Capítulo 7
Programas de desarrollo
agrícola con base agroecológica
La crisis de la mayoría de
las economías de los países en desarrollo han tenido grandes costos sociales y
ambientales. Pese a los numerosos proyectos de desarrollo patrocinados a nivel
nacional e internacional, los problemas de pobreza, escasez de alimentos,
desnutrición, el deterioro de la salud y la degradación siguen expandiéndose (Altieri
y Masera 1993). En la medida que los países en desarrollo son introducidos a
las disposiciones internacionales existentes estos cambian sus políticas para cumplir
con una deuda sin precedentes, y los gobiernos adoptan cada vez más modelos económicos
neoliberales que promueven la agro-exportación. A pesar de que este modelo de
hecho parece tener éxito en algunos países a nivel macroeconómico, la
deforestación, la erosión del suelo, la contaminación por industrias y
plaguicidas, y la pérdida de la biodiversidad (donde se incluye la erosión
genética) exhiben tasas alarmantes y no se incluyen en los indicadores
económicos. Hasta donde se sabe, no existe un sistema claro que evalúe los
costos ambientales de dichos modelos.
La crisis ha demostrado que
las estrategias convencionales de desarrollo están fundamentalmente limitadas
en su capacidad de fomentar un desarrollo equitativo y sustentable (Altimir
1982, Annis y Hakim 1988). Al final, el resultado de la mayoría de los
programas de desarrollo ha sido lo que se ha denominado «crecimiento con pobreza».
En el ámbito de la agricultura, la modernización ha seguido su curso en ausencia
de una distribución eficaz de tierra, y los programas de
investigación/desarrollo han dado énfasis a la producción con altos niveles de
insumos, factores que contribuyeron a los problemas ambientales en la región
(Redclift 1989). Un importante problema tecnológico de los proyectos de
desarrollo es aquél relacionado con las recomendaciones globales que
frecuentemente demuestran ser inadecuadas para las condiciones de ciertos
predios campesinos (de Janvry 1981). Las diversas formas de agricultura existentes en los países del
tercer mundo son la resultante de las variaciones locales del clima, del suelo,
del tipo de cultivos, de factores demográficos, de las organizaciones sociales
y también de otros factores económicos directos: precio, mercado y
disponibilidad de capital y crédito. Se requiere un método integrado que responda
a estas complejas interacciones. Los sistemas de cultivo y las técnicas
adaptadas a agrosistemas específicos darán por resultado una agricultura más
diferenciadas, basada en variedades genéticas mejoradas y tradicionales junto
con las técnicas e insumos locales y con cada combinación encajando en el
correspondiente nicho ecológico, social y económico. Sin embargo en vez de
insistir con paquetes tecnológicos, que son específicamente localistas, se
debieran desarrollar técnicas agroecológicas, adaptables a una amplia gama de
entornos agrícolas heterogéneos y circunstanciales que realmente ofrezcan
opciones y beneficios (Figura 7.1). Es difícil llevar a cabo un desarrollo
agrícola sustentable, porque los arreglos institucionales, las fuerzas del
mercado, las políticas y los esfuerzos en la investigación no fomentan este
desarrollo. Por lo tanto, el principal desafío es la creación de una nueva
política que reduzca los costos agrícolas en los recursos y promueva una
sustentación social y ecológica. Aún cuando las nuevas políticas son un
requisito importante para la promoción del desarrollo rural sustentable (SRD)
en la región, todavía no es suficiente.
Otros problemas, como la
deuda externa, la pobreza, la distribución poco equitativa de recursos, la
ausencia de políticas internacionales y tecnologías apropiadas, constituyen obstáculos
importantes para el SRD. Cualquier estrategia básica para lograr el
asentamiento del SRD se debe adecuar a las principales prioridades de
desarrollo de la región ( Gallopin et al. 1989, LACDE 1990):
• Reducción de la pobreza.
• Autosuficiencia y
abastecimiento de alimento apropiado.
• Conservación de los
recursos naturales.
• Capacitación de las
comunidades locales y participación real de los pobres rurales en el proceso de
desarrollo.
Los principales programas
básicos de desarrollo patrocinados a nivel nacional e internacional deben dar
prioridad a estos puntos; dado que no llegan a los pobres ni solucionan el
hambre y la desnutrición. Por tal motivo, el gran desafío es crear una nueva
estructura política que incremente el desarrollo agrícola sustentable y los
esfuerzos de conservación a través de la promoción de tecnologías
agroecológicas que se dirijan a:
• aumentar la productividad
agrícola de la tierra y mano de obra para satisfacer las necesidades de
alimentación, incrementar los ingresos rurales y controlar el avance de las
fronteras agrícolas;
• introducir la
racionalidad ecológica en la agricultura para racionalizar el uso de insumos
químicos, complementar programas de cosecha de aguas, y conservación de suelos,
planificando la agricultura según la capacidad de uso del suelo de cada región
y fomentar el uso eficaz de agua, bosques y otros recursos no renovables;
• coordinar las políticas
agrícolas y ambientales/económicas relacionadas con los precios, la política de
los impuestos, la distribución y el acceso a los recursos, a la asistencia
técnica, etc.
Enfoques de programas para el desarrollo rural
El fracaso de los métodos
principales de desarrollo legitimó el papel de las organizaciones no
gubernamentales (ONG) como nuevos actores en el desarrollo rural del tercer
mundo. Las experiencias rurales de desarrollo llevadas a cabo a nivel local por
las ONGs, abrieron nuevos caminos para enfrentar directamente la pobreza. Las
ONGs pusieron a prueba la afirmación de que el desarrollo social sólo se podría
realizar, desde la cúpula gubernamental. Estas organizaciones representan
también un acuerdo institucional que enriquece la sociedad civil al abrir
nuevos espacios para la participación social. La necesidad urgente de combatir
la pobreza rural y de regenerar la deteriorada base de recursos de pequeños
predios, estimuló a varias ONGs del mundo en desarrollo, a buscar activamente
nuevos tipos de estrategias de manejo de recursos y de desarrollo agrícola que,
conforme a la participación, experiencia y recursos locales, incremente la
productividad y, al mismo tiempo, conserve los recursos.
El conocimiento de los
agricultores locales acerca del ambiente, las plantas, los suelos y los
procesos ecológicos tiene un significado sin precedentes dentro de este nuevo
enfoque agroecológico (Altieri y Yurjevic 1991). La agroecología ha ayudado a
las ONGs a definir una nueva aproximación agrícola al proceso productivo de los
campesinos que difiere radicalmente de la Revolución Verde
o de otros enfoques de altos insumos (Tabla 7.1).
Se ha logrado un
considerable progreso gracias a la aparición de dos nuevos procedimientos de
evaluación: técnicas de evaluación rural rápida (RRA) y contabilidad de los
recursos naturales (NRA). Las técnicas NRA incorporan las exterionalidades
ambientales dentro de un análisis convencional de costo beneficio y pueden
usarse para evaluar las utilidades de los sistemas alternativos de producción
agrícola cuando se contabilizan con recursos naturales (Faeth et al. 1991). Las
técnicas RRA constituyen un paso importante hacia el diseño de procedimientos
alternativos de evaluación de abajo hacia arriba. Estas técnicas ponen énfasis
en la presentación y reunión informal de información para ayudar al proceso de
participación entre los investigadores y residentes locales. Además, son
evaluadas de acuerdo a criterios muy generales sobre las preocupaciones
sociales, económicas y ambientales, como lo han expresado los residentes
locales (Conway y Banbier 1990).
Pese a dicho progreso, se
han hecho sólo muy pocos intentos para cuantificar los impactos de las
estrategias agroecológicas. Este hecho refleja la falta de interés y capacidad
que tienen las instituciones de investigación existentes en la región. Las ONGs
se dedican más a actuar en lugar de investigar, y funcionan con el mínimo de
fondos en comparación con las instituciones gubernamentales o internacionales.
Sin embargo, diversas ONGs han realizado esfuerzos modestos para investigar, y
han entregado importante información acerca de cómo y por qué funcionan sus
técnicas y qué beneficios logran. Muchas ONGs también están conscientes de la
necesidad de mejorar sus capacidades metodológicas y técnicas. Por eso también
reconocen lo importante que es educar y capacitar a nivel regional. Ya han surgido
algunas redes de trabajo para apoyar los esfuerzos en este aspecto (CLADES)
(Altieri y Yurjevic 1989).
Los esfuerzos de las ONGs
no están libres de obstáculos y limitaciones. Estas organizaciones también
difieren bastante en cuanto a objetivos, tamaños, estructuras internas,
experiencias sociales y técnicas. Para aquellas ONGs comprometidas en la
realización de propuestas agroecológicas, el mayor desafío es promover
alternativas de producción que no sólo sean ecológicamente acertadas, sino
además, económicamente beneficiosas. Los ingresos de las familias no sólo
dependen de lo que los campesinos o las ONGs puedan hacer, sino que
principalmente en las macro condiciones generales con que funciona la
producción campesina; bajo las cuales podría servir de ejemplo a otros como un
proceso de difusión tecnológico gota a gota . Los agroecologistas enfatizan en
el sentido de que si realmente deseamos que el desarrollo vaya hacia arriba se
debe comenzar con aquellos agricultores pobres en recursos, ubicados en la parte
inferior de la gradiente (Figura 7.2).
El enfoque agroecológico es
culturalmente compatible, dado que se basa a partir del conocimiento agrícola
tradicional, combinándolo con los elementos de la ciencia agrícola moderna. Las
técnicas resultantes son ecológicamente acertadas, pues no transforman ni
modifican de manera radical el ecosistema del campesino, pero sí identifican
los elementos tradicionales y/o nuevos del manejo que, una vez incorporados,
optimizan la unidad de producción. Enfatizando el uso de los recursos locales
hace que las tecnologías agroecológicas sean económicamente más viables
(Altieri 1987).
En términos prácticos, la
aplicación de los principios agroecológicos se ha traducido en cientos de
programas de ONGs que ponen énfasis en:
Mejorar la producción de
los alimentos básicos, abarcando los cultivos tradicionales de éstos (Amaranthus,
Quinua, Lupino, etc.) y la conservación del germoplasma nativo
del cultivo.
Recuperar y revaluar la
tecnología y el conocimiento del campesino.
Promover el uso eficaz de
los recursos locales (tierra, mano de obra, subproductos agrícolas, etc.).
Aumentar la diversidad de
cultivos y animales mediante los policultivos, los sistemas agroforestales, los
predios integrados de cultivo-ganado, para reducir al mínimo los riesgos.
Mejorar la base de los
recursos naturales a través de las prácticas de regeneración y conservación del
suelo y del agua.
Reducir el uso de insumos
químicos externos mediante el desarrollo de pruebas e implementación de
técnicas de agricultura orgánica y otras de bajos insumos.
Determinación de los impactos del enfoque
agroecológico
Pese a la falta de
información agrícola suficiente y, en algunos casos, confiable, las primeras
evaluaciones cualitativas de algunos programas de las ONGs muestran que los
esquemas agroecológicos se han traducido en beneficios tangibles para las
poblaciones locales, dado que la producción de alimento ha aumentado, la
calidad de los recursos naturales ha mejorado y aún regenerado y, además, a los
recursos locales se han empleado con mayor eficacia (Tabla 7.2). El nivel de
éxito de los programas mencionados es loable, dadas las restricciones
biofísicas y socioeconómicas bajo las cuales funcionan las ONGs. Estas
restricciones varían, desde la falta de oportunidad de acceder a tierras y a
los bajos ingresos de las familias campesinas, hasta las limitaciones
biofísicas de los agroecosistemas tales como sequías, heladas, suelos
marginales, etc. Al determinar los impactos de los programas agroecológicos,
una limitación principal es la ausencia de una metodología apropiada de
evaluación y una serie de indicadores socioeconómicos adecuados para juzgar el
éxito, la durabilidad, la adaptabilidad y la viabilidad del proyecto. Existe
una urgente necesidad de indicadores que señalen cuáles son las decisiones
claves para mejorar, reorientar y/o expandir los esfuerzos actuales. Tales
indicadores deberían permitir que los proyectos de desarrollo fueran
contrastados en términos de capacidad productiva, mejoramiento de la calidad de
los recursos locales, la preservación ambiental, satisfacción de las
necesidades humanas, equidad en los beneficios y el crecimiento de la
autosuficiencia regional o local, entre otros criterios de relevante
importancia. El éxito a largo plazo de estas ONGs dependerá de la creación de
las condiciones socioeconómicas correctas requeridas para una replicabilidad
masiva de las estrategias agroecológicas (Altieri y Yurjevic 1991).
A pesar de los diversos
adelantos, los esfuerzos de desarrollo rural para aliviar la pobreza se han
logrado con relativo éxito. Una razón principal es que han intentado
contrarrestar un ambiente en el cual sus constituyentes tienen poco acceso a
los recursos políticos y económicos y, además donde los sesgos institucionales
prevalecen contra la producción campesina. Es difícil llevar a cabo el
desarrollo rural donde la tenencia de tierras es muy soslayada, o donde los
acuerdos institucionales (es decir, crédito, asistencia técnica, etc.) y los
factores del mercado, favorecen al sector agrícola empresarial (de Janvry et
al. 1987). Las políticas plantean muchos obstáculos que impiden a los
campesinos competir adecuadamente en el mercado, limitando las oportunidades
para que la estrategia agroecológica sea adoptada a nivel familiar. La
eliminación de estas restricciones políticas debe ocurrir al menos en 3 áreas:
Eliminación de las
propensiones institucionales a prohibir el acceso de los campesinos a créditos,
investigaciones y consejos técnicos
Eliminación de la eterna
subinversión social en las comunidades campesinas en educación, salud e
infraestructura
Eliminación del subsidio al
capital intensivo y a la agricultura basada en agroquímicos.
Además, será importante
crear un clima político que mejore las condiciones de comercialización para la
producción campesina, otorgando competencia a los intermediarios monopolistas,
y que permita a los campesinos captar las bondades que una agricultura
campesina sustentable puede producir. Este cambio requerirá definir políticas adecuadas
de impuestos para combatir a aquellos intermediarios que sacan ventaja de los
esfuerzos de los campesinos. Este tipo de política económica podría ayudar a
crear subsidios para motivar a los campesinos a adoptar prácticas agrícolas sustentables
(de Janvry et al. 1987).
Ejemplos de programas
Cultivo en callejones en
Africa
En el Africa tropical
húmeda, aún dominan los sistemas de cultivo migratorio y barbecho de arbustos
(Capítulo 6). El aumento de la población y el desarrollo de una agricultura más
sedentaria ha conducido a acortar los períodos de barbecho, provocando una
rápida disminución de la fertilidad del suelo y el rendimiento del cultivo.
Con el fin de restablecer
la fertilidad del suelo, estas áreas requieren sistemas de cultivo basados en
el uso de especies leguminosas. En Nigeria, Wilson y Kang (1981) desarrollaron
un sistema de cultivo en callejones, un método avanzado de barbecho en el cual
se plantan especies de árboles o arbustos leguminosos seleccionados asociados con
cultivos alimenticios a fin de acelerar la regeneración de los nutrientes del
suelo, acortando el período de barbecho. En el sistema de callejones, los
árboles y arbustos proporcionan abono verde para los cultivos asociados y el
material de la poda sirve de mulch y sombra durante el barbecho para evitar las
malezas. Dicho material sirve también, como alimento para los animales, como
estacas y como leña (Kang et al. 1984). Es así que el cultivo en callejones es
un sistema de uso múltiple.
En estos sistemas, los
cultivos crecen en callejones (de cuatro metros de ancho) constituidos por
árboles o arbustos. Las pruebas en que se intercaló Leucaena leucocephala con
maíz mostraron aumentos sustanciales en la producción del cultivo. El nitrógeno
de las hojas proveniente de la poda de Leucaena, puesto o incorporado al
suelo, contribuyó a un significativo incremento del 23 % en el rendimiento del
maíz, después de el control. Las hileras simples y dobles de Leucaena agregaron
a las plantas de maíz, un promedio de 100 y 162 Kg. de nitrógeno por hectárea
respectivamente.
Un seto bien establecido de
Leucaena puede producir de 15
a 20 toneladas de material fresco de poda (5 a 6,5 toneladas de materia
seca) por hectárea cinco veces al año. Tres podas produjeron más de 160 Kg. de nitrógeno, 15 Kg. de fósforo, 150 Kg. de potasio, 40 Kg. de calcio y 15 Kg. de magnesio por
hectárea al año.
Las evaluaciones del
cultivo en callejones indican que para una estabilización adecuada de los
sistemas de cultivo migratorio es necesario permitir un descanso efectivo o
barbecho, acompañado por una serie de mejoras durante el período de cultivo que
disminuyan la erosión y ayuden a mantener el suelo fértil.
Otros intentos por
estabilizar los sistemas de cultivo migratorio a nivel mundial sugieren el
siguiente bosquejo para alcanzar la sustentabilidad (NRC 1993):
1. Respeto al conocimiento
local sobre las prácticas de cultivo, el empleo de variedades locales, el uso
del fuego, el manejo del suelo y la manipulación del período de barbecho.
2. Desarrollo de sistemas
que se adhieran estrictamente a las prácticas de cultivo y barbecho que
mantienen la fertilidad del suelo. La cantidad de tiempo que se requiere para
volver a sembrar un área depende de las condiciones locales, tales como precipitaciones,
condiciones del suelo y el tipo de cultivo, pudiendo variar desde unos pocos
años hasta 30 ó 40 años.
3. Desarrollo y
perfeccionamiento de las prácticas de manejo de la materia orgánica que mejoran
la onservación del suelo y del agua durante el período de cultivo con el
propósito de reducir la pérdida de fertilidad, aumentar el rendimiento de los
cultivos y acelerar la recuperación del sistema durante el siguiente periodo de
barbecho. La clave para alcanzar el éxito radica en mantener una continua
cubierta del suelo durante todo el ciclo de cultivo. Esto se puede lograr
mediante la labranza mínima, la aplicación de mulch, el cultivo de cobertura y
el cultivo múltiple.
4. Diversificación de los
sistemas de cultivo con el fin de intensificar la producción de especies
útiles, disminuyendo así la necesidad de plantaciones adicionales. Dicha
diversificación se puede lograr mediante variados arreglos en los cultivos
múltiples.
5. Desarrollo de sistemas
de barbecho dirigido, mediante la introducción –intencional de plantas de
barbecho que acumulan nutrientes en su biomasa a un ritmo mayor que el barbecho
natural, permitiendo la cosecha de materiales útiles o comestibles provenientes
de la segunda crecida.
Al estabilizar los sistemas
de cultivo intercalado a un nivel de producción capaz de sustentar los
rendimientos, de satisfacer las necesidades poblacionales locales y respetar la
importancia de un barbecho adecuado, se obtienen beneficios tanto ecológicos
como sociales. Se reduce al mínimo la erosión del suelo, la pérdida de fertilidad
y la invasión de malezas, lo que incentiva a los habitantes de una localidad a
permanecer en ella.
Promoviendo sistemas de
agricultura integrada en Bangladesh
En proyectos fomentados por
ICLARM (Centro Internacional de Manejo de los Recursos Acuáticos Vivientes) los
científicos ayudaron a las instituciones locales en Bangladesh a desarrollar
tecnologías de acuicultura sustentable concordantes con los recursos de las
familias campesinas y con los sistemas agrícolas existentes. Las tecnologías
permitieron ciclos de acuicultura cortos (4 a 6 meses) en pequeños estanques estacionales
(100 - 200 m2) usando peces del tipo Puntius
gonionotus y Oreochromis niloticus integrados al sistema productivo
agrícola actual.
Los agricultores han
expresado su satisfacción por la integración de la acuicultura con otros
trabajos del predio y piensan continuar y divulgar estas prácticas. Sus razones
para hacerlo así van más allá del dinero o del alimento. El esparcimiento y la
relación social impulsaron el sistema entre los campesinos, como también la
provisión de ingresos para otras empresas y el retorno rápido y creciente del
negocio del pescado. Los campesinos pueden producir peces a un precio levemente
inferior al del mercado, US$ 0,12 - 0,30 el Kg. Algunos campesinos con acequias
estacionarias de tan sólo 170
m2 puedan llegar a producir 25 a 30 Kg. de pescado en los 4 a 6 meses que se puede contar
con agua. Un estanque de unos 300
m2 le puede dar a una familia de 6 personas en consumo
anual de pescado equivalente a 7.9
Kg. per cápita.
Este trabajo está ayudando
ahora a las O NG, como por ejemplo el Comité de Avance Rural de Bangladesh
(BRAC) en la ciudad de Proshika, a asesorar a más de 30.000 piscicultores, de
los cuales cerca de un 60% son mujeres que han usado en forma negligente los
tanques de temporada y las acequias. La aceptación femenina de la acuicultura
integrada no sólo potencia a la mujer campesina sino que también mejora el
aspecto nutricional de la familia. Un 98% de tasa de rescate del crédito prueba
su éxito (Lightfoot et al. 1992).
Empleo del estiércol en
la agricultura Andina Boliviana
Al igual que en la mayoría
de las regiones andinas, la dieta principal de la población rural Boliviana
consiste en papas y maíz. La colonización española y la reciente reforma
agraria han cambiado radicalmente el sistema agrícola incaico. El empleo de
fertilizantes importados en el cultivo de papas se extiende cada vez más, lo
que implica que las papas se siembran con más frecuencia y la tierra se deja en
barbecho por menos tiempo. Todo esto puede provocar una mayor incidencia de
nemátodos y enfermedades de las plantas, aumentando, como consecuencia, el uso
de pesticidas.
El promedio de la
producción de papas disminuye, a pesar del 15 por ciento de aumento anual en el
empleo de fertilizantes químicos. Debido al incremento en el costo de los
fertilizantes, los agricultores paperos deben producir más del doble de papas que
en años anteriores para comprar la misma cantidad de fertilizantes importados (Augstburger
1983).
De este modo, los
campesinos Bolivianos dependen cada vez más de los productos químicos
agrícolas. Los miembros del Proyecto de Agrobiología de Cochabamba, ahora
denominado AGRUCO, intentan revertir esta tendencia, ayudando a los campesinos a
recuperar su autonomía productora. Con el fin de reemplazar la utilización de
fertilizantes y satisfacer los requerimientos de nitrógeno de las papas y
cereales, se han diseñado sistemas de rotación y de cultivo intercalado que
emplean las especies nativas Lupinus mutabilis. Los experimentos han
revelado que L. mutabilis puede fijar anualmente 200 kg. de nitrógeno por
hectárea, lo que resulta parcialmente disponible para los cultivos de papas
asociados o subsiguientes, reduciendo por tanto de manera significativa la
necesidad de fertilizantes (Augstburger 1983). El cultivo intercalado de
papa/lupino y papa/frijol superó el rendimiento correspondiente de los
monocultivos de papas y redujo además sustancialmente la incidencia de
enfermedades virales.
En experimentos llevados a
cabo en suelos neutros, se obtuvo un mayor rendimiento con abono que con
fertilizantes químicos. En Bolivia los abonos orgánicos son deficientes en
fósforo. AGRUCO recomienda entonces la roca fosfórica y la harina de hueso, que
se pueden obtener localmente y a bajo costo, para aumentar el contenido de tal
elemento en los abonos orgánicos.
El proyecto Minka en
Perú
Un grupo de sociólogos bajo
el nombre de Grupo Talpuy, creado por la Fundación de Tecnología Andina, se ha dedicado a
estudiar y recopilar información acerca de las prácticas y sistemas agrícolas
tradicionales utilizados por los campesinos en los Andes peruanos (Brush 1982).
La principal actividad del Grupo consiste en rescatar y registrar las prácticas
agrícolas locales como el cultivo combinado, la fertilización y control de
plagas tradicionales, las rotaciones de cultivo, el empleo de plantas y variedades
de cultivo tradicionales, material que luego publican en una revista de bajo
costo llamada Minka que circula en las áreas rurales (Minka 1981). El grupo también
entrevista a agricultores, agentes de difusión, etc. sobre temas específicos.
Cada edición de Minka trata
un tema diferente basado en estudios de un mes realizados en terreno, con un
lenguaje sencillo e ilustrado con figuras y gráficos.
Entre los temas abordados
se cuentan el cultivo combinado, los cultivos andinos, la medicina botánica
local, la conservación del suelo, las herramientas agrícolas y la construcción
de viviendas a bajo costo. La revista promueve la idea de que muchas tecnologías
eficientes originadas y utilizadas a nivel local, se pueden hacer extensivas a
agricultores de otras zonas. El objetivo es hacer que los recursos,
especialmente el conocimiento, sean ampliamente accesibles. Minka pone énfasis
en la importancia de los recursos locales que se pueden utilizar sin un
conocimiento especializado. De esta manera, los agricultores pueden optar por
técnicas o prácticas que han resultado útiles para otros campesinos con niveles
similares de capital, tierra y recursos naturales. Estudios posteriores
realizados por el Grupo Talpuy revelaron un gran índice de adopción e
intercambio de tecnología (M. Salas, comunicación personal).
Evidentemente, la difusión
de tecnología de campesino a campesino evita algunos de los efectos dañinos
asociados a la transferencia de tecnología externa (degradación ambiental,
interrupción de los patrones de subsistencia y relaciones sociales).
No todos los componentes
productivos tradicionales son efectivos o aplicables, y el Grupo Talpuy está consciente
de la posible necesidad de realizar modificaciones o adaptaciones; sin embargo,
consideran que las bases del desarrollo deben permanecer nativas.
Difusión de las
tecnologías IPM entre los pequeños agricultores arroceros
En Asia, la FAO (Food and Agriculture
Organization) está auspiciando programas de desarrollo para el arroz en ocho
países. Indonesia, China, Bangladesh, India, Tailandia, Vietnam, Filipinas, Sri
Lanka y Malasia. Estos programas han sometido a entrenamiento a cientos de
miles de agricultores con los métodos IPM y han ahorrado millones de dólares en
pesticidas, para no mencionar los beneficios relacionados con la salud y el
medio ambiente (Stone 1992).
La propuesta consiste en
crear Escuelas Agrícolas de Campo los cuales ayudan a los agricultores a
controlar sus operaciones, enseñándoles acerca de la agroecología del arroz.
Esto los ayuda a tomar, por sí solos decisiones agrícolas de más peso liberándolos
de la dependencia del agente de extensión agrícola.
Los agricultores asisten a
la escuela de campo una vez a la semana durante el ciclo completo de la
cosecha, de 10 a
12 semanas, a fin de identificar plagas y depredadores, estudiar sanidad
vegetal, manejo de aguas, y los efectos del tiempo sobre el ciclo de las
plagas. Usando estos conocimientos y sus experiencias, cada grupo administra un
predio experimental en donde se pueden aplicar y evaluar los métodos de IPM.
La respuesta de los
agricultores hacia los colegios ha sido entusiasta. En realidad el IPM ha
llegado a ser un conocimiento social entre los agricultores arroceros, dando a
conocer sus técnicas de persona a persona, método sin precedente en otro
programas de extensión. Por ejemplo en Bangladesh, muchos líderes de aldeas y
funcionarios públicos se han adscrito abiertamente al programa. Los
agricultores que reciben el entrenamiento del IPM, gastan un 75% menos en
pesticidas que sus contrapartes no capacitadas, produciendo un 13.5% más de
arroz.
Los éxitos mencionados con
antelación han animado a las ONGs y a otros grupos activistas a ejercer algún
tipo de influencia sobre las políticas de pesticidas nacionales.
En 1991, la República Dominicana
dio respuesta a nueve años de campaña antipesticida prohibiendo el uso de 24
peligrosos pesticidas, mientras que en 1992 se tomó acción en las Filipinas
prohibiendo el uso de cuatro de los más conocidos tóxicos químicos.
En Indonesia, el presidente
promulgó un decreto prohibiendo 57 de los 67 pesticidas usados para el arroz,
eliminando en dos años los subsidios de los pesticidas e invirtiendo parte de
este dinero en fundar el programa IPM para Indonesia, incluyendo un gran
programa de extensión agrícola educativo.
Un diseño de agricultura orgánica para la Sierra Peruana
En la provincia de San
Marcos de Cajamarca, Perú, los pequeños agricultores practican en los valles
interandinos una variedad de cultivos que incluyen el maíz, lentejas, papas,
ulluco, trigo, yuca, frijoles, avena, etc. Los sistemas agrícolas tradicionales
han resultado radicalmente modificados por los elementos de la agricultura
convencional y la influencia urbana, lo que ha originado una agricultura de
monocultivo orientada hacia el comercio, que favorece los cultivos rentables en
lugar de los andinos.
El Centro IDEAS, una ONG
agrícola, ha puesto en marcha una propuesta de agricultura orgánica con el fin
de revertir el proceso descrito anteriormente, planteando una estrategia de
desarrollo rural más adecuada que rescate los elementos de la agricultura tradicional
local y asegure la autosuficiencia alimentaria, como también la preservación de
los recursos naturales (Chavez et al. 1989).
Los aspectos básicos de la
propuesta son:
• Uso racional de los
recursos locales, potenciación de recursos naturales y uso intensivo de mano de
obra humana y animal.
• Gran diversidad de
cultivos nativos (andinos), hierbas, arbustos, árboles y animales desarrollados
dentro de los patrones de policultivos y rotaciones.
• Creación de microclimas
favorables mediante el empleo de cinturones de protección y cercos vivos, y la
reforestación con frutales nativos y exóticos.
• Reciclaje de residuos
orgánicos y óptimo manejo de animales pequeños.
Esta propuesta se aplicó en
un predio modelo de 1,9 has inserto en un área con condiciones similares a las
que enfrenta el campesino promedio de la región. El predio se dividió en 6
parcelas, cada una de las cuales seguía un modelo de rotación determinado
(Tabla 7.3). Luego de tres años de funcionamiento, los resultados presentaron las
siguientes tendencias:
• El contenido de materia
orgánica aumentó de niveles bajos a medios y altos, y se incrementaron
levemente los niveles de N. Se requirió la aplicación adicional de
fertilizantes naturales para mantener los niveles óptimos de materia orgánica y
nitrógeno.
• El fósforo y el potasio
aumentaron en todas las parcelas.
• Los rendimientos de los
cultivos variaron en todas las parcelas; sin embargo, en aquellas que contaban
con buenos suelos (parcela 1) se obtuvieron altos rendimientos de maíz y de
trigo.
• Los policultivos superaron siempre a los monocultivos.
• Para la explotación de 1 ha del predio modelo fue
necesario hacer uso de 100 horas/hombre, 15 horas/buey y alrededor de 100 kg.. de semillas.
Estos resultados
preliminares parecen indicar que el diseño propuesto aumenta la diversidad de
cultivos alimenticios disponibles para la familia, incrementa los ingresos
debido a una mayor productividad y mantiene la integridad ecológica de la base
de recursos naturales.
Un sistema sustentable para pequeños agricultores en
Chile
En Chile, donde
virtualmente se ha eliminado el crédito subvencionado y se ha privatizado la
asistencia técnica para los agricultores, el Centro de Educación y Tecnología
(CET) ayuda a los campesinos a lograr una autosuficiencia alimenticia de bajo
costo y para todo el año. El enfoque del CET ha sido establecer varios predios
modelos de media hectárea cada uno, capaces de satisfacer la demanda
alimenticia de una familia con escasez de capital y tierras. En este sistema,
la diversidad es el factor crítico para utilizar eficazmente los pocos
recursos. De esta manera, los cultivos, animales y otros recursos del predio se
integran en diseños combinados de rotación para optimizar la eficiencia
productiva, ciclo de nutrientes y protección del cultivo (CET 1983).
El predio está constituido
por diversas combinaciones de cultivos y forraje, hortalizas frutales y
forestales, y animales. Los componentes principales son:
1. Hortalizas: espinaca,
col, tomate, lechuga.
2. Chacras: maíz, frijoles,
papas, arvejas, habas.
3. Cereales: trigo, avena,
cebada.
4. Forraje: trébol,
alfalfa, Reygrass.
5. Frutales: uvas,
naranjos, duraznos, manzanos.
6. Forestales: Robinia
negra/melosa, sauces.
7. Animales domésticos: una
vaca lechera, pollos, cerdos, patos, cabras y abejas.
La familia consume las
hortalizas, frutas y productos de la chacra. Los cultivos de forraje y algunos
de la chacra sirven como alimento para los animales. El forraje también se
puede incorporar bajo tierra como abono verde. Las habas proporcionan proteína
para las aves de corral. El trigo y la avena se utilizan para hacer el pan.
Todos los residuos vegetales y el estiércol se convierten en compost. El abono
se puede aplicar directamente alrededor de la base de los frutales. Los
rastrojos del cultivo (paja del trigo y tallos del maíz) se pueden dar como
alimento a los animales o se pueden dejar como mulch sobre el suelo.
Los árboles no frutales se
emplean para forraje, madera, combustible o materiales de construcción. Las
especies arbóreas de acacia (Robinia pseudoacacia) fijan nitrógeno y
producen madera resistente a las plagas, apropiada para cercos. El follaje de
la acacia negra (Gleditsia triacanthus) y de las Salix spp. se
puede utilizar como forraje. El olivo ruso silvestre también fija nitrógeno y
proporciona un hábitat de vida silvestre.
Las plántulas crecen en un
invernadero solar el cual consiste en un gran hoyo en el suelo de tres por tres
metros a metro y medio de profundidad, cubierto con plástico transparente. La
mayoría de las hortalizas se producen en lechos de realce con mucho compost. El
resto de las hortalizas, los cereales, las leguminosas y las plantas forrajeras
se producen en un sistema de rotación de 7 años, descrito en la Figura 7.3.
Para lograr una producción
relativamente constante se divide la tierra en tantas parcelas con capacidades
productivas equivalentes, como años tenga la rotación, lo que equivale a seis
toneladas anuales de biomasa útil para 13 especies diferentes de cultivo.
La rotación fue diseñada
para producir la máxima variedad de cultivos básicos en seis parcelas, sacando
ventaja de las propiedades restauradoras del suelo al rotar.
De esta manera, cada
parcela recibe tratamientos específicos a lo largo de los siete años que dura
el período (Tabla 7.4).
Los cultivos se pueden
sembrar en diseños temporales y espaciales (como el cultivo en franjas, cultivo
intercalado, cultivo combinado, cultivos de cobertura, Munch orgánico) dentro
de cada parcela optimizando el uso de los recursos limitados y aumentando los
atributos de auto sustentación y de conservación del sistema. Una consideración
importante al diseñar la rotación es la estabilidad de los sistemas de cultivo,
tanto en términos de la fertilidad del suelo como de la regulación de las
plagas.
Fertilidad del suelo. Se acepta
el hecho de que la rotación de granos con leguminosas forrajeras proporciona
más nitrógeno y rendimientos mucho mayores en la cosecha subsiguiente de granos
que los que se obtienen con los monocultivos (Capítulo 11). La producción de
granos dependerá de la capacidad de las leguminosas para proporcionar
nitrógeno. Cuando se desea un efecto nitrógeno-fertilizante, generalmente se
incorpora al suelo un gran tonelaje de materia vegetal. Los tejidos
incorporados al suelo deben estar maduros. La incorporación inicial de paja
verde o abono verde con altos índices de carbono/nitrógeno se traduce en la
fijación de nitrógeno soluble del suelo en las células de los microorganismos
en descomposición. Como resultado, se pueden requerir cantidades adicionales de
nitrógeno (Troeh et al. 1980).
Las investigaciones han
demostrado que las leguminosas como el trébol dulce, la alfalfa y la algarroba
pueden producir entre 2,3 y 10 toneladas de materia seca por hectárea y fijar
de 76 a 367 Kg. de nitrógeno por
hectárea, cantidad suficiente para la mayoría de los cultivos agronómicos y de
hortalizas (Palada et al. 1983).
El abono se puede aplicar a
los terrenos en primavera o en otoño. Si se aplica en otoño, puede quedar
inmovilizado el tiempo suficiente como para tener un efecto residual en los
cultivos de verano. La paja del trigo sobre el campo puede inmovilizar el
nitrógeno mineral durante el crecimiento vegetativo de los frijoles al año
siguiente, estimulando la fijación de nitrógeno en las leguminosas. Los
residuos se descomponen durante los primeros meses, aún cuando la
descomposición se puede ver retardada por un suministro inadecuado de nitrógeno
(Troeh et al. 1980). Los rastrojos del cultivo también proporcionan la sombra
suficiente para mantener más fresco un suelo con mulch que un suelo desnudo,
efecto que se requiere durante el verano en zonas con clima mediterráneo.
Regulación de plagas. El esquema
de rotación proporciona una cubierta vegetal prácticamente continúa que ayuda a
controlar las malezas anuales. En los terrenos de pastos al sembrar
subterráneamente el trébol dulce con trigo ayuda a mantener las malezas bajo
control una vez que se ha cosechado el trigo. Se ha demostrado que la
incorporación de cultivos leguminosos de cobertura en cultivos anuales como
maíz, col o tomates mediante siembra superficial y rotaciones de pastos, reduce
significativamente las malezas (Palada et al. 1983). Aunque es posible que
estos sistemas no mejoren los rendimientos al compararlos con los cultivos
puros, ellos ofrecen un gran potencial para los agricultores que cultivan en
laderas, dado que reducen la erosión y conservan la humedad (Capítulo 10).
La rotación de cultivos
también tiene un profundo impacto en las poblaciones de plagas de insectos. Por
ejemplo, en un monocultivo continuo de maíz se encuentran más (Diabrotica spp.)
que en los campos de maíz asociados con soya, trébol, alfalfa u otros cultivos.
La plaga tiene una generación al año y prefiere ovar en los maizales.
De tal manera que sería
conveniente que el medio ambiente para una plaga determinada y sus enemigos
naturales mejorara su sincronía. Un cultivo invernal compatible puede resultar
responsable de la invernación exitosa de un gran número de parásitos.
Las malezas que crecen en
los límites del campo cumplen una función similar. Su importancia radica en el
mantenimiento de un equilibrio entre la plaga y sus enemigos naturales durante
el período en que el cultivo no se encuentra disponible. De este modo, el
desmalezaje anual de los límites del campo puede destruir los sitios de invernación
de importantes enemigos naturales (van den Bosch y Telford 1964).
La presencia de alfalfa en
el esquema rotacional puede aumentar la abundancia y diversidad de los
depredadores y parásitos del predio. La siega de la alfalfa obliga a los
depredadores a trasladarse de la alfalfa a otros cultivos. Si se corta la
alfalfa con insectos benéficos y se esparce por el predio, también aumenta la
población de enemigos naturales (van den Bosch y Telford 1964). La aplicación
de residuos de cereales en forma de mulch de paja en los cultivos subsiguientes
puede reducir significativamente las poblaciones de mosca blanca (Bemisia
tabaci) portadora de virus, al afectar su capacidad para atraer y posarse
(Palti 1981).
Las infestaciones del maíz
con el gusano perforador de otoño (Spodoptera frugipereda) y de frijoles
con Empoasca spp. (saltarillas) y Diabrotica spp.
(Coleóptero defoliador) se
pueden reducir significativamente mediante la siembra intercalada de ambos
cultivos (Capítulo 10).
Se han propuesto numerosas
rotaciones a largo plazo (tres a seis años) para reducir las poblaciones de
patógenos en el suelo, aunque las rotaciones a corto plazo también pueden ser
efectivas. Las arvejas, por ejemplo, reducen las poblaciones de Gaeumannomyces
solanacaerum que se forman durante un cultivo previo al trigo.
La incorporación a la
superficie del suelo de paja de cebada mediante la labranza con arado rotatorio
puede reducir de manera radical las poblaciones de Verticillium alboatrum.
Si se incorporan
leguminosas maduras o heno como abono verde, también pueden afectar a las
poblaciones fungales y nemátodos del suelo. Los abonos verdes de nabos, arvejas
o leguminosas de pastos mixtos reducen en el trigo las poblaciones de Gaeumannomyces
graminis mediante la estimulación antagónica (Palti 1981).
Evaluación del Módulo. El
personal del CET ha vigilado de cerca el funcionamiento de este sistema
agrícola integrado. A lo largo de los años ha mejorado la fertilidad del suelo
(los niveles de P2O5 que inicialmente eran limitados, se incrementaron de 5 a 15 ppm.) y no se han notado
problemas serios de plagas o enfermedades. Los frutales de los huertos y
aquellos de los terrenos en rotación producen cerca de 843 Kg. de fruta/año (uvas,
membrillos, peras, ciruelas, etc.). La producción de forraje alcanza cerca de
18 toneladas/0,21 ha al año; la producción lechera, un promedio de 3200 lts. al
año; y la de huevos, un nivel de 2531 unidades.
Un análisis nutricional del
sistema basado en la producción de varios componentes vegetales y animales
(leche, huevos, carne, frutas, hortalizas, miel, etc.) muestra que el sistema
produce superávits del 250% en proteína, 80% y 550% en vitaminas A y B
respectivamente, y del 330% en calcio. Un análisis económico-doméstico indica
que dada una lista de preferencias, el balance entre los superávits de venta y
las demandas de productos da como resultado un ingreso neto de US $790. Si la
producción total del predio se vende a precios de mayorista, la familia podría
generar un ingreso neto de US$ 1,637, equivalente a un ingreso mensual de US$
136, 1.5 veces mayor que el salario mínimo legal mensual en Chile (Yurjevic
1991).
Capacitación de
campesinos chilenos. Grupos de agricultores (especialmente líderes de
comunidades) provenientes de áreas locales y distantes, viven en predios del
CET durante períodos variables de tiempo para capacitarse mediante su
participación en la planificación, administración y evaluación de los sistemas
orgánicos de producción. Luego del entrenamiento, los agricultores reciben un
paquete de semillas que utilizarán para iniciar un sistema similar. Regresan a
sus comunidades para enseñar los nuevos métodos a sus vecinos y aplicar el
modelo en sus propias tierras. Evaluaciones complementarias del programa en
comunidades rurales revelaron que muchos campesinos han adoptado algunos o
todos los diseños agrícolas (P. Rodrigo, comunicación personal). En muchos
casos, los campesinos han modificado las técnicas de acuerdo con sus propios
conocimientos y recursos. Por ejemplo, en el Sur de Chile, un grupo de
campesinos en lugar de compost, prefirieron utilizar humus proveniente de los
bosques de acacias cercanos para fertilizar sus cultivos, como es tradicional.
El sistema modular en las tierras bajas de Tabasco
Se sabe que los indígenas
originarios de Tabasco, México, han utilizado varias formas de agricultura de
subsistencia consideradas altamente productivas (Gliessman et al. 1981). La
agricultura de tala, tumba y quema fue empleada para la producción básica de
granos (maíz, frijoles), mientras que los huertos familiares, compuestos
básicamente de cultivos arbóreos y vides, arbustos y yerbas asociadas agregaba
una gran variedad a la dieta local. El cacao se producía en estos huertos
familiares como elemento de reserva, cultivo que se ha expandido considerablemente
con un sistema de plantación que usa leguminosas como árboles de sombra.
En los últimos años, el
énfasis agrícola en las tierras bajas de Tabasco se ha alejado de la
agricultura de subsistencia y se ha acercado a la agricultura comercial y a la ganadería.
Junto con este giro hacia las actividades comerciales se encuentra un abandono gradual
de las variedades y prácticas agrícolas tradicionales. Como parte de un programa
para restablecer la diversidad y estabilidad del nivel productivo característico
de los agroecosistemas tradicionales, Gliessman et al. (1981) instaló unidades de
producción conocidas como sistemas modulares. Estos sistemas fomentan la
aplicación a la agricultura de principios ecológicos mediante la incorporación
del conocimiento empírico existente en la región.
Cada unidad de producción
consiste en cinco a quince hectáreas controladas por varias familias como parte
de sus otras actividades agrícolas. Dependiendo de la estructura social de la
comunidad, las familias pueden vivir en el módulo o bien, en una comunidad
cercana (ejido) y trabajar en el módulo durante el día. Así, la
producción de cada módulo puede ser consumida por las familias que lo habitan,
o ser distribuida a los miembros de la ejido. Cualquier excedente de producción
se encuentra disponible para la venta o el intercambio.
El interior de cada unidad
modular se construye sobre la base de la diversidad topográfica del terreno. En
la parte central más baja ubicable del módulo se construyen grandes estanques
para recolectar la materia orgánica, los nutrientes y partículas del suelo
disueltos en el escurrimiento. En dichos estanques se producen peces, patos y
otros animales acuáticos, mientras que las plantas acuáticas y sedimentos
sirven para fertilizar otras partes del módulo. Con frecuencia, a partir del
estanque central se construyen pequeños canales para ayudar a capturar el
escurrimiento excesivo.
Con el propósito de
prevenir la total inundación del terreno, se puede construir un canal central
con miras a la eliminación del exceso de agua, o en algunos casos, para
proporcionar agua en épocas de bajas precipitaciones.
Alrededor del estanque
central o a lo largo de los cursos de agua, se construyen plataformas de realce
(de 2,5 a
10 metros
de ancho y hasta 100
metros de largo), a menudo con el material extraído de
las cuencas colectoras, formando un sistema de «chinampas tropicales» para la
producción intensiva de hortalizas. Las chinampas se describen más
detalladamente en el Capítulo 6.
Sistemas de agricultura/acuicultura en Veracruz
En un proyecto mexicano
similar, en el estado de Veracruz se establecieron predios integrados con el
fin de ayudar a los agricultores a mejorar el uso de los recursos locales
(Morales 1984). En diseños únicos basados en las chinampas y en los sistemas
acuícolas asiáticos, se integró la producción vegetal, animal y de peces,
mediante el manejo y reciclaje de la materia orgánica. El cultivo intensivo del
maíz, frijol y zapallo para el consumo local, y el de hortalizas de alto valor
como la acelga, col, cilantro y chile proporcionaron abundantes desechos y
recortes vegetales que se utilizaron como alimento para el ganado y los
caballos. Todos los desechos animales se emplearon como fertilizantes para el
campo y para los estanques de peces.
El impacto de los programas de conservación del
suelo en las colinas de América Latina
América Central
Tal vez el mayor desafío
agrícola que enfrenta América Latina es el de diseñar sistemas de cultivo en
laderas para mantener los rendimientos y reducir la erosión del suelo. Una de
las ONGs que ha aceptado este desafío es Loma Linda en Honduras, que ha
desarrollado un sistema simple de no labranza para la producción de cultivos en
laderas empinadas.
Inicialmente, las malezas
en un área de barbecho se cortan con machete u otra herramienta apropiada, sin
remover el suelo. Con un azadón o un pequeño arado se abren surcos cada 50-60 cm, siguiendo el contorno.
Las semillas y el compost y/o abono avícola se colocan en los surcos y se
cubren con tierra. A medida que el cultivo crece, se mantiene desmalezado para
evitar una competencia excesiva, con la biomasa de malezas dejada dentro de la
hilera de cultivo en forma de mulch de cobertura o como insumo de materia
orgánica. Sin fertilizantes químicos, se pueden obtener excelentes
rendimientos, y más importante aún, sin experimentar importantes pérdidas de
suelo (Altieri 1991).
En un proyecto similar en
Guinope, Honduras, la organización voluntaria World Neighbors (Vecinos
Mundiales), comenzó un programa de entrenamiento y desarrollo agrícola para
controlar la erosión y restablecer la fertilidad del suelo. El programa
introdujo prácticas de conservación del suelo tales como zanjas de contorno y
drenaje, barreras de pasto y paredes de roca, e hizo hincapié en los métodos
orgánicos de fertilización tales como el abono avícola y la siembra intercalada
de leguminosas. En el primer año, los rendimientos se triplicaron o
cuadruplicaron de 400 Kg.
por ha a
1.200-1.600 Kg. Esta
triplicación de granos por hectárea en la producción ha asegurado a las 1.200
familias participantes en el programa una provisión abundante de granos para el
año siguiente. En los últimos cinco años, otras 40 localidades han solicitado
entrenamiento en las prácticas de conservación del suelo (Bunch 1988). El
incremento de la productividad por hectárea ha significado que la mayoría de
los agricultores cultiven actualmente menos tierra que antes, lo que permite
una mayor utilización de tierra para la reforestación del pino, para pasturas,
frutales o café. El resultado neto es que cientos de hectáreas utilizadas
anteriormente para una agricultura erosiva se encuentran ahora cubiertas de
árboles.
Región Andina
En Perú, varias ONGs como
también organismos gubernamentales han iniciado programas para restaurar las
terrazas abandonadas y construir otras nuevas en varias regiones del país. Por
ejemplo, en el Valle Colca, al sur de Perú, el PRAVTIR (Programa de
Acondicionamiento Territorial y Vivienda Rural) auspicia la reconstrucción de
terrazas ofreciendo a las comunidades campesinas préstamos con bajos intereses,
o semillas y otros insumos con el propósito de restaurar grandes áreas (hasta
30 has) de terrazas abandonadas. Las principales ventajas de las terrazas
radican en su capacidad para reducir al mínimo los riesgos en épocas de heladas
y/o sequía, disminuir la pérdida de suelo, ampliar las opciones de cultivo
gracias al microclima, a las ventajas hidráulicas, y mejorar los rendimientos
del cultivo. Los datos de los rendimientos del primer año pertenecientes a las
nuevas terrazas indicaron un incremento de 43-65% en papas, maíz y cebada,
comparándolos con los rendimientos de estos mismos productos cultivados en
laderas (Treacey 1989). Una de las principales restricciones a esta técnica es
el uso altamente intensivo de mano de obra. Se estima que se necesitarían 2.000
hombres-día para completar la reconstrucción de 1 hectárea, aunque en
otras áreas de Perú se ha comprobado que la reconstrucción de terrazas requiere
una mano de obra significativamente menor, es decir, 350-500 hombres- día/ha.
República Dominicana
En la cordillera central de
República Dominicana, la mayoría de los habitantes son agricultores de escasos
recursos dedicados a la agricultura de subsistencia, actividad que, combinada
con otros fenómenos sociales, conlleva a la erosión del suelo. El cultivo
migratorio de barbecho breve, conuco itinerante, es el sistema
predominante, que rara vez se revierte a bosque, sino más bien, dada la
concentración de tierra y los problemas de presión poblacional, suele
transformarse en tierras de pastoreo o manejadas con prácticas improductivas de
conservación.
Hace aproximadamente 10
años, el Plan Sierra, un proyecto de ecodesarrollo, se planteó el desafío de
romper el círculo entre la pobreza rural y la degradación ambiental. La
estrategia consistía en desarrollar sistemas alternativos de producción para
los conucos altamente erosivos utilizados por los agricultores locales. El
controlar la erosión en la
Sierra no sólo es importante para mejorar la vida de estos campesinos,
sino que también representa un potencial eléctrico para la zona y 50.000 hectáreas
más de tierra con regadío a lo largo del Valle Cibao.
El principal objetivo de la
estrategia agroecológica del Plan Sierra lo constituía el desarrollo y difusión
de sistemas de producción que significarían rendimientos sustentables sin
degradar el suelo, asegurando de esta manera la productividad y autosuficiencia
alimenticia de los agricultores. Más específicamente, los propósitos eran
permitir a los agricultores un uso más eficiente de los recursos locales como
la humedad y los nutrientes del suelo, los residuos animales y vegetales, la
vegetación natural, la diversidad genética y la mano de obra familiar. De esta
forma sería posible satisfacer las necesidades domésticas básicas de
alimentación, leña, materiales de construcción, medicinas, ingresos, etc.
Desde un punto de vista de
manejo, la estrategia consistía en una serie de métodos agrícolas integrados de
varias maneras :
1. Prácticas de
conservación del suelo como terrazas, labranza mínima, cultivo en callejones,
mulch, etc.
2. Empleo de árboles y
arbustos leguminosos como Gliricidia, Calliandra, Canavalia, Cajanus y Acacia,
plantados en callejones, para la fijación de nitrógeno, producción de biomasa,
abono verde, producción de forraje y captura de sedimento.
3. Uso de fertilizantes
orgánicos basados en la óptima utilización de los residuos animales y
vegetales.
4. Combinación y manejo
adecuados de los policultivos y/o rotaciones sembradas en contorno, en fechas y
densidades óptimas de cultivo.
5. Conservación y
almacenamiento de agua, mediante el empleo de mulch y técnicas de cosecha de
agua.
En varios predios, todos
los animales, cultivos, árboles y arbustos se encuentran integrados como
muestra la Figura
7.5, dando como resultado múltiples beneficios tales como la protección de
suelo, la producción diversificada de alimentos, madera combustible,
mejoramiento de la fertilidad del suelo, etc. Puesto que más de 2.000
agricultores han adoptado algunas de las prácticas mejoradas, una tarea
importante del Plan Sierra era determinar el potencial de los sistemas
propuestos para reducir la erosión. Esto resultó difícil, ya que la mayoría de
los métodos disponibles para calcular la erosión no sirven para medir la pérdida
de suelo en sistemas agrícolas manejados por agricultores de escasos recursos
en condiciones marginales. Dado la falta de recursos financieros e
infraestructura de investigación del Plan Sierra, fue necesario desarrollar un
método simple que utilizara estacas de medición para calcular la pérdida de
suelo en una serie de conucos, entre los que se contaban aquellos
tradicionalmente manejados por agricultores, y los «perfeccionados »,
desarrollados y promovidos por el Plan Sierra. Sobre la base de los datos
recopilados en 1988-89, la
Figura 7.6 representa los índices acumulativos de erosión de
tres sistemas agrícolas tradicionales y uno mejorado. Aunque los índices de
erosión resultaron inaceptablemente altos en todos los sistemas, el sistema
alternativo propuesto por el Plan Sierra (conuco PMA) mostró una pérdida de
suelo considerablemente inferior a la de los monocultivos migratorios
tradicionales de yuca y guandul. El positivo rendimiento del Conuco PMA parece
estar relacionado con la provisión continua de cobertura del suelo gracias al
cultivo intercalado, al empleo de mulch y a las rotaciones, así como también al
corte de la pendiente y a la captura de sedimento dado por el cultivo en
callejones y a los cercos vivos.
Los métodos del Plan
Sierra, simples pero efectivos para estimar la pérdida de suelo bajo el manejo
de los agricultores, proporcionan datos sobre el potencial erosivo de varios
sistemas de cultivo, y los efectos de las prácticas de conservación del suelo.
Dada la heterogeneidad
ecológica del área en términos de suelo, microclima y vegetación, resulta
difícil generalizar a partir de los datos de los sistemas.
Recreación de la
agricultura incaica en los Andes Peruanos
En Perú, el reciente
entusiasmo por las técnicas milenarias llegó a rescatar un ingenioso sistema de
campos elevados que evolucionó en el altiplano de los Andes peruanos hace cerca
de 3.000 años. Estos waru-warus, que consistían en plataformas de suelo
rodeadas por acequias, llenas de agua, eran capaces de producir abundantes
cosechas aún en presencia de inundaciones, sequías, y de las devastadoras
heladas, tan comunes a casi 4.000 metros de altura. Alrededor del Lago
Titicaca, aún se pueden encontrar vestigios de más de 80.000 hectáreas
de ellos.
En 1984, varias ONGs y agencias
estatales crearon el Proyecto Interinstitucional de Rehabilitación de
Waru-Warus en el Altiplano (PIWA) para ayudar a los agricultores locales a
reconstruir los antiguos predios (Sánchez 1989). La combinación de lechos de
realce y canales ha demostrado tener efectos ambientales extraordinariamente
avanzados. Durante las sequías, la humedad proveniente de los canales asciende
lentamente hasta las raíces mediante la ación capilar y, durante las
inundaciones, los surcos drenan el escurrimiento excesivo. Los waru-warus
también reducen el impacto de las temperaturas extremas. El agua en los canales
absorbe el calor del sol durante el día y lo irradia nuevamente por la noche,
ayudando de esta manera a proteger los cultivos de las heladas. En los camellones,
las temperaturas nocturnas pueden ser varios grados superiores que en la región
circundante. El sistema además mantiene la propia fertilidad del suelo. En los
canales, el légamo, los sedimentos, las algas, y los restos vegetales y
animales se descomponen, produciendo un humus rico en nutrientes que pueden
removerse en cada estación y añadirse a los camellones. El análisis del suelo
realizado en muestras provenientes de los reconstruidos waru-warus, mostraron
niveles elevados de nitrato de nitrógeno, fósforo y potasio, como también un pH
de 4,8-6,5, óptimo para el cultivo de papas (Erickson y Chandler 1989).
Todos estos efectos
ambientales determinan la mayor productividad de los waruwarus, en comparación
con aquellos de suelos de la pampa fertilizados químicamente. En el distrito de
Huatta, los campos elevados reconstruidos produjeron cosechas impresionantes,
mostrando un rendimiento sostenido de papas de 8-14 ton/ha/año.
Estas cifras se contrastan
favorablemente con el promedio de las cosechas de papas en Puno de 1-4
ton/ha/año (Erickson y Chandler 1989). En Camjata, el rendimiento de papas
alcanzó las 13 ton/ha/año y los rendimientos de quinua, las 2 ton/ha/año en los
waru-warus reconstruidos por los agricultores locales en una zona de
aproximadamente 12 has. con la ayuda de las ONGs y Centros de Investigación,
Educación y Desarrollo (CIED).
Esta antigua tecnología
está resultando ser tan productiva y barata que se está promoviendo activamente
a lo largo del Altiplano, en lugar de la agricultura moderna. No requiere
herramientas o fertilizantes modernos; el gasto principal es el de la mano de
obra para cavar canales y construir las plataformas. Las necesidades de mano de
obra son sumamente variables, fluctuando desde 200-1.000 trabajadores día/ha.
Organización de agricultores para la conservación
in-situ de las papas nativas en Chile
El Archipiélago de Chiloé,
un grupo de islas en el Sur de Chile, es considerado uno de los centros
originarios de la papa Solanum tuberosum L. Las expediciones de
recolección realizadas por varios investigadores durante años, determinaron una
gran diversidad de variedades nativas de papas. En 1975, los botánicos chilenos
recolectaron 146 muestras diferentes de variedades nativas, prevaleciendo las
llamadas michunes coloradas y moradas, y las clavelas (Montaldo y
Sanz 1962). Estas variedades nativas están sumamente adaptadas al margen de
condiciones ecológicas encontradas en la región y tienen una importancia clave
para la subsistencia productiva
(Contreras 1987).
Desde principios de los
años cuarenta, el gobierno Chileno realizó diversas introducciones de
variedades europeas y norteamericanas (algunas de la cuales habían sido
desarrolladas a partir del material chilote). En zonas cercanas a centros
urbanos y comerciales (especialmente en la isla grande) los agricultores han
abandonado la mayoría de las variedades nativas y han adoptado estas nuevas
variedades introducidas, como por ejemplo: «Desiree», «Industrie», «Condor»,
«Ginecke», etc. que actualmente tienen una mayor demanda comercial.
La introducción de nuevas
variedades no sólo contribuyó a la extinción de variedades nativas, sino que
también a las enfermedades que venían junto con las primeras. Alrededor de
1950, Phytophthora infestans devastó la mayoría de los campos de papas,
afectando principalmente a las variedades nativas que nunca habían sido
expuestas al exótico agente patógeno y, como consecuencia, por falta de la
necesaria tolerancia genética.
En un esfuerzo por retardar
la erosión genética y recuperar algo del germoplasma de la papa nativa, el
Centro de Educación y Tecnología (CET) inició un programa de conservación
in-situ en su centro de capacitación para campesinos en Notuco, cerca de
Chonchi y en varias comunidades vecinas.
En 1988, los técnicos del
CET inspeccionaron varias zonas agrícolas de Chiloé y recolectaron cientos de
muestras de papas nativas que aún eran cultivadas por algunos pequeños
agricultores a lo largo de la
Isla Grande. En 1989, el CET estableció una colección in-situ
(banco de semillas) de 96 variedades de papas nativas en su centro de Notuco,
cada una sembrada en hileras de 5-10 plantas en una zona de terreno de 1/2
hectárea. Estas variedades se cultivan año tras año y están sujetas a la
selección y a un mejoramiento de la semilla.
En 1990, los técnicos del
CET iniciaron un programa de conservación in-situ que incluía a 21 agricultores
en cinco comunidades rurales diferentes (Dicham, Petanes, Huitauque, Notue y
Huicha). A cada agricultor se le da una muestra de cinco variedades nativas diferentes,
que ellos se comprometen a sembrar dentro de sus campos de papas. Luego de la
cosecha, los agricultores devuelven parte de la producción de semillas al CET
(para el banco), intercambian semillas con otros agricultores o siembran las
semillas nuevamente para la producción adicional de material genético. La Figura 7.7 describe la
dinámica de conservación e intercambio de las 96 variedades mantenidas en el
banco de semillas del CET y cultivadas por los 21 agricultores que colaboraron.
Se espera que más
agricultores participen en el proyecto y que el CET sea capaz de seleccionar
variedades, basándose en las propiedades deseables y en las necesidades de los
agricultores. Las variedades seleccionadas se difundirán y distribuirán entre
los agricultores participantes. El exceso de semillas podría también venderse a
otros agricultores o intercambiarse por semillas de variedades tradicionales
que aún no están disponibles en el banco del CET. Esta estrategia permitirá un
suministro continuo de semillas valiosas para la subsistencia de agricultores
pobres en recursos, pero también como un depósito de diversidad genética vital
para futuros programas de mejoramiento de cultivos regionales.
Implicancias
para el futuro
Los desafíos contemporáneos
de la agricultura del Tercer Mundo han evolucionado de meramente técnico a los
más económicos y ambientales. Durante los años noventa, la lucha contra la
pobreza rural incluye dos nuevas, aunque cruciales, dimensiones: el manejo
ecológico de los recursos agrícolas de los campesinos y la transformación de
las comunidades campesinas en protagonistas de su propio desarrollo.
En gran medida, docenas de
ONGs que han estado promoviendo enfoques fundamentales de desarrollo rural
dirigidos a los campesinos más pobres en las zonas de mayor diversidad
agroecológica de América Latina, ya han incorporado estas dimensiones.
Un análisis de la mayoría
de los proyectos de las ONGs que aplican conceptos agroecológicos como base
para sus intervenciones técnicas, indican que las tecnologías propuestas y/o
diseños agrícolas son sumamente productivas y sustentadoras,
socioeconómicamente apropiadas y culturalmente compatibles. En ambientes
marginales (laderas, zonas semiáridas, altiplano, etc.), la gran productividad
de los sistemas agroecológicos, en contraste con la «moderna» tecnología
agrícola, parece estar mejorando mucho la base de recursos como también el
bienestar nutricional y a menudo económico, de las comunidades campesinas
locales.
No cabe duda que dentro del
margen de circunstancias agrícolas en el mundo, y dada la estructura actual de
la extensión e investigación agrícola, las técnicas agroecológicas son más
apropiadas y se adaptan mejor que aquellas de la Revolución Verde,
en situaciones donde los recursos naturales y socioeconómicos son marginales.
Evidentemente, mientras más pobre es el agricultor más importantes son los
métodos de bajos insumos, dado que los agricultores pobres tienen pocas
opciones, excepto utilizar sus propios recursos. Con mejores condiciones
biofísicas (buenos suelos, disponibilidad de agua) y condiciones económicas
(crédito, asistencia técnica), las técnicas de la Revolución Verde
pueden ser más atractivas para los agricultores, es que son capaces de superar
a las estrategias agroecológicas a corto plazo, o proporcionar soluciones más
rápidas a problemas que limitan el rendimiento (Figura 7.8). Esta brecha no
existiría si los métodos de bajos insumos fueran respaldados y subsidiados por
los gobiernos, como ha ocurrido con la tecnología de altos insumos.
Muchos sistemas agrícolas
tradicionales de los países en desarrollo contienen un tesoro informativo
acerca de la producción eficaz de cultivos bajo graves restricciones
biológicas, socioeconómicas y de recursos. Características notables de estos
sistemas incluyen su capacidad para enfrentar el riesgo y las combinaciones
simbióticas de cultivos temporales y espaciales que generalmente resultan en un
reciclaje eficaz de nutrientes y en un control biológico de las plagas. Es
necesario comprender los mecanismos que son la base en la aversión al riesgo, a
las combinaciones estables de cultivos, a rendimientos sostenidos, al ciclaje
eficaz de nutrientes, a la regulación de las plagas y otras características
deseables para incorporarlos a los sistemas de cultivos diseñados para los
pequeños agricultores. Los sistemas recomendados deberían mejorar la capacidad
de los agricultores para enfrentar los cambios locales y externos, como precios
de insumos, impuestos y políticas gubernamentales (Alcorn 1984).
Los proyectos de desarrollo
que ponen énfasis en la tecnología de altos insumos y uso intensivo de capital
(mecanización, productos agroquímicos, semillas importadas, etc.) han resultado
ser ecológicamente inadecuadas y además socialmente desiguales al beneficiar principalmente
a una pequeña parte de las poblaciones locales. Al promover la tecnología de la Revolución Verde
en el Tercer Mundo, es importante recordar que los agricultores pierden su
autonomía en la medida que se hace dependientes de la industria productora de
semillas y otros insumos. De este modo, los sistemas de producción de las
comunidades rurales han sido administrados por instituciones distantes sobre
las cuales tienen poco control (Pearce 1975).
Los datos que demuestran
que los proyectos agroecológicos descritos en este capítulo han mejorado la
producción, la distribución de ingresos o empleo, han surgido lentamente,
principalmente debido a que las urgencias en el campo demandan más tiempo para
la acción que para la investigación y las publicaciones. No obstante, los
sociólogos y biólogos deben colaborar al mesurar el éxito o fracaso de los
proyectos agroecológicos. Se necesita más que un análisis sobre el uso de la
mano de obra, de la tierra y la participación en el mercado. Los investigadores
deben desarrollar un medio para medir los logros de los proyectos rurales que
buscan mejorar la nutrición y el bienestar al compartir el alimento y al tener
labores agrícolas comunales, conservando los valiosos recursos naturales y
protegiendo a los campesinos del desalojo de sus tierras y de su explotación
como mano de obra barata. Gliessman et al. (1981) y Augstburger (1983)
evaluaron las relaciones biológicas y la estabilidad ecológica de los
agroecosistema as tradicionales y la manera de cómo los agricultores mejoraron
su productividad total. El diseño de predio del CET en Chile proporciona un
ejemplo creativo acerca de cómo asegurar la producción continua de alimento,
organizando eficazmente el espacio limitado. Los estudios posteriores han
revelado que los campesinos que adoptan los diseños y las prácticas agrícolas
recomendadas, experimentan menor escasez alimenticia o de mano de obra, en
particular en zonas donde los campesinos están organizados en actividades que
refuerzan la reciprocidad y la ayuda mutua
En resumen, los pocos ejemplos de programas de
desarrollo rural y ascendente descritos aquí, indican que el desarrollo y la
difusión de la tecnología apropiada para los campesinos debe:
• Comenzar con el conocimiento de las necesidades de
los campesinos de la forma en que ellos las perciben.
• Utilizar tecnología indígena.
• Centrarse en la aldea, haciendo participar a los
campesinos.
• Poner énfasis en los
recursos locales y autóctonos (Alcorn 1984).
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