursos: Componentes que están dentro del sistema y que son usados en su funcionamiento.
Productos finales: Los principales productos deseados.
Subproductos: Productos útiles pero incidentales.
Cuando se idealizan los agroecosistemas, resulta importante considerar las siguientes ideas claves:
1. Los agroecosistemas son una acumulación de componentes abióticos y bióticos que pueden combinarse para formar una unidad de funcionamiento ecológico.
2. Los agroecosistemas pueden establecerse de manera tal que sean capaces de autorregularse dentro de límites definidos.
3. Los agroecosistemas varían de acuerdo a la naturaleza de sus componentes, a su ensamblaje en el tiempo, el espacio y a nivel de intervención humana.
4. Ningún agroecosistema es una unidad completamente independiente, además biológicamente rara vez tienen límites bien definidos.
5. Los agroecosistemas pueden ser de cualquier escala biogeográfica.
El próximo paso es el comparar las necesidades del sistema conceptualizado, tan cercanamente como sea posible con los recursos disponibles, condiciones y restricciones locales (Spedding 1975). Las consideraciones que determinan la viabilidad, ganancia, practicabilidad y preferencias, se resumen en la Tabla 5.1.
 Claramente, los ambientes difieren en sus recursos y restricciones y en el grado en que éstos pueden modificarse. Las necesidades de recursos pueden también modificarse en cierto modo, pero toda modificación involucra algún costo. En general, los sistemas basados en cultivos anuales de materiales fibrosos requieren menos inversión y modificación ambiental que los sistemas de cultivos especializados de frutas y hortalizas (Tabla 5.2).
Elementos de sustentabilidad
Los dogmas básicos de un agroecosistema sustentable son la conservación de los recursos renovables, la adaptación del cultivo al ambiente y el mantenimiento de un nivel alto, aunque sustentable, de productividad. Para poner énfasis en la sustentabilidad ecológica a largo plazo, más que en la productividad a corto plazo, el sistema debe:
• Reducir el uso de energía y recursos.
• Emplear métodos de producción que restablezcan los mecanismos homeostáticos conducentes a la estabilidad de la comunidad, optimizar las tasas de intercambio, el reciclaje de materia y nutrientes, utilizar al máximo la capacidad multiuso del sistema y asegurar un flujo eficiente de energía.
• Fomentar la producción local de ítemes alimenticios, adaptados al establecimiento socioeconómico y natural.
• Reducir los costos y aumentar la eficiencia y la viabilidad económica de los pequeños y medianos agricultores, fomentando así un sistema agrícola potencialmente resilente y diverso. De esta manera, un punto clave en el diseño de agroecosistemas sustentables es el comprender que hay dos funciones en el ecosistema que deben ser realizadas en los campos agrícolas: la biodiversidad de los microorganismos, plantas y animales, y el reciclaje de nutrientes y de materia orgánica.
 
Como se demuestra en la Figura 5.1 desde el punto de vista del manejo, los componentes básicos de un agroecosistema sustentable que realizarán estas funciones incluyen:
1. Cubierta vegetal como una medida eficaz de conservación del agua y del suelo mediante el uso de prácticas de cero labranza, uso de mulch, cultivos de cobertura, etc.
2. Suministro continuo de materia orgánica mediante la adición regular de compuestos orgánicos (abono, compost) y la promoción de la actividad biótica del suelo.
3. Mecanismos de reciclaje de nutrientes por medio del uso de rotaciones de cultivos, sistemas mixtos cultivo/ganado, agroforestería y cultivos intercalados basados en leguminosas, etc.
4. Regulación de plagas asegurada mediante un aumento de la actividad biológica de los agentes de control, logrado por el manejo de la biodiversidad e introduciendo y/o conservando los enemigos naturales.
 
 
Los conceptos básicos de un sistema agrícola autosuficiente, de bajos insumos, diversificado y eficaz, deben sintetizarse en sistemas alternativos prácticos que se ajusten a las necesidades específicas de las comunidades agrícolas en distintas regiones agroecológicas del mundo. Una importante estrategia en la agricultura sustentable es la de regular la diversidad agrícola en tiempo y espacio mediante rotaciones de cultivos, cultivos de cobertura, como se ve en la Figura 5.2, las distintas opciones para diversificar los sistemas de cultivos están disponibles dependiendo de si los sistemas actuales de monocultivos a modificarse se basan en cultivos anuales o perennes. La diversificación puede también tomar lugar fuera del predio, por ejemplo, en los linderos de los cultivos en el predio, utilizando barreras cortavientos, cinturones de protección y cercos vivos, lo que puede mejorar el hábitat para la fauna silvestre y los insectos benéficos, proporcionar fuentes de madera, materia orgánica, recursos para abejas polinizadoras y, además, modificar la velocidad del viento y el microclima (Altieri y Letourneau 1982).
Existen muchas estrategias alternativas de diversificación que muestran efectos benéficos en la fertilidad del suelo, la protección y los rendimientos de los cultivos.
Si se utiliza una o más de estas tecnologías alternativas, las posibilidades de mejorar y complementar interacciones entre los componentes de los agroecosistemas (ver Figura 5.3), dando como resultado uno o más de los siguientes efectos:
1. Cubierta vegetal continua para la protección del suelo.
2. Producción constante de alimentos, asegurando una dieta variada y diversos productos comercializables.
3. Cierre de ciclos de nutrientes y uso eficaz de los recursos locales.
4. Conservación del suelo y del agua mediante el uso de mulch y de protección contra el viento.
5. Control biológico de plagas mejorado mediante la diversificación.
6. Aumento de la capacidad multiuso del paisaje.
7. Producción sostenida de cultivos, sin usar insumos químicos degradantes del medio ambiente.
 Para lograr la sustentabilidad es necesario comprender en detalle los cuatro sistemas de la agricultura (Raeburn 1984):
1. Biológico: plantas y animales y los efectos de los factores físicos y químicos (clima, suelo) y de las actividades de manejo (riego, fertilización, labranza) sobre la actividad vegetal y animal.
2. Trabajo: las tareas físicas de la agricultura y de qué manera pueden lograrse al combinar mano de obra, experiencia, maquinaria y energía.
3. Economía agrícola: los costos de producción y los precios de los cultivos cada día más altos, las cantidades producidas y utilizadas, los riesgos y todos los otros determinantes del ingreso agrícola.
4. Socioeconómico: mercados para productos agrícolas, derechos de uso de la tierra y mano de obra, maquinaria, combustible, insumos, crédito, impuestos, investigación, asistencia técnica, etc.
El estudio de estos subsistemas se facilita con el enfoque agroecológico que proporciona un marco conceptual para estudiar las interacciones dentro y entre los subsistemas. Tales interacciones pueden estudiarse a cualquier nivel. Una ventaja del marco de trabajo es que los seres humanos pueden estudiarse como componentes integrales de los agroecosistemas.
 Modelos para el diseño del agroecosistema
Los límites fisiológicos de los cultivos, la capacidad sustentadora del hábitat y los costos externos para mejorar la producción, ponen un techo al potencial productivo.
Este punto es el «equilibrio del manejo» (Lewis 1959) en el que el ecosistema, en equilibrio dinámico con factores ambientales y de manejo, produce un rendimiento sostenido. Las características de este equilibrio variarán con los distintos cultivos, las zonas geográficas y los objetivos del manejo, de manera que serán altamente específicas del sitio. Sin embargo, las pautas generales para diseñar sistemas de producción equilibrados y bien adaptados pueden tomarse del estudio de las características estructurales y funcionales del ecosistema natural o seminatural que permanezcan en la zona donde se practica la agricultura. Se pueden explorar cuatro fuentes principales de información «natural»:
 Producción primaria. Cada zona se caracteriza por un tipo de vegetación con una capacidad específica de producción, dependiendo de los factores climáticos y edáficos.
 Una zona natural de pastizales (con un valor de productividad de 6.600 gr/m2) no es capaz de soportar un bosque de 26.000 gr/m2, a menos que se adicionen los subsidios al sistema. De esta manera, si un pastizal natural necesita transformarse en un sistema agrícola, debería reemplazarse con cereales más que con huertos. 
 
Capacidad de uso de la tierra. Los suelos han sido clasificados en ocho clases según su capacidad de uso de la tierra, dependiendo de factores físicoquímicos, como pendiente o disponibilidad de agua (Vink 1975). De acuerdo a esta clasificación, los suelos de las clases I y II son muy fértiles, tienen buena permeabilidad y textura, son profundos y resistentes a la erosión; en resumen, son apropiados para muchos tipos de cultivos. Sin embargo, cuando árboles y arbustos son reemplazados por trigo en suelos de laderas (i.e., suelo de clase VI), las cosechas disminuyen progresivamente y el suelo se vuelve peligrosamente erosionado (Gasto y Gasto 1970). Es por esto que al determinar la adaptabilidad de una extensión de tierra para un uso agrícola dado, resulta importante considerar cualidades como: disponibilidad de agua, nutrientes y oxígeno; profundidad y textura del suelo; salinización y/o alcalinización; posibilidades para la mecanización; y resistencia a la erosión (Vink 1975). La Figura 5.4 muestra la relación entre los tipos de uso de la tierra (clasificado por el USDA) y la intensidad con la que cada tipo puede usarse en forma segura.
 Patrones vegetacionales: La vegetación de un ecosistema natural puede usarse como un modelo arquitectónico y botánico para diseñar y estructurar el agroecosistema que lo reemplazase. El estudio de la productividad, la composición de las especies, la eficacia en el uso de los recursos, la resistencia a las plagas y la distribución de la zona de hojas en comunidades vegetales naturales es importante para construir agroecosistemas que imiten la estructura y función de los ecosistemas naturales (Ewell 1986). En las tierras bajas húmedas tropicales, Ewell afirma que construir agroecosistemas de tipo forestal que imiten la sucesión vegetacional es el único medio para establecer una agricultura sustentable. Dichos agroecosistemas debieran mostrar pocas necesidades de fertilizante, uso eficaz de los nutrientes disponibles y gran resistencia contra plagas.
 
Este método análogo de sucesión requiere una descripción detallada de un ecosistema natural en un ambiente específico y la caracterización botánica de todos los cultivos componentes potenciales. Cuando esta información está disponible, el primer paso es encontrar las plantas para cultivo que sean similares estructural y funcionalmente a las plantas del ecosistema natural. La disposición espacial y cronológica de las plantas en el ecosistema natural se utilizan luego para diseñar un sistema análogo de cultivos (Hart 1978). En Costa Rica, Ewell et al. (1984) condujo reemplazos espaciales y temporales de especies silvestres por cultivares, botánica, estructural y ecológicamente similares. De este modo, los miembros de la sucesión del sistema natural como Heliconia spp., enredaderas cucurbitáceas, Ipomoea spp., enredaderas de leguminosas, arbustos, pastos y árboles pequeños, se reemplazaron con plátano, variedades de zapallo y ñame. Durante años, dos o tres cultivos de árboles de rápido crecimiento (castañas de cajú, durazno, palma, palo de rosa) pueden formar un estrato adicional, manteniendo así la cubierta continua de cultivos, evitando la degradación del suelo y la lixiviación de nutrientes y proporcionando productos cosechables a lo largo de todo el año (Uhl y Murphy 1981).
 Gasto (1980) diseñó un sistema de conversión similar en el matorral mediterráneo de Chile central. La vegetación de matorral consiste en arbustos (especialmente Acacia caven) y un subestrato de pastos mezclados. Las exitosas pasturas de ovejas se desarrollaron donde se reemplazó la capa de arbusto natural con Atriplex spp., considerado una fuente de alimento para los animales. De esta manera, la composición de especies fue alterada, pero quedó intacto el perfil estructural.
 La imitación agrícola de ecosistemas naturales se puede diseñar, y basándose en este concepto Soule y Pioer (1992) proponen el llano de las grandes planicies como modelo natural adecuado para un agricultura de producción de pastos. De manera contraria a los monocultivos de los cultivos anuales como maíz, trigo, sorgo y soya, que ya ocupan la mayoría de los suelos de los llanos, un agroecosistema modelado basándose en la llanura sería dominado por mezclas perennes, leguminosas y compuestas como cultivos de semillas cuya composición de especies variarán dependiendo del tipo de suelo y clima. Los policultivos de plantas de semillas herbáceas perennes, basados en el modelo de las comunidades de las llanuras, pueden componerse de plantas que se diferencien en el uso estacional de nutrientes, por lo cual, pueden jugar roles complementarios en el campo. Para tal agricultura perenne, se consideran candidatos adecuados los pastos C3, ballico o leymus (Leymus racemosus) y wheatgrass (Agropyron intermedium), los C4 gamagrass orientales (Tripsacum dactyloides), (bundleflower) leguminosas de Illinois (Desmanthus illinoensis) y el girasol Maximiliano (Helianthus maximilianii), una compuesta.
 Potencialmente, este tipo de agricultura podría utilizar muchas de las características sustentables de la llanura. El componente leguminosa podría ayudar a mantener una provisión de fertilidad interna. La variedad de las adaptaciones climáticas y la variación estacional del crecimiento y la reproducción, podrían conducir a la elasticidad y fomentar el uso eficiente de los recursos disponibles. La diversidad de cultivos, incluyendo algunas especies nativas, podría permitir el desarrollo de algunos controles y equilibrios naturales de herbívoros, enfermedades y malezas.
 Algunas de las mayores implicancias de una agricultura de granos basada en cultivos perennes son la conservación de los recursos naturales, la reforma del actual sistema económico hacia uno con bases más ecológicas (es decir, la naturaleza como modelo de la economía), y una sociedad que emplee la naturaleza en términos ecológicos.
 Un sistema económico con bases ecológicas consideraría la disponibilidad de capital ecológico, y enfatizaría un sistema continuo de ciclaje de los recursos, la eficiencia de la transferencia energética, y la dependencia en la energía biológica o solar disponible.
Se podría hacer una lista con los beneficios potenciales de los policultivos perennes que resultarían de la combinación de estas características sustentables potenciales con amplias implicancias para la sociedad y el medio ambiente: (1) reducción o eliminación de la erosión del suelo; (2) uso eficiente de las tierras y de los nutrientes del suelo; (3) aumento de la eficiencia del uso del agua; (4) reducción de la dependencia en los fertilizantes nitrogenados producidos industrialmente; (5) disminución de plagas y epidemias; (6) manejo eficiente de las malezas sin sustancias químicas; (7) reducción de la energía utilizada en labranza; (8) reducción de la contaminación química de suelo y agua; y (9) seguros contra pérdidas de cultivos completos.
 Conocimiento de las prácticas agrícolas locales
En la mayoría de las zonas rurales, los agricultores han estado cultivando durante decenios. Algunos han tenido éxito en el desarrollo de sistemas de cultivos que se adaptan a las condiciones locales y otros no (Capítulo 6). A pesar del avance vertiginoso de la modernización y los cambios económicos, sólo sobreviven unos pocos sistemas de manejo agrícola tradicionales. Estos sistemas presentan importantes elementos de sustentabilidad; es decir, están bien adaptados a su medio ambiente, dependen de recursos locales, se desarrollan a pequeña escala en forma descentralizada y conservan los recursos naturales. A nivel del campo, los policultivos tradicionales a menudo igualan a las comunidades de plantas naturales pues contienen:
• Diversidad genética en las especies de plantas.
• Relaciones tróficas complejas entre cultivos, malezas, insectos y agentes patógenos.
• Ciclos de nutrientes relativamente cerrados, con variadas necesidades nutricionales por parte de los cultivos, satisfechas mediante el uso de rotaciones, barbecho o abono.
• Cubierta vegetal del suelo todo el año.
• Uso eficiente del agua, suelo y luz solar.
• Bajos riesgos de pérdida de cultivos, debido a la diversidad.
• Alto nivel de la estabilidad productiva, debido a la compensación de los diversos componentes, cuando uno falla.
 De esta manera, aunque los pequeños agricultores de las zonas tropicales con poco capital o apoyo institucional han sido confinados a suelos agrícolas marginales y de baja calidad, sus sistemas entregan una valiosa información para el desarrollo de sistemas de rendimiento sostenido.
Elección de un sistema de cultivo
Los sistemas de producción de cultivos incluyen tanto los cultivos como las prácticas asociadas de producción y las técnicas que estimulen su crecimiento. Los sistemas de cultivo pueden consistir de un monocultivo continuado, o secuencias formales de cultivos que se repiten en un patrón ordenado para formar una rotación. También pueden incluir disposiciones flexibles en tiempo y espacio de uno o más cultivos (cultivo intercalado, cultivo de relevo) y sucesiones intensivas de cultivos dentro del año o incluso dentro de las temporadas. Los sistemas de cultivos varían ampliamente por las diferencias en el suelo, el clima, la economía local y los sistemas sociales.
 El crecimiento y el rendimiento del cultivo están sometidos a las condiciones ambientales (topografía, precipitaciones, textura y fertilidad del suelo) y a las condiciones de manejo (tiempo de plantación, deshierbe, etc.). Antes de diseñar nuevos sistemas de cultivos para una zona que ya se ha cultivado, se deben caracterizar los sistemas existentes en términos de la temperatura y las precipitaciones (Beets 1982).
 Un simple diagrama climático con los meses en el eje de las X, la temperatura promedio (grados Celcius) al lado izquierdo del eje de las Y y la precipitación promedio al lado derecho, manteniendo la relación de un grado Celsius a 2 mm. de precipitación, es un buen comienzo. Esta relación se aproxima vagamente a la evaporación; cuando la curva de precipitaciones está más baja que la de la temperatura, denota un período de sequía. Es así como un análisis de este diagrama (Figura 5.5) en el estado de México refleja cuatro períodos agronómicos muy importantes:
1. Bajo riesgo de heladas a fines de la primavera.
2. Comienzo de las lluvias.
3. Período de crecimiento promedio.
4. Primeras heladas otoñales.
 
En el desarrollo de un sistema de cultivo están involucradas varias consideraciones agrícolas (Thorn y Thorn 1979). Los sistemas de cultivo deben idearse para brindar altas capacidades fotosintéticas todo el año. En cultivos intercalados o mezclados, la altura de las plantas, la forma y ángulo de las hojas, la tasa de crecimiento y el período de tiempo necesario para alcanzar la madurez, constituyen características importantes que determinan la eficiencia fotosintética. Existen muchas formas de combinar las plantas de un cultivo para maximizar la radiación solar, como combinar especies de diferente fenología que alcancen una máxima fotosíntesis con diferentes grados de radiación, o que tengan raíces que exploren diversas partes del suelo.
 El objetivo principal debería ser maximizar la producción anual de cultivos o las ganancias económicas netas por cada unidad de tierra. Así, dos cultivos de corta temporada pueden proporcionar rendimientos totales superiores a un cultivo de larga temporada. Decisiones respecto a las intensidades de cultivos deben basarse en la mejor evidencia disponible para cada combinación de condiciones. Con el fin de promover rendimientos, y ganancias altas y sostenidas, se deben diseñar sistemas de cultivos que mantengan la materia orgánica del suelo y la capa labrada; que reduzcan la aparición de malezas, insectos y enfermedades, que ayuden a mantener el equilibrio de los nutrientes de las plantas; que conserven el agua, y que reduzcan al máximo la erosión del suelo.
Las raíces deben formar una red activa y extensa en todo el suelo para utilizar eficientemente el agua y los nutrientes. Las buenas combinaciones de cultivos tienen sistemas de raíces compatibles que permeabilizan el suelo hasta unos 25 ó 30 cms. De profundidad, con algunas raíces que bajan a mayor profundidad.
Características y patrones de los cultivos
Al seleccionar y determinar prácticas agrícolas apropiadas en la selección de cultivos, las características biológicas y agronómicas son muy importantes. Se pueden agrupar como sigue (Thorn y Thorn 1979):
Período de crecimiento. La cantidad de días necesarios entre la fecha de plantación, emergencia y madurez es importante, con el fin de determinar la zona climática adecuada para un cultivo específico y la adaptación de un cultivar en particular a un sistema de cultivo múltiple.
Fotoperiodicidad. Para muchas plantas es crucial la duración de la noche (oscuridad) en vez de la duración de la luz diurna para iniciar la floración, la maduración o la latencia. Las plantas de día corto necesitan una oscuridad diaria prolongada para inducir la floración, y las plantas de día largo la inician cuando las noches son relativamente cortas. Algunas plantas son de día neutral y se desarrollan sin que influya la duración del día. En algunas plantas, los cambios en la duración del día pueden resultar importantes para inducir cambios en su desarrollo. El aumento en la duración del día puede ayudar para el inicio de la floración, mientras que en el otoño, el comienzo de días más cortos puede promover la aparición de los frutos, la maduración o la latencia.
Hábitos de crecimiento. Los hábitos de crecimiento de las plantas de cultivo son importantes para determinar las prácticas de producción y manejo. Generalmente se prefieren las variedades enanas en vez de sus contrapartes más altas, debido a su hábito de crecimiento vertical, a su mayor facilidad para ser cosechadas con máquinas, a la menor probabilidad de alojamiento de plagas o enfermedades, a la temprana aparición de sus frutos y a su alto índice de cosechas. Las variedades arbustivas son más preferidas que las enredaderas, puesto que tienen muchas ramas que producen frutos uniformemente.
Sistemas radiculares. En las plantas de cultivos son comunes dos tipos de sistemas radiculares: las raíces monorrizas o ramificadas y las raíces malorrizas o profundas.
Las raíces monorrizas penetran en el suelo haciéndolo permeable y manteniendo sus partículas unidas. Por ejemplo, los pastos estimulan una buena estructura del suelo y ayudan a protegerlo contra la erosión. Los cultivos con raíces malorrizas son aquellos cuyas raíces se cosechan generalmente como alimentos o forraje, como las remolachas, las remolachas forrajeras, zanahorias y nabos. Las plantas de raíces malorrizas tienden a ser de raíces profundas, como la alfalfa y los árboles. Estas plantas aumentan al máximo el flujo ascendente de nutrientes solubles y otros menos solubles. En la mayoría de las plantas del cultivo, el mayor volumen de raíces se encuentra en la zona de los 30 cms. del suelo. Sin embargo, la profundidad del enraizamiento se ve afectada por la humedad del suelo, la textura, la compactación, ventilación y el abastecimiento de los nutrientes disponibles para las plantas.
El diseño de un agroecosistema sustentable
Diversificación de un campo de cebollas en Michigan
Pocos científicos han sido capaces de reunir la suficiente información sobre ciertas formas de control cultural y biológico que se pueden aplicar a las plagas específicas de los cultivos, con el objeto de formular una serie de propuestas de manejo ambiental para mejorar el control de plagas de insectos que afectan a determinados cultivos.
El trabajo de Groden (1982) en Michigan constituye una excepción, en éste se diseñó un agroecosistema de cebollas funcionalmente diverso para optimizar la mortalidad de la principal plaga de la cebolla (gusano de la cebolla Delia antiqua). Este diseño surgió a partir de los modelos cuantitativos que describían las relaciones entre los componentes del sistema. A partir de la comprensión de estas interacciones cuantitativas se pueden formular diseños que incorporen enfermedades, malezas, insectos, etc., en la medida que las relaciones que se usan en la construcción de estos modelos «sin cuerpo» sean estructuralmente independientes, o que si se incorporan aspectos de estructura sean como variables.
 El diseño alternativo del agroecosistema de cebollas que se muestra en la Figura 5.6, acentúa la diversidad planificada o funcional. La pastura para las vacas y los linderos de malezas entregan refugio y alimento alternativo para el parásito del gusano de la cebolla, A. pallipes (Groden 1982). Los pastos proporcionan también una rica fuente para las lombrices, y con ello potencian al máximo la densidad de las poblaciones de la mosca tigre, depredador de la mosca de la cebolla. Las franjas largas y angostas de cebollas reduce al mínimo la distancia desde cualquier punto del campo de cebollas a los bordes con malezas y a los pastos de los vacunos. Esto resulta importante puesto que la cantidad del parásito A. pallipes disminuye exponencialmente desde los linderos con malezas y pasturas hasta la zona con cebollas (Groden 1982). Esto también es efectivo en las moscas de las cebollas infectadas con la enfermedad provocada por el hongo Entomophthora muscae. Los linderos del campo con maleza no se siegan para darles a las moscas enfermas sitios de apego.
Los linderos angostos con malezas aumentan al máximo la probabilidad de que las esporas de E. muscae afecten a las moscas sanas al mediodía, cuando se juntan para descansar en los lugares de apego para las moscas sanas. Mediante la siega de algunos linderos de malezas se puede incrementar este efecto de congregamiento. Un cultivo de rábano junto a las cebollas brinda un refugio alternativo y por lo tanto un continuo abastecimiento para el escarabajo rove, A. bilineata. A fin de entregar una larga temporada de recursos alimenticios, se debería usar una cierta cantidad de cultivo, el gusano del repollo o distintas fechas de siembro de cebollas (Groden 1982).
Groden demostró también que una siembro nueva servirá como un cultivo distractor muy atractivo para la población de gusanos, lo que dará como resultado una alta concentración de los insectos en el cultivo más antigua. Puesto que el cultivo más antiguo permaneció intacto, el cultivo más nueva podría ubicarse cerca de los rábanos de manera que el grupo de huéspedes se concentre para A. bilineata, haciendo con esto que la búsqueda de presas se haga más eficiente.
 Para controlar el problema de aparición de moscas después de la cosecha de cebollas, se convierte en un objetivo principal el manejo de los residuos de las cebollas.
 Una opción de manejo diversificado incluye la siembra de un cultivo de cobertura otoñal de avena o centeno inmediatamente después de la cosecha, de manera que en una semana, el cultivo de cobertura esconde el residuo de las cebollas, dificultando su ubicación a las moscas. Otra modificación es dejar sin cosechar una pequeña sección de las hileras de cebollas, y luego, mientras se siembra el cultivo de cobertura, cortar la punta de dichas cebollas y dejarlas en el suelo. Estas puntas resultan bastante atractivas para las moscas (más atractivas que los residuos), sin que las larvas de las moscas puedan sobrevivir en ellas puesto que se secan antes que termine el desarrollo del insecto. De esta forma, estas puntas de las cebollas sirven para evitar que las moscas pongan sus huevos en los residuos hasta que aparece el cultivo de cobertura reduciendo drásticamente la eficiente búsqueda de las hembras. Además de esto, la rotación de cultivos reduce significativamente la cantidad de moscas que colonizan los campos con cebollas durante la primavera (Mortinson et al. 1988).
 
Pautas ecológicas para el manejo del agroecosistema
 De acuerdo con Reijintjes et al. (1992), existen cinco principios ecológicos fundamentales para el diseño y el manejo de agroecosistemas sustentables:
1. Asegurar condiciones de suelo favorables para el crecimiento de las plantas, especialmente al manejar la materia orgánica y al mejorar la vida del suelo.
2. Optimizar y equilibrar la disponibilidad y el flujo de nutrientes, especialmente mediante la fijación de nitrógeno, el bombeo de nutrientes, el reciclaje y el uso complementario de fertilizantes externos.
3. Reducir al mínimo las pérdidas debido a los flujos de radiación solar, aire y agua, por medio de un manejo de micro-climas, manejo de aguas y control de la erosión.
4. Reducir al mínimo las pérdidas debido a las plagas y a las enfermedades causadas a las plantas y animales, por medio de la prevención y tratamiento seguros.
5. Explotar la complementariedad y el sinergismo en el uso de recursos genéticos, lo que incluye su combinación en sistemas agrícolas integrados con un alto grado de diversidad funcional.
 Estos principios pueden aplicarse mediante diversas técnicas y estrategias. Cada uno de ellos tendrá diferentes efectos sobre la productividad, seguridad, continuidad e identidad dentro del sistema agrícola, dependiendo de las limitaciones y oportunidades locales (sobre todo, las restricciones en los recursos) y en la mayoría de los casos, sobre los mercados.
El grado en que los agroecosistemas aumenten su sustentabilidad ecológica, especialmente en un ambiente de suelo frágil, dependerá ampliamente de los seis elementos biológicos que siguen a continuación (NCR 1993):
1. El grado en el que los nutrientes se reciclan: la productividad dentro de un sistema está directamente relacionada con la magnitud de flujo y movilización de nutrientes. La sustentabilidad está relacionada directamente con la magnitud del uso de los nutrientes y con la reducción de sus pérdidas.
2. Hasta que punto está físicamente protegida la superficie del suelo: se debe reducir al mínimo la pérdida de suelo por el transporte de agua o la erosión eólica. Se debería proteger de la oxidación u otro deterioro químico, por medio de una cubierta protectora de plantas. El deterioro físico, la compactación y la pérdida de la estructura por las precipitaciones, pueden ser igualmente desastrosos al reducir el potencial productivo. El cultivo continuado o la cubierta de residuos del cultivo provenientes de sistemas manejados apropiadamente, es crucial para mantener el potencial productivo.
3. La eficiencia y el grado de utilización de la luz solar, el suelo y los recursos de agua: los sistemas agrícolas seleccionados deben ser manejados para un uso óptimo, incluyendo el cultivo de cobertura continuo, el potencial genético animal y de los cultivos, el daño mínimo por las plagas y el óptimo abastecimiento de nutrientes.
4. Una pequeña porción de nutrientes cosechados en relación a la biomasa total (remoción de lo cosechado): cuando los suelos están erosionados, tienen un estado nutriente pobre o son frágiles química y físicamente, la mantención de sistemas de alta biomasa es crítica.
5. Mantención de una biomasa residual alta en forma de madera, material herbáceo u otros materiales orgánicos del suelo: es de vital importancia, con el fin de sostener la biomasa en el suelo y asegurar la productividad de animales y cultivos, una fuente de carbono que aporte energía y facilite la retención de nutrientes.
6. Estructura y preservación de la biodiversidad: la eficacia del reciclaje de nutrientes y la estabilidad de plagas y enfermedades en el sistema, dependen de la cantidad y tipo de biodiversidad, como también de su organización espacial y temporal y (diversidad estructural). Los sistemas tradicionales, especialmente aquellos en ambientes de producción marginal, poseen a menudo una estabilidad y elasticidad significativa, como resultado de la diversidad estructural.

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