Capítulo 2
Metodología y
práctica de la agroecología
Richard B. Norgaard y Thomas O. Sikor
La metodología
y práctica de la agroecología proviene de distintas raíces filosóficas que
difieren de aquellas de las cuales proviene la ciencia agrícola convencional.
El tener diferentes raíces significa ser radical en el verdadero sentido de la
palabra. Este capítulo demostrará cómo esas diferencias en las raíces
filosóficas afectan a las metodologías, a la organización y a las consecuencias
sociales y ambientales tanto de la agricultura convencional como de la
agroecología. La agroecología toma en cuenta tanto el sistema agroecológico
como el social en el que trabajan los agricultores, pone un énfasis
relativamente bajo a las investigaciones realizadas en los centros experimentales
y en los laboratorios y enfatiza fuertemente los experimentos de campo, permitiendo
así una mayor participación de los agricultores en el proceso de investigación.
Para ilustrar
estas diferencias, se ha analizado la trayectoria de la agricultura convencional
en América Latina y el papel de las organizaciones no gubernamentales (ONGs) en
la divulgación de la agroecología.
La importancia de las
premisas filosóficas
Los agrónomos
convencionales siguen las premisas dominantes de la ciencia moderna (Norgaard
1994). Por ejemplo, suponen que la producción agrícola puede ser entendida objetivamente
sin considerar a los agricultores y su forma de pensar, ni a los sistemas sociales
y el agroecosistema que los rodea. De acuerdo con ello, realizan experimentos controlados
en laboratorios y en estaciones agrícolas. Aún más, ellos suponen que la agricultura
puede ser entendida en forma atomística, o en pequeñas partes. Debido a esto,
se dividen en disciplinas y subdisciplinas estudiando las propiedades físicas
del suelo separadamente de las propiedades biológicas y de la vida que éste
mantiene.
Examinan la
toxicidad de diferentes elementos químicos sobre los insectos, sin considerar
la manera como los insectos interactúan entre sí y con las plantas. Estos
supuestos por separado conllevan a desarrollar tecnologías aisladas para la
nutrición de las plantas y el manejo de las plagas. Luego, suponen que estos
hallazgos pueden transferirse a los agricultores en forma de nuevas
tecnologías. Está de más decir, que los agricultores no siempre han encontrado
que las nuevas tecnologías se ajustan a sus sistemas de agricultura.
Además de esto,
las tecnologías derivadas separada e individualmente con frecuencia tienen
efectos inesperados al ser usadas en una explotación agrícola, especialmente cuando
se usan combinadas. El efecto acumulativo de tecnologías agrícolas
convencionales al ser usadas por todos los agricultores conjuntamente, tienen a
veces impactos ecológicos y económicos devastadores.
Hace tiempo que
los agrónomos convencionales se han dado cuenta de que sus tecnologías
presentan problemas. Se crearon servicios de extensión con especialistas para
hacer llegar las tecnologías a los agricultores. Más tarde, los agrónomos
convencionales trataron de diseñar paquetes tecnológicos integrados que se
ajustan entre sí. Comenzaron a prestar más atención a las necesidades de los
agricultores, trataron de oírlos y comenzaron a realizar investigaciones en el
campo. No obstante, los científicos agrícolas convencionales sólo han tenido un
éxito moderado en superar los problemas de su tecnología, puesto que aún tienen
que darse cuenta de que los problemas son inherentes a las premisas filosóficas
de sus métodos y prácticas. Por ejemplo, no han sido verdaderamente capaces de
escuchar lo que los agricultores tienen que decir, porque las premisas
filosóficas de la ciencia convencional no le otorgan legitimidad a las formas
de aprendizaje y conocimientos de los agricultores.
Las premisas
dominantes de la ciencia moderna y de otras alternativas se listan en la Tabla 2.1. El «atomismo»
postula que las partes pueden ser entendidas aparte de los sistemas en los que
ellas están insertas y que los sistemas son simplemente la suma de sus partes.
El «mecanismo» postula que las relaciones entre las partes de un sistema no
cambian, condición necesaria para la predicción y el control. El «universalismo
» establece como premisa que el mundo que nos rodea puede explicarse por la
interacción de un número relativamente pequeño de principios universales. El «objetivismo»
postula que nuestros valores, formas de conocimiento y acciones, pueden
mantenerse aparte de los sistemas que estamos tratando de entender. El
«monismo» postula que nuestras formas de conocimiento separadas y
disciplinarias se fusionan en un todo coherente.
Las premisas
alternativas de la Tabla
2.1, contrastan radicalmente con las premisas dominantes. Sus diferencias
agudizan nuestra comprensión de la posición dominante.
Sin embargo,
las premisas alternativas en la lista son meramente ilustrativas, puesto que
existen muchas alternativas y combinaciones posibles.
Los cinco
«ismos» dominantes son suposiciones perfectamente correctas a partir de las
cuales se puede razonar. Ellas han facilitado un nivel de predicción y control más
allá de lo conocido anteriormente. La predicción y el control de la ciencia que
sigue a los «ismos» dominantes, ha probado ser más limitada sistemática y
temporalmente de lo que creen los científicos convencionales. Estas
limitaciones son el origen de las inesperadas consecuencias y problemas que se
presentan en otras partes del agroecosistema, fuera de la explotación agrícola
en los años posteriores.
Si las
tecnologías y las instituciones agrícolas modernas no se hubiesen basado solamente
en esas premisas y si se les hubiera dado igual importancia a otros patrones de
comprensión, las consecuencias sistemáticas y a largo plazo para las personas y
para el agroecosistema pudieran haber sido previstas, aminoradas o evitadas.
Los problemas de la agricultura convencional se originan a partir de estos
«ismos».
Generalmente,
ni los agrónomos convencionales ni los agroecólogos están totalmente conscientes
de las premisas filosóficas subyacentes en sus investigaciones, o cómo la
filosofía estructura las organizaciones por las que ellos trabajan. No
obstante, cuando surgen los problemas metodológicos, lo más probable es que los
agroecólogos se sientan cómodos con los supuestos alternativos de la Tabla 2.1 y estén más
proclives a criticar muchas de las premisas dominantes. Al mismo tiempo, muchos
agroecólogos razonan y a veces llevan a cabo la investigación dentro del método
dominante.
En efecto,
algunas personas que se consideran a sí mismas como agroecólogos solamente
llevan a cabo investigaciones con el método dominante, pero cooperan con otros
que tratan de utilizar sus conocimientos en métodos alternativos.
De esta forma,
la diferencia entre agrónomos convencionales y agroecólogos radica en que estos
últimos, en conjunto, tienden a ser más pluralistas metodológicamente.
Curiosamente,
las premisas alternativas son las más intuitivas y más cercanas a nuestro
sentido común. Al mismo tiempo, siguiendo los supuestos alternativos, uno descubre
que las respuestas serán múltiples y menos claras. Esto significa que el pensamiento
lógico per se no nos indicará lo que debe hacerse, porque la lógica múltiple
sustentada por puntos de inicio alternativos originan diferentes
discernimientos.
La ciencia sólo
entrega respuestas únicas cuando los científicos usan las mismas premisas. El
pluralismo metodológico requiere el que se deba recurrir a medios no
científicos considerando múltiples discernimientos. Este tipo de juicio se deja
más bien a la toma de decisiones colectivas por parte de las comunidades
directamente afectadas.
Los
agroecólogos son más proclives a utilizar una perspectiva de sistemas. En efecto,
algunos investigadores consideran a la agroecología simplemente como un acercamiento
del ecosistema a la agricultura. Sin embargo, es importante tener en cuenta que
muchos agroecólogos están interesados tanto en el sistema social como en el
sistema ambiental en el cual se desenvuelve el agricultor. Por último, la interacción
de los dos sistemas es lo que debe ser viable y benéfico para la gente.
Una perspectiva coevolucionista
del desarrollo
El diagrama
ilustrado en la Figura
2.1 es especialmente útil para entender las interacciones de los diferentes
sistemas. Se plantea el desarrollo como un proceso coevolucionista entre el
sistema social y el sistema ambiental. Aún más, se plantea el sistema social
como si estuviera hecho de sistemas de conocimiento, valores tecnológicos y
organizacionales. Cada uno de estos sistemas se relaciona con cada uno de los
otros, y cada uno ejerce una presión selectiva en la evolución de los otros.
Mediante la presión selectiva sobre cada uno, todos coevolucionan en conjunto.
Por ejemplo, dentro del sistema de conocimiento se llevan a cabo innovaciones
deliberadas, hallazgos fortuitos y casi nunca se realizan experimentos.
El hecho de que
estos nuevos aportes de conocimiento comprueben que son aptos y sean
conservados o no, depende de las influencias selectivas de los valores, la
organización, la tecnología y el medio ambiente. Con cada sistema ejerciendo
una presión selectiva sobre cada uno de los otros, todos coevolucionan para
reflejarse a sí mismos. De esta manera todo se conecta, aunque todo está
cambiando constantemente.
El desarrollo
agrícola coevolutivo ha estado llevándose a cabo por milenios. El surgimiento
del cultivo del arroz en el Sudeste Asiático es un ejemplo instructivo. La práctica
extensiva de la agricultura basada en la tala y la quema se abandonó
gradualmente, conforme a la investigación realizada en diques, terrazas y
sistemas de suministro de agua, durante siglos. Los beneficios de la
transformación ecológica hacia el cultivo de arroz se hizo presente en la forma
de un mejor control de las malezas y una mayor retención de nutrientes. Sin
embargo, la transformación no fue unilateral. También el sistema social
evolucionó para mantener la transformación ambiental. Los mecanismos sociales
que reforzaban el comportamiento individual en el que se basaba la
transformación ambiental, evolucionaron selectivamente. En resumen, el
mantenimiento y la continuación de la transformación ambiental fueron sustentadas
por complejas organizaciones sociales para el control de las aguas, derechos a
la tierra e intercambios de mano de obra; los sistemas sociales y ambientales coevolucionaron
conjuntamente, cada uno reflejando al otro. De igual manera se seleccionaron
nuevas tecnologías, nuevos valores y nuevas formas de conocimiento a la luz de
la coevolución entre organizaciones ambientales y sociales. Los sistemas de
explotación agrícola desde la tala, tumba y quema en los bosques tropicales
hasta los sistemas modernos de energía intensiva en las regiones templadas,
pueden entenderse como sistemas coevolucionados.
FIGURA
2.1 La coevolución del conocimiento, los valores, la organización social, la
tecnología y los sistemas biológicos.
La perspectiva
coevolucionista pone en relieve que los sistemas agrícolas se deben considerar
como sistemas integrales. Enfatiza también que los sistemas agrícolas tradicionales
no son estáticos. Ellos han estado evolucionando por milenios y a veces incluso
han mejorado. La perspectiva coevolucionista pone a las personas y a su forma
de pensar dentro del proceso. Demuestra, por ejemplo, cómo los agroecosistemas
modernos reflejan las premisas científicas convencionales. Las plagas de la
agricultura moderna han coevolucionado con los plaguicidas, que han sido aplicados
bajo la premisa de que las plagas podían combatirse individualmente aparte del
sistema, como un todo.
Una de las
características más importantes de la perspectiva coevolucionista es que otorga
legitimidad al conocimiento cultural y experimental de los agricultores.
Sus formas de
razonamiento pueden no traducirse como formas de razonamiento científico, pero
el «cómo y qué» entendido por ellos ha probado ser apto para su sistema y puede
usarse para comprender ese sistema. Con una perspectiva coevolucionista en
mente, los agroecólogos pueden superar el vago adoctrinamiento que recibieron
como estudiantes sobre la superioridad de la ciencia convencional, pueden
sentir verdadero respeto por la sabiduría de los agricultores, combinando sus conocimientos
con nuevas formas de conocimiento y trabajar juntos eficazmente. La perspectiva
entrega una fuerte base filosófica para las investigaciones participativas y
para la incorporación de agricultores en el proceso de investigación, técnica
que los agroecólogos utilizan cada vez más.
Mientras los
agrónomos convencionales han tratado de diseñar sistemas agrícolas más
completos, la perspectiva coevolucionista acentúa que la adopción de
tecnologías agrícolas es un problema selectivo de adaptación a otros sistemas.
Se pueden diseñar mejores tecnologías agrícolas si se está atento sobre cómo
éstas podrían interactuar con otros sistemas, pero las complejidades de tales
interacciones sugieren que los científicos ser debieran considerar como
experimentadores que podrían influenciar y acelerar el proceso coevolucionista
introduciendo múltiples mutaciones, de las cuales sólo algunas probarán se
idóneas. En un mundo coevolutivo, los improvisadores son más eficientes que los
grandes diseñadores. Los sistemas sociales y ambientales coevolucionan
constantemente, pero el rumbo del cambio coevolucionista no siempre puede ser
benéfico para la gente o el ambiente de la gente en el futuro.
Los patrones
coevolutivos pueden cambiar significativamente, por ejemplo, a través de:
1. Un cambio
exógeno en el ecosistema.
2. Nuevo
conocimiento sobre cómo interactuar con un ecosistema.
3. Un subsidio
desde (o la transferencia a) otra región.
4. Una
redistribución del poder en el sistema social.
La perspectiva
coevolucionista no nos da ciertamente la ilusión de que tenemos el poder de
diseñar nuestro futuro. Sin embargo, somos parte del proceso. Esto indica que
al estar alerta respecto del proceso de cambio, podemos intervenir más
efectivamente en él, facilitando cambios coevolucionistas que favorecen a la
gente y la sustentabilidad ambiental.
Interpretación
coevolucionista del desarrollo agrícola convencional en América Latina
La
modernización agrícola en América Latina a través de tecnologías
convencionales, trajo consigo incrementos en la productividad agrícola y
utilidades en divisas.
Aquellos
productores cuyas tierras y posición socioeconómica eran compatibles con las
tecnologías agrícolas convencionales se han integrado totalmente a la economía de
mercado. Pero la modernización también ha sido cultural, ecológica y
socialmente un proceso disociador. En nombre del progreso los agroecosistemas
se han transformado, se han distorsionado las culturas tradicionales y se han
cambiado fundamentalmente las estructuras sociales. Los campesinos sin un
acceso suficiente a la tierra y a otros recursos productivos, no encajaron
dentro de las condiciones ecológicas y socioeconómicas de la agricultura
convencional y permanecieron fuera de la dinámica del desarrollo rural. El
número de campesinos en América Latina, se incrementó en un 43,6% entre 1950 y
1980 (de Janvry et al. 1989). Cerca de 1980, aproximadamente el 22,5% de la
población latinoamericana pertenecía a los pobres rurales. Esto correspondía
porcentualmente a que dos tercios de la población rural se encontraba en la
pobreza en todo el continente y hasta un 85% en algunos países (FAO 1988).
Alrededor del
40% de la población rural ni siquiera era capaz de cubrir sus necesidades básicas
de alimentación.
El sector
alimentario de América Latina se ha vuelto sumamente dependiente de las
importaciones de productos agrícolas, insumos y maquinaria para el
procesamiento de los alimentos (de Janvry et al. 1988, FAO 1988, Redclift y
Goodman 1991). La mayoría de los países, incluso aquellos que poseen buenas
condiciones geográficas y climáticas para la agricultura, tales como México
(Toledo 1985, Calva 1991), tienen que importar parte de sus requerimientos
alimenticios, como cereales y otros alimentos básicos. La distribución de
alimentos ha sido bastante dispareja, como lo indica la alta incidencia de
desnutrición de hasta un 40% de la población en los casos de Perú, Honduras y
Guatemala. La inestabilidad en la producción y en el consumo alimenticio ha
aumentado en los últimos años. Aunque la cantidad de campesinos ha aumentado en
toda América Latina, su participación en la producción agrícola total ha ido
decreciendo. Se estima que todavía el 41% de todos los productos se originan en
familias campesinas y explotaciones agrícolas.
La
modernización también ha acarreado un daño ambiental masivo (FAO 1988, LACDE
1990). La colonización, extracción y actividades de producción agrícola han creado
perturbaciones y transformaciones masivas, especialmente en bosques tropicales.
La
sobreexplotación de recursos naturales debido a la pobreza, el abandono de las prácticas
agrícolas tradicionales y la transformación masiva del medio ambiente en las áreas
de colonización reciente, ha provocado erosión, pérdida en la fertilidad del
suelo y sedimentación aguas abajo. Se han erosionado los recursos genéticos,
comprometiendo:
(1) los
cultivos primitivos y especies de animales adaptadas, los que evolucionaron
durante siglos como parte de culturas tradicionales; (2) las plantas silvestres
y las especies de animales no manipuladas; (3) progenitores silvestres y
miembros de familias de plantas domésticas que se usan actualmente. Se han
sobreutilizado y/o utilizado inadecuadamente fertilizantes, insecticidas y
herbicidas, ejerciendo efectos directos en la salud del hombre por la toxicidad
y consecuencias más indirectas por el daño ecológico.
En muchos
casos, la destrucción ambiental y la pobreza rural están estrechamente ligadas como
un proceso de dos vías; por una parte, los pobres están forzados a
sobreexplotar sus recursos básicos debido a la presión económica. Por la otra,
los campesinos que son empujados a vivir en ambientes marginales están
reprimidos por la productividad limitada de sus recursos básicos.
La
modernización no ha alcanzado a los campesinos de escasos recursos en América Latina.
Ha aumentado la productividad agrícola y la producción total, pero también ha
traído consecuencias ambientales y sociales significativas en muchas regiones.
La
modernización no ha tenido éxito en el mejoramiento de la agricultura
campesina, puesto que ha dependido de tecnologías que desplazan la naturaleza y
aumentan las distancias entre los procesos sociales y ecológicos.
Las prácticas
agrícolas convencionales desplazan a la naturaleza. La conservación necesita un
cambio desde el ecosistema hacia el sistema social. Sustitutos de fertilizantes
producidos industrialmente para las relaciones entre las plantas y las bacterias
que fijan el nitrógeno, saturan a los agroecosistemas en vez de trabajar con ellos.
Plaguicidas e insecticidas reemplazan los mecanismos de equilibrio natural, ejercido
por depredadores y parásitos. Las medidas institucionales cada vez más
complejas, por ejemplo, seguros y mercado a futuro, reemplazan métodos de
control de riesgos que poseen una base ecológica.
La importancia
relativa de la las características del agroecosistema varía desde sistemas
agrícolas, que tienden a ser productivos y estables y aún conservan un alto grado
de sustentabilidad, hasta los sistemas de explotación agrícola caracterizados por
alta productividad, pero con baja sustentabilidad y estabilidad. La
investigación agrícola en América Latina se ha concentrado en la agricultura de
zonas templadas en tierras planas, con suelos caracterizados por su alta
capacidad de tampón (buffering) (de Janvry y Dethier 1985, Freire de Souza et
al. 1985, Piñeiro y Trigo 1983). Se han producido paquetes tecnológicos simples
adecuados sólo para ambientes uniformes, organizados de acuerdo a cultivos y
componentes agrícolas específicos, ignorando o trabajando contra los procesos
ecológicos.
Las prácticas
agrícolas modernas también aumentan las distancias entre los procesos sociales
y ecológicos. El desarrollo agrícola convencional ha transformado los lazos
entre productores y consumidores, proyectistas y beneficiarios, investigadores y
los que practican la agricultura con lazos más indirectos y más distantes,
proceso que se puede entender como «distanciamiento». Las decisiones agrícolas
modernas están basadas en señales transmitidas a través de los mercados de
capitales y productos.
Los aumentos de
la producción están respaldados por subsidios desde regiones lejanas, la
mayoría de las veces a través de hidrocarburos fósiles. El manejo del riesgo se
traslada desde los productores individuales a los comerciantes en los mercados regionales
y mundiales, reduciendo el riesgo total a los consumidores, pero aumentando la
vulnerabilidad de los productos individuales. Las tecnologías modernas convencionales
son muy intensivas científicamente hablando, y el conocimiento agrícola es
generado por expertos especializados, que dirigen investigaciones de
experimentos controlados en laboratorios y en estaciones experimentales. La
centralización de las investigaciones en centros de investigación nacionales e
internacionales ha ignorado la diversidad de los medios ambientes locales.
También ha hecho que la programación de la investigación sea muy susceptible a
las presiones políticas externas, en vez de incorporar mecanismos de
retroalimentación de los extensionistas y agricultores en los procesos de
investigación (Piñeiro y Trigo 1983, de Janvry y Deither 1985).
Los esfuerzos
de desarrollo rural y agrícola se han planificado en centros urbanos.
Recientemente
los programas de desarrollo rural dirigidos desde el exterior tomaron la forma
de programas de desarrollo rural integrado (DRI). Los programas DRI fueron motivados
por la aparente falla de los esfuerzos previos de desarrollo para atacar los
problemas de pobreza rural, que actúan en forma aislada de sus contextos
sociales (Lacroix 1985, FAO 1988, Martínez 1990). La complejidad institucional
y los costos para facilitar el desarrollo rural aumentó. Sin embargo, los
programas DRI no pudieron superar las deficiencias de los esfuerzos de desarrollo
que son guiados por fuerzas distantes. Las agencias no lograron implementar los
planes centralmente concebidos y fueron incapaces de llegar hasta los miembros
más pobres de la sociedad.
La
concentración en los componentes técnicos los condujo a descuidar el componente
humano del desarrollo. Carecieron también de una perspectiva a largo plazo en
el desarrollo de actividades para solucionar problemas y fueron ineficaces en
la creación de la capacidad para resolver problemas entre los pobres de las
áreas rurales.
En resumen, la
agricultura moderna incrementa el distanciamiento entre los productores y
consumidores, proyectistas y beneficiarios, investigadores y los que practican la
agricultura. Las prácticas agrícolas desplazan los procesos en el sistema ecológico
en vez de trabajar con ellos. Así, el sistema social debe invertir y mantener mecanismos
institucionales mundiales cada vez más complejos para regular sus interacciones
con el sistema ecológico. Bajo la presión selectiva de las prácticas agrícolas
modernas convencionales, los agroecosistemas y las estrategias agrícolas que
eran únicas a ciertas culturas y ecosistemas, se homogeneizaron en el proceso de
globalización. Esta senda de desarrollo ha probado ser exitosa en países
industrializados y para agricultores del tercer mundo de zonas templadas ricas
en recursos.
La
modernización de la agricultura mediante tecnologías convencionales no ha promovido,
sin embargo, el desarrollo para la mayoría de los agricultores de América Latina.
Las condiciones para el
desarrollo rural en los años 90
Los pobres de
las áreas rurales de América Latina viven en circunstancias muy heterogéneas.
Los ambientes ecológicos locales se extienden en casi todas las 103 zonas de
vida, identificadas por Holdridge (FAO 1988). La población indígena conformada por
cientos de grupos étnicos, constituye una gran parte de los campesinos en
muchos países. Además, la modernización influyó de diferentes maneras en los
medios de vida rurales, transformando y diferenciando el sector campesino
tradicional.
Los medios
ambientes locales en América Latina muestran variaciones significativas (Tabla
2.2). Cada ambiente impone diferentes limitaciones a la producción y brinda
distintas oportunidades para que los agricultores locales exploten la
fertilidad natural. En la mayoría de los países las tierras sin mayores
restricciones para la agricultura moderna, aquellas tierras que tienen un
período de crecimiento de más de 9 meses y no tienen limitaciones físicas o de
fertilidad, son escasas. Los rurales pobres a menudo son empujados hacia
tierras marginales y frágiles, tales como laderas empinadas (de Janvry y García
1988, FAO 1988). Las tierras marginales son tierras que tienen restricciones
ambientales considerables y/o baja productividad si son manejadas con prácticas
agrícolas convencionales (Denevan y Padoch 1987). Las tierras frágiles, son
tierras que sufren un deterioro significativo si no son cultivadas siguiendo principios
apropiados.
La diversidad
en oportunidades y restricciones ecológicas para el desarrollo se ha traducido
en sistemas variados y diferenciados del uso de recursos embebidos por diversas
culturas. Existen más de 460 grupos étnicos en América Latina (FAO 1988).
Bolivia (95%),
Perú (73,1%), Guatemala (81,3%), Ecuador (58,4%) y México (36%) que muestran
una alta presencia de grupos indígenas en las áreas rurales.
Numerosos
estudios de casos hechos por investigadores occidentales han recopilado los
complejos sistemas indígenas de manejo de laderas, suelo, plagas, vegetación, con
los cuales los agricultores tradicionales han hecho un uso efectivo y eficaz de
los ecosistemas locales heterogéneos (Altieri y Hecht 1989, Browder 1989, Gliessman
1990). Sus testimonios demuestran la habilidad única de muchos grupos indígenas
para diseñar estrategias sustentables de sobrevivencia en ambientes complejos en
un juicio de 100 años largos y lleno de errores.
Puesto que los
sistemas agrícolas tradicionales están fuertemente entrelazados con la
organización social, los valores, el medio ambiente y la tecnología, las
presiones sobre esos componentes presentan una grave amenaza a la sobrevivencia
de las poblaciones indígenas y sus estrategias agrícolas.
La
modernización ha aumentado las diferencias entre las personas, dando por resultado
un aumento en la heterogeneidad en las estrategias campesinas de subsistencia.
La tierra y
otros insumos productivos han sido distribuidos en forma dispareja y los grados
de integración al mercado y la disponibilidad de empleos fuera de la explotación
agrícola varía a través de las regiones (de Janvry et al. 1988, FAO 1988, Gutman
1988). Se pueden identificar dos grupos principales entre los pobres rurales de
acuerdo a su acceso a la tierra (FAO 1988): (1) pequeños agricultores, «minifundistas»,
que manejan propiedades basándose en el trabajo familiar y sólo ocasionalmente
buscan oportunidades de empleo fuera de su propio campo. Los minifundios
constituyen la mitad de los campos en la agricultura latinoamericana y un 42%
de la población rural como promedio; (2) los trabajadores sin tierra tienen acceso
limitado o ninguno a la tierra y obtienen sus ingresos de otras fuentes que no son
sus propios terrenos. El número de campesinos sin tierra está aumentando
constantemente (de Janvry et al. 1989). Adicionalmente, las diferencias de edad
y sexo dificultan aún más las estrategias de sobrevivencia hogareña. En años
recientes se ha incrementado considerablemente la participación de la mujer en
la población rural económicamente activa (FAO 1988). Entre un 15% y un 30% de los
hogares rurales tienen como jefe de familia a la mujer. La edad es importante
puesto que hombres y mujeres jóvenes entre los 15 y 24 años, con frecuencia no
encuentran oportunidades de trabajo en las áreas rurales.
La diversidad
ecológica, cultural y socioeconómica se refleja en las diversas estrategias de
sobrevivencia empleadas por los rurales pobres. Para acomodar esta
heterogeneidad, cualquier enfoque al desarrollo rural en Latinoamérica necesita
integrar estrategias tecnológicas y organizaciones flexibles para satisfacer la
necesidad de los pobres en las áreas rurales. No es tan sólo el que el
campesino latinoamericano sea heterogéneo, también ha sido marginado por la
modernización.
Los campesinos
sufren de marginalización económica, política, cultural y ecológica.
Las políticas,
precios y servicios agrícolas gubernamentales, favorecen a los productores mayoristas.
Los intereses campesinos no están adecuadamente representados en el proceso
político. Las barreras lingüísticas y étnicas impiden el acceso de la población
indígena al sistema social, que es dominado por la cultura mestiza. Los pequeños
agricultores han sido conducidos gradualmente a tierras frágiles con grandes limitaciones
para la producción agrícola.
Las permanentes
inclinaciones socioeconómicas e institucionales contra los pobres rurales,
certifican su marginalización política y económica durante las últimas décadas
(de Janvry et al. 1988, FAO 1988). En los años sesenta y setenta durante la industrialización,
se llevaron a cabo políticas de «comida barata» para subsidiar el desarrollo
proveniente de la ciudad. La población rural sirvió principalmente como una
gran reserva de mano de obra para el desarrollo industrial con base en la
ciudad.
Las políticas
que apuntaban al incremento de la producción de productos agrícolas se
inclinaron hacia los hacendados agrícolas medianos y grandes. Durante los años 80,
las tendencias al incremento en la concentración de tierras y en la disminución
del tamaño promedio de las pequeñas explotaciones agrícolas, ha prevalecido. El
acceso diferenciado a los créditos, subsidios de producción y consumo, precios
garantizados, sistemas de otorgamiento de insumos y bienes públicos cedidos por
el gobierno (infraestructura, irrigación, etc.), ha intensificado la dicotomía
existente en la estructura agraria. A finales de los años 80, los minifundios
ocuparon sólo el 3% del total de la tierra agrícola, aunque abarcaban la mitad
de las unidades productivas en la agricultura latinoamericana y el 42% de la
población rural. En el desarrollo latinoamericano, el campesinado ha funcionado
esencialmente como un «gran sector de refugiados que destaca las fallas en el
desarrollo del resto de la economía» (de Janvry et al. 1989).
En América
Latina, como en otras partes del mundo, la modernización ha estado asociada con
industrias y centros urbanos y con una falta de desarrollo de la sociedad agraria
rural, particularmente de las poblaciones indígenas. Las instituciones legales nacionales
han sido un mecanismo de marginalización extremadamente eficaz al reforzar el
predominio de las normas e intereses urbanos (FAO 1988). La población indígena
sufre de una doble discriminación como pobres de áreas rurales y como una cultura
apartada de la cultura predominante. La barrera más visible para la integración
es la del lenguaje. El conocimiento del pueblo indígena no se ha reconocido como
válido por el paradigma científico occidental predominante. En las regiones donde
están concentrados los grupos indígenas prevalecen altas tasas de pobreza y alarmantes
indicadores de bajos estándares de vida (FAO 1988).
El
establecimiento y la imposición de áreas reservadas aún se ven como la mejor
manera para resguardar las culturas indígenas y sus agroecosistemas de las
fuerzas destructivas de la sociedad moderna, en la que no hay espacio para
ellos (LACDE 1990).
La
marginalización económica, política y cultural va a menudo de la mano de la marginalización
ecológica de los rurales pobres que son erradicados a tierras frágiles marginales
(FAO 1988, de Janvry y García 1988). Para esas personas, la pobreza y la degradación
ambiental, se fomentan la una a la otra en un proceso de retroalimentación.
En muchas
áreas, los agricultores de pocos recursos abandonan sus prácticas sustentables,
empujados por la comercialización de la producción agrícola y el dominio de
técnicas agrícolas modernas. Pierden el conocimiento y la base de los recursos
que sustentó la producción agrícola por siglos. Con frecuencia, los pobres son
erradicados a áreas que ecológicamente son inservibles para el cultivo o que
son extremadamente frágiles, tales como zonas áridas o regiones con tierras de
laderas escarpadas. Debido a la presión económica para sobreutilizar la base de
los recursos, estos campesinos caen en un círculo vicioso de daño ecológico del
medio ambiente que los mantiene. Mientras actúan racionalmente en relación a
los cambios en su condición socioeconómica y/o física, sus acciones inhiben su
propia reproducción en el largo plazo.
La
marginalización resalta dos aspectos importantes del sector rural en América
Latina. En
primer lugar, los campesinos son agricultores de pocos recursos no sólo en un
sentido ecológico, sino que también socioeconómico; sus condiciones de vida están
sustentadas por algunos recursos económicos, políticos y culturales. Los estabilizadores
ecológicos o socioeconómicos que protegen las condiciones de vida campesina de
las perturbaciones provocadas por los cambios en su ambiente ecológico y
social, son débiles. En segundo lugar, las fuerzas distantes y externas
impactan fuertemente y deforman la coevolución local entre el ecosistema y el
sistema social, puesto que los campesinos están excluidos de una verdadera
participación en los procesos económicos, sociales y culturales que los
afectan.
La aparición de las ONGs
agroecológicas
Las
deficiencias de las estrategias de desarrollo agrícola convencional requieren
de un enfoque más amplio hacia el desarrollo rural. En América Latina, las ONGs
agroecológicas se han desarrollado centrándose alrededor de un entendimiento agroecológico
de los sistemas agrícolas (Tabla 2.3). Aunque muchos proyectos carecen d
evaluaciones oficiales, existen sólidas pruebas de que las ONGs han producido y
adaptado innovaciones tecnológicas que contribuyen significativamente a mejorar
las condiciones de vida de los campesinos (Altieri 1992, Thiele et al. 1993,
Bebbington y Thiele 1993). Las innovaciones tecnológicas de las ONGs a menudo
han sido restringidas por la carencia de técnicos expertos, forzándolas a
buscar la ayuda de otras ONGs, organismos del sector público o manifestándose
como deficiencias en los proyectos. Aún así los proyectos agroecológicos han
incrementado la seguridad alimenticia de los campesinos, han reforzado la
producción de subsistencia, han generado recursos de ingreso y han mejorado la
base de los recursos naturales. Ellas
han logrado estos éxitos con la ayuda de
estructuras institucionales innovadoras y de metodologías novedosas para
trabajar con comunidades rurales.
Las ONGs
agroecológicas han desarrollado un método para la generación y divulgación de
la tecnología, que genera nuevos conocimientos y ayuda a adaptar la información
técnica a las estrategias de subsistencia campesina. Los objetivos de las ONGs en
los programas de investigación y desarrollo, incluyen:
1. El
mejoramiento de la producción de alimentos básicos.
2. El uso
eficiente de recursos locales y la reducción de insumos externos.
3. El rescate y
la reevaluación de sistemas agrícolas indígenas.
4. El
incremento de la diversidad de cultivos y animales.
5. El
mejoramiento de la base de los recursos naturales (Altieri y Yurjevic 1991).
Las ONGs siguen
generalmente un planteamiento integral que combina el desarrollo y la
divulgación tecnológica, con otras actividades que apuntan a atacar otros factores
que restringen el desarrollo de las condiciones de vida de los campesinos.
Por ejemplo,
algunas dan créditos, tratan de fortalecer las capacidades organizativas de los
campesinos, exploran las oportunidades de mercado y entregan servicios de salud
preventiva.
Desde una
perspectiva institucional, las ONGs agroecológicas funcionan como instituciones
intermediarias que forjan lazos entre el campesinado, por un lado, y el gobierno
e instituciones donantes, por otro. Aunque algunas ONGs trabajan para desarrollar
sistemas mejorados de cultivos para la producción comercial la mayoría de las
ONGs entregan servicios a campesinos que subsisten pobremente, viviendo en situaciones
ecológicas y socioeconómicas muy heterogéneas. Ellas han sido guiadas por un
compromiso explícito de participación y fortalecimiento de los pobres en áreas rurales.
Con frecuencia las ONGs concitan a la agroecología, su agenda tecnológica y a
la participación, como íntimamente conectadas, lo que conduce a un proceso de desarrollo
autosustentado basado en la capacidad técnica y organizativa propia de los
campesinos. En su trabajo de base, ellas han experimentado con metodologías nuevas
de investigación y desarrollo agrícola participativo, combinando
investigaciones aplicadas en estaciones de investigación, estudios de campo y
difusión tecnológica.
Su proximidad a
los beneficiados les ha permitido sensibilizarse ante las necesidades de los
pobres de áreas rurales, contratando en forma progresiva a un gran número de
profesionales universitarios. Crearon la capacidad para llevar a cabo un trabajo
y/o investigación agrícola aplicado en varias regiones de sus países.
Las ONGs
promueven sus programas agroecológicos de múltiples formas. Además de
suministrar investigaciones agrícolas independientes y proyectos de desarrollo rural,
las ONGs agroecológicas divulgan sus tecnologías a otras ONGs y organismos gubernamentales
de extensión. Por ejemplo, algunas ONGs entrenan personal de organismos
gubernamentales de otras ONGs y paratécnicos de comunidades rurales, los cuales
no se encuentran incluidos directamente en sus programas agroecológicos de
desarrollo. En algunos países, las ONGs se han convertido en instituciones
bastante poderosas e intentan abogar por cambios en las políticas gubernamentales
a nivel nacional, regional y local. Trabajan también para influenciar la agenda
de investigación de organizaciones agrícolas de investigación nacionales e internacionales,
las prioridades de financiamiento de las agencias donantes internacionales y
los currículums universitarios. Para estos propósitos y para coordinar
actividades de capacitación técnica e investigación, las ONGs han implementado
redes nacionales, regionales e internacionales, tales como el acuerdo de Colina
en Chile, la red AS-PTA en Brasil y el CLADES en todo América Latina. En
respuesta a estos esfuerzos algunos agentes donantes tales como la Interamerican Fundation
(EE.UU.) y el ICFID (Canadá), han
reorientado sus prioridades de financiamiento hacia la agroecología. La agroecología
también ha llegado hasta las universidades latinoamericanas y a los programas
de investigación de los centros de investigación internacionales (Bebbington y
Thiele 1993).
La Agroecología en el desarrollo coevolucionista
La
heterogeneidad y marginalización de las estrategias de subsistencia de los
campesinos desafía cualquier enfoque al desarrollo rural en América Latina. Las
ONGs que aplican métodos agroecológicos, han respondido a este desafío con una
perspectiva tecnológica que es radicalmente diferente del desarrollo agrícola
convencional. Las tecnologías agroecológicas fortalecen los procesos ecológicos
autóctonos en vez de pasar por encima de ellos. Las estructuras institucionales
que sustentan la investigación y el desarrollo, reenlazan el sistema social al
sistema ecológico para permitir la coevolución local. La agroecología inicia el
desarrollo agroecológico coevolucionista mediante los siguientes procesos:
1.
Conceptualizando la agricultura como un proceso que sigue principios
ecológicos, provee nuevos conocimientos sobre el comportamiento y manejo de
distintos agroecosistemas.
2. El poder se
distribuye en el sistema social a través de las instituciones descentralizadas y
de la participación popular.
La tecnología
agroecológica es receptiva a la heterogeneidad de las condiciones locales para
la agricultura en América Latina. Los agroecólogos buscan dirigir
investigaciones sobre los principios ecológicos que gobiernan el campo
agrícola. Ellos esperan que las investigaciones sirvan para entregar pautas
generales, pero no recomendaciones en detalle, para el diseño y manejo de
agroecosistemas. Por ejemplo, realizando estudios de casos sobre el manejo de
malezas, los agroecólogos intentan determinar principios ecológicos generales
que regulan la dinámica de las malezas y las interacciones de éstas en los
agroecosistemas. Los hallazgos ayudan a establecer planteamientos para analizar
combinaciones específicas de cultivo/maleza en agroecosistemas locales y para
desarrollar directrices flexibles en el diseño de sistemas agrícolas. Los
agroecólogos pueden traducir, para cada circunstancia, los principios generales
que regulan la dinámica de las malezas en recomendaciones apropiadas para
condiciones locales específicas. De esta forma, la investigación agroecológica
es capaz de desarrollar y adaptar tecnologías a condiciones ecológicas marginales.
Los
agroecólogos reemplazan el predominio de la tecnología extranjera con
tecnologías que se adaptan a condiciones ecológicas locales y específicas, así
como también a variaciones en el sistema social. La agricultura campesina no se
transformará, pero su vialibidad bajo las condiciones políticas y
socioeconómicas existentes será mejorada. Así, la agroecología reconoce la
dependencia de los objetivos de producción del contexto cultural y
socioeconómico específico. En el contexto de campesinos de escasos recursos,
esto implica frecuentemente enfatizar la estabilidad y la sustentabilidad de la
producción agrícola y la seguridad alimentaria durante todo el año, en la misma
forma que se enfatiza la productividad. Los agroecólogos han demostrado la
integridad de los sistemas de subsistencia de los campesinos y reconocen sus
subsistemas interdependientes (campos de cultivo, huerto, preparación de alimentos,
empleos fuera del campo, etc.). Los proyectos integran, frecuentemente, las
diferentes etapas de la producción agrícola, apoyando, por ejemplo, a los
agricultores en la compra de insumos.
Con frecuencia,
los agroecólogos tratan de reducir la dependencia de los campesinos de las
fuerzas externas y fortalecer los débiles factores estabilizadores que protejen
a los rurales pobres de cambios perjudiciales inherentes a su medio social.
El énfasis
agroecológico en el uso de los recursos locales disponibles ayuda a reducir la
necesidad de insumos externos controlados por fuerzas externas. Puesto que los
campesinos carecen de la red de seguridad institucional para reducir al mínimo el
riesgo que proteje a la agricultura comercial, la reducción de éstos se
convierte en el objetivo central del diseño agroecológico de un sistema de
producción. Por ejemplo, a menudo los agroecólogos recomiendan reemplazar el
uso de fertilizantes químicos por fertilizantes orgánicos. Lo han hecho de esta
forma por los altos costos monetarios de los productos químicos para los
agricultores de escasos recursos. El uso de fertilizantes orgánicos disponibles
localmente, aumenta la estabilidad y las condiciones de vida de los campesinos
y mejora la productividad de sus tierras en el largo plazo.
Las
instituciones agroecológicas protegen los procesos locales contra las fuerzas disociadoras
distantes para permitir la coevolución local entre los sistemas sociales y ecológicos.
Los campesinos son incorporados al proceso de generación y divulgación de la
tecnología. Generalmente las ONGs son pequeñas y entregan una considerable autonomía
a las decisiones tomadas a nivel local. Aunque los agroecólogos han formado organizaciones
a nivel nacional e internacional, han reconocido explícitamente la necesidad de
salvaguardar la receptividad a las circunstancias locales. La cercanía a los
beneficiarios, a las actitudes y a las capacidades personales, aseguran la
receptividad de los agroecólogos a las necesidades locales mediante flujos de
información recíproca y procesos internos de aprendizaje.
La formación de
instituciones agroecológicas, acerca más a los diferentes actores que
participan en la generación de tecnología y conocimientos. La integración de
los procesos de investigación aplicada, ensayos adaptables, divulgación y uso
de la tecnología, facilitan procesos de retroalimentación más cercanos entre
las diferentes fases de desarrollo y la transferencia de tecnología. Nuevos
conocimientos sobre los sistemas agrícolas e información sobre las condiciones
locales específicas, se generan mediante una mayor interacción entre
agricultores, investigadores y extensionistas.
Los rurales
pobres son reconocidos como actores racionales que han formulado estrategias de
subsistencia como respuesta a las condiciones ecológicas y sociales que los
rodean. Son además considerados como actores claves en la adaptación de
tecnología a su situación específica y las ONGs han desarrollado metodologías
que facilitan su participación en la investigación y el desarrollo.
La
participación de los agricultores se ha convertido en una parte esencial de la investigación
agroecológica y de los proyectos en desarrollo. La habilidad de los agricultores
es un objetivo explícito en la mayoría de los proyectos. Por lo general, la tecnología
agrícola potencializa a los campesinos organizando sus conocimientos agrícolas,
mejorando sus habilidades técnicas y fortaleciendo su capacidad para adaptarse a
nuevas tecnologías. Además, muchas ONGs hacen hincapié en las tecnologías que
fortalecen la capacidad de grupo y capacitan agricultores como paratécnicos.
Por ejemplo, la
divulgación de las innovaciones tecnológicas, se basan generalmente en modelos
de extensión de agricultor a agricultor.
No obstante,
los agroecólogos utilizan dos perspectivas diferentes para la participación de
los campesinos en sus proyectos (Sikor 1994). Algunas ONGs buscan que los
campesinos se involucren activamente en sus proyectos, dado que la tecnología agroecológica
es intensiva en cuanto a la información. Los campesinos participan de ensayos
en el campo y los investigadores tienen contacto directo y frecuente con los campesinos
participantes. Otras ONGs consideran el desarrollo de la capacidad de los
campesinos para adaptar innovaciones tecnológicas muy importantes en la
transferencia de nuevas tecnologías. Ellas trabajan principalmente a través de
organizaciones locales, dándoles a los campesinos la posibilidad de influir en
la distribución de recursos del proyecto. En ambos casos, las ONGs
agroecológicas han conectado con éxito el sistema ecológico y social para
permitir la coevolución local. La fuerza se redistribuye en el sistema social
hacia el nivel local. En el primer caso, sin embargo, las ONGs agroecológicas
serán indispensables para el funcionamiento a largo plazo del sistema,
requiriendo acuerdos institucionales muy complejos y costosos para sustentar la
agricultura campesina. En el segundo caso, las ONGs son cruciales en la creación
de un ambiente positivo que permita que se lleve a cabo el fortalecimiento.
A la larga, sin
embargo, el poder se redistribuye entre los campesinos, fortaleciendo su
capacidad de dirigir la coevolución local entre sistemas ecológicos y sociales,
de una manera tal que mantiene la retroalimentación positiva neta entre ambos
sistemas a través del tiempo.
Conclusiones
Es ingenuo
presumir que si algo falla en la agricultura esto se puede corregir siguiendo su
curso actual en forma más rápida o perseguir en forma intensa el paradigma del desarrollo
convencional. Tampoco se pueden adaptar los métodos convencionales ya
existentes para solucionar los nuevos problemas. Verdaderamente la agroecología
es un enfoque diferente al desarrollo agrícola, puesto que está basada en
premisas filosóficas más amplias que la agricultura convencional. No rechaza
las actuales premisas dominantes, pero sí las modera con formas adicionales de
comprender la explotación agrícola e implementando cambios rurales. Más aún, el
ser metodológicamente pluralista confronta el hecho de que la lógica múltiple
entrega más respuestas y que los juicios experimentales, como la toma de
decisiones comunitarias, son necesarios para determinar qué cambios deben
introducirse.
Se ha
argumentado que un paradigma coevolucionista de desarrollo puede complementar el
enfoque agroecológico. Por supuesto otros paradigmas también entregarán discernimientos
útiles. No obstante, la fortaleza de los paradigmas coevolucionistas parece
identificar alguna de las diferencias claves entre la agroecología y la
agricultura convencional. El paradigma ilustra muy fácilmente la manera en que
están entrelazados los sistemas ambiental y social, cada uno reflejando al
otro, aún más, cada uno cambia en su respuesta al otro. Esto nos ayuda a
entender porqué los cambios sociales y ambientales deben producirse al unísono.
Demuestra fácilmente porqué los agroecólogos prefieren readaptar los sistemas
agrícolas existentes en vez de volver a diseñar radicalmente la agricultura. Más
aún, la perspectiva coevolucionista da
legitimidad al conocimiento de los agricultores y ayuda a explicar el porqué
deben incluirse en los cambios propuestos para ayudarlos.
Las tecnologías
e instituciones que utilizan un enfoque agroecológico poseen un potencial
significativo para resolver los problemas de la pobreza rural, inseguridad alimentaria
y deterioro ambiental. Mientras gran parte del éxito de la agroecología ha
ocurrido en los países en desarrollo, muchos de los mismos problemas ocurren en
los países desarrollados, donde un enfoque agroecológico también debiera
sustentar comunidades rurales.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
PUEDES DEJAR AQUÍ TU COMENTARIO