domingo, 18 de septiembre de 2011

XIII. AGROECOLOGÍA. BASES CIENTÍFICAS PARA UNA AGRICULTURA SUSTENTABLE. CAPÍTULO XIII. MIGUEL ALTIERI


Cuarta parte
Manejo ecológico de insectos plaga, enfermedades y malezas

Capítulo 13
Manejo integrado de plagas

El movimiento MIP surgió a principios de los años 70 como respuesta a las preocupaciones acerca de los impactos de los plaguicidas en el medio ambiente. Al proporcionar una alternativa a la estrategia de intervención unilateral con productos químicos, el MIP cambió la filosofía de la protección de los cultivos a una que desencadenó un entendimiento más profundo de la ecología de los insectos y cultivos, basada en el uso de diversas tácticas complementarias. Se consideraba que la teoría ecológica debía proporcionar una base para la predicción de cómo los cambios específicos en los insumos y las prácticas de producción podrían afectar los problemas de plagas.

Se pensaba que la ecología también podía ayudar en el diseño de sistemas agrícolas menos vulnerables a la aparición de plagas (Kogan 1986). De este modo, el MIP se puede definir como una estrategia para el manejo de plagas que, en el contexto socioeconómico de los sistemas agrícolas, el medioambiente asociado y la dinámica de la población de las diversas especies, utiliza todos los métodos, técnicas apropiadas y compatibles para mantener las poblaciones de plagas bajo el nivel de daño económico (Dent 1991).

En teoría, el manejo integrado de plagas debería incorporar diversas y variadas tácticas para el control, apoyándose primero en los factores de control natural (por ejemplo: agentes patógenos, parásitos, depredadores y clima), y en el manejo de estos factores, utilizando plaguicidas como último recurso. Dicho manejo se basa en la dinámica de las poblaciones de plagas, como es la duración del estado inmaduro o el período reproductivo, para sugerir una acción de control relacionada con la biología de la plaga. Otra parte importante del MIP comprende la determinación del umbral económico de daño y la abstención de controlar los insectos pasado este umbral.

En el MIP, los agricultores evalúan si habrán plagas suficientes para justificar el control, si la plaga puede durar un tiempo considerable o si las poblaciones de ésta serán tan altas como para bajar el rendimiento, y si habrán intervenciones de los controles naturales. Las acciones adoptadas pueden ser métodos culturales, controles biológicos, el uso de productos químicos tóxicos o una combinación de ambos.

Los métodos culturales incluyen la manipulación de la densidad y la diversidad de la vegetación, el laboreo, la sanitización, la variación de los períodos de siembra y cosecha y de las variedades sembradas, la alteración de los niveles de riego y fertilización.

El control biológico depende del uso de depredadores, parásitos, agentes patógenos y nemátodos y puede suponer la exploración en el extranjero, para encontrar enemigos naturales, la liberación masiva de insectos benéficos y la conservación de estos enemigos naturales mediante manejo del hábitat.

La transición de la teoría a la práctica, sin embargo, ha sido desalentadora. Algunos programas de manejo de plagas han sido injustificablemente lentos para poner en práctica la teoría basada en la ecología. La falta de capacitación en el «pensamiento holístico», el sentido de poca urgencia en la investigación, «práctica» aplicada y la «necesidad» de defender una disciplina en particular de la intromisión de «otras», han sido factores que inhiben la integración de la teoría y la práctica.

Desgraciadamente, la investigación para el manejo de plagas ha estado demasiado subordinada a los grupos de presión legislativos, las grandes asociaciones de agricultores y, en especial, a la industria de plaguicidas. Dado que los métodos biológicos para suprimir las plagas no se adecúan rápidamente en los sistemas agroindustriales para una fabricación y comercialización a gran escala, al contrario de los plaguicidas, está comprobado que las empresas privadas no se inclinan mucho para incurrir en los gastos que implica su elaboración. Como concepto, el MIP se ha incorporado a sistemas agrícolas de gran escala para reducir los costos del control de plagas. A pesar de que las aplicaciones de plaguicidas han sido menores y más eficaces, el uso de sustancias tóxicas aún se mantiene. De ahí que el MIP, en muchos casos, significa un manejo integrado de plaguicidas que pone énfasis en supervisar los niveles de plagas, regulando el uso de insecticidas y sembrando cultivos de variedades resistentes, pero como tal, no ha sido capaz de desafiar la estructura fundamental de la industria de la agricultura moderna (Soule y Piper 1992).

Además, en algunos casos, las estrategias bioambientales para la protección de los cultivos comprende optimización del ambiente en vez de su maximización. En los sistemas manejados (ecológicamente), la productividad de un sólo cultivo se puede reducir; pero otras características ambientales deseadas, como la capacidad de uso múltiple del habitat, aumentan. El resultado neto parece ser una diversidad mayor de recursos y una estabilidad biológica total, también mayor, aunque se podría señalar que estas ventajas no son lo suficientemente importantes y tangibles como para justificarlas desde el punto de vista del rendimiento de los cultivos comerciales. Sin embargo, la escasez de energía, la degradación del medio ambiente y la inflación económica demuestran, cada vez más, que la ganancia a corto plazo ya no debería ser la fuerza principal conducente en la agricultura. Poco a poco, la conservación de la energía, la sustentabilidad y la calidad ambiental asumirán esa función.

El manejo integrado de plagas (MIP) debería orientarse a prevenir los brotes de éstas, mejorando la estabilidad de los sistemas, más bien que tratando de sobrellevar los problemas de los insectos dañinos después de que éstos aparecen, enfatizando así un enfoque curativo. Actualmente, el problema en el manejo de las plagas radica en el diseño de agroecosistemas que prevengan y/o supriman un complejo de plagas mientras se obtiene una calidad y un rendimiento máximo, y un daño ambiental mínimo.

Dichos objetivos pueden parecer conflictivos, especialmente cuando se hace demasiado hincapié en el rendimiento y la calidad comercial. Sin embargo, el conflicto se puede evitar cuando los sistemas MIP se coordinan con sistemas más amplios de uso de la tierra y agua, conservación de los recursos, protección ambiental y desarrollo socioeconómico. Los sistemas MIP se deberían diseñar para balancear las plagas y los organismos benéficos, basados en las consecuencias económicas, sociales y ecológicas que esto implique.

Es posible establecer un equilibrio de la fauna del cultivo, organizando la diversidad de la vegetación dentro y alrededor de los cultivos específicos. Al proporcionar el tipo adecuado de diversidad de cultivos a lo largo del año y al manipular el período de siembra, el tamaño de los campos y la composición de las especies en los márgenes de los campos de cultivo, se puede hacer que los hábitats y los recursos de alimento estén continuamente disponibles para las poblaciones de artrópodos benéficos y, menos favorables para las plagas.

Control cultural de plagas insectiles

El control cultural de las plagas insectiles se produce por la manipulación del medio ambiente, de tal manera que se torna desfavorable para las plagas o, por el contrario, óptimo para la acción de los enemigos naturales. Esto se logra mediante el uso de varias técnicas como la rotación, la manipulación temporal de la siembra de los cultivos y otras técnicas para mejorar la biodiversidad tales como el cultivo intercalado y el manejo de las malezas dentro y en los bordes del campo. Los objetivos son reducir la colonización inicial de las plagas, su reproducción, supervivencia y dispersión (Dent 1991).

La rotación de cultivos, la época de siembra y la labranza son tres prácticas agronómicas que pueden afectar directamente el rendimiento de los cultivos así como el nivel de infestación de plagas insectiles en un cultivo. Por lo general, la rotación de cultivos es más eficaz contra las especies de plagas que tienen un margen estrecho de huéspedes y un margen limitado de dispersión. Es más difícil planear las rotaciones contra plagas polífagas y/o móviles. Una nueva generación de una plaga de insectos que puede haber invernado en las cercanías de su cultivo huésped se enfrentará con un cultivo no huésped y diferente en una próxima estación. La plaga se verá obligada a dispersarse y, para los insectos que tienen poco poder de dispersión, esto podría reducir la probabilidad de encontrar un huésped, con el resultado de que la colonización de algunos campos de cultivos huéspedes, pueda retardarse. Se ha demostrado que las rotaciones de papa/trigo son eficaces contra el escarabajo de la papa (Leptinotarsa decemlineata), al retardar el período de infestación de los cultivos.

En Europa, las rotaciones típicas comprenden pastos, leguminosas y cultivos de raíces, las que se han utilizado para controlar Agriotes spp., Melolontha melolontha, Amphimallon solstitalis y Tipula spp. (Burn et al. 1987).

El tipo de labranza puede influir poderosamente en el entorno del suelo y afectar la supervivencia de los insectos, ya sea indirectamente mediante la creación de condiciones desfavorables y mediante la exposición de los insectos a sus enemigos naturales, o directamente mediante el daño físico producido durante el proceso real de labranza (Stinner y House 1990). Es conocido por muchos, que la labranza afecta los huevos y ninfas de dos plagas de langostas, Kraussaria angulifera y Oedaleus senegalensis, al disecar las vainas de los huevos, al reducir el nivel de alimentos, protección y vegetación disponible y al transformar el suelo en un ambiente duro e inapropiado para el desove.

La emergencia del gorgojo de la semilla del girasol (Smicronyx fulvus) se redujo en 29-56% con el uso de un arado de vertedera que remueve el suelo y entierra las etapas de larva tardía y pupa. Sin embargo, se pensó que el efecto de cubierta era sólo parcialmente responsable del aumento de la mortalidad, ya que cuando se usó un arado de cinsel, se observó una emergencia reducida entre 36 y 39% sin tener que enterrar, substancialmente, las larvas a mucha profundidad. Por lo tanto, se concluyó que factores tales como la aireación, la temperatura del suelo, el secado y el daño físico resultante de la labranza, también son importantes aspectos a tener en cuenta (Dent 1991).

En muchas regiones, los cultivos sembrados tempranamente pueden beneficiarse de una infestación reducida de una plaga de insectos. Al variar el período de cultivo como medio para el control cultural, se establece una asincronía entre la fenología del cultivo y la plaga de insectos, lo que puede retardar el índice de colonización o evitar la coincidencia de la plaga con una etapa esencial del crecimiento de un cultivo.

Sin embargo, para que dichos métodos tengan un fuerte impacto habría que sincronizar las épocas de siembra entre los predios de una región, con el fin de reducir la variación en las etapas disponibles de los cultivos. En Etiopía, el maíz sembrado en Abril y a principios de Mayo tiene un nivel de infestación mucho más bajo en la primera generación de larvas que en la segunda generación, donde el nivel de infestación fue mucho mayor en los lotes que fueron sembrados más tarde, lo que influyó de forma negativa en el rendimiento del maíz (Dent 1991).

En general, el aumento en la densidad de siembra; es decir, una reducción en el espaciamiento de éste, parece reducir el número de plagas. Una de las razones principales de la respuesta de los insectos a la variación de la densidad de la siembra ha sido el contraste entre los cultivos y el suelo, y el efecto de esto en la respuesta optomotora de aterrizaje de los insectos voladores. Aphis craccivora, Aphis gossypii y Longiunguis sacchari fueron atrapados alrededor de un metro sobre el suelo, con mayor frecuencia sobre plantas de maní sembradas más espaciadas que sobre plantas menos espaciadas. A la altura de los cultivos, A. craccivora y A. gossypii demostraron una respuesta mayor al espaciamiento de los cultivos. Este efecto se atribuyó a una respuesta optomotora con respecto al contraste entre la tierra descubierta y los cultivos y, por lo tanto, el estimulo fue mayor en los sembrados más espaciados.

Otras razones que se han dado para explicar las cantidades menores de plagas en sembrados densos comprenden la condición de la planta huésped (Farrell 1984), la presencia de una vegetación excesiva que actúa como impedimento (Delobel 1981), los cambios en el microambiente que favorecen las plagas y sus enemigos naturales y la capacidad de atracción de los cultivos (Brom et al. 1987).

Diversidad vegetal y problemas de plagas

Muchos entomólogos, fitopatólogos e investigadores de malezas concuerdan en que la intensificación que ha acompañado al crecimiento de la agricultura, ha promovido prácticas que favorecen las plagas de insectos, malezas y enfermedades. Estas comprenden (Zadoks y Schein 1979, Pimentel y Goodman 1978):

• Expansión de los campos, lo que trae como resultado monocultivos extensivos o patrones de rotación cortos con poca diversidad de especies.
• Siembra homogénea de especies y/o variedades similares, lo que reduce la diversidad a nivel regional.
• Aumento en la densidad de cultivos huéspedes mediante la adopción de espaciamientos que fomentan las epidemias y brotes de plagas.
• Aumento en la uniformidad de las poblaciones huéspedes, reduciendo, por lo tanto, la diversidad genética. La alteración genética de los cultivos se realiza con el propósito de aumentar su rendimiento, sin prestar atención a la reducción de factores de regulación natural y la resistencia de insectos y agentes patógenos

Los fitopatólogos reconocen los siguientes patrones de comportamiento de una enfermedad en los monocultivos (Zadoks y Schein 1979):
1. La enfermedad aumenta al máximo su intensidad y gravedad, permaneciendo durante toda la duración del monocultivo.
2. La enfermedad aumenta hasta un nivel determinado, pero con una intensidad moderada, manteniendose en equilibrio.
3. La enfermedad muestra un desarrollo mínimo o indetectable durante todo el monocultivo.
4. La enfermedad muestra una intensidad variable de desarrollo en ciclos irregulares.
5. La enfermedad aumenta hasta una intensidad máxima seguida por un período en que la gravedad declina.

Estos patrones no se han definido claramente con los insectos; sin embargo, el análisis de Andow (1983) y Altieri y Letourneau (1982) señala que la abundancia de las plagas de insectos, por lo general, aumenta con los períodos extensos de monocultivo, la destrucción de los bosques y cercos vivos, el aumento desproporcionado del área bajo cultivo, el reemplazo de la agricultura diversificada, y con el desplazamiento de los bosques naturales por cultivos anuales. Andow (1983) menciona cuatro ejemplos (dos en algodón y dos en trigo) en los cuales el aumento de los monocultivos eliminó las plantas huéspedes alternativas, de manera que no se podián formar grandes poblaciones de insectos multivoltinos y herbívoros polífagos (ej. Heliothis zea, Bemisia tabaci y Oscinella spp.). Las pruebas actuales apoyan la hipótesis de Andow, la cual indica que las plagas menos ágiles y monófagas son buenas candidatas para alcanzar proporciones de epidemia según aumenta el monocultivo. Otras prácticas agrícolas como la fertilización, el riego y las aplicaciones de plaguicidas pueden hacer que las plantas sean más o menos susceptibles al ataque de las enfermedades o plagas.

Los investigadores que buscan un método ecológico para controlar las plagas plantean la restauración de la diversidad vegetal en la agricultura. Ellos esperan que al añadir una diversidad selectiva a los sistemas de cultivo, es posible capturar algunas de las propiedades estables de las comunidades naturales para los agroecosistemas (Root 1973). Varios investigadores han explorado los efectos del aumento de la diversidad en el manejo de las plagas (Litsinger y Moody 1976; Perrin 1977; Cromartie 1981; Altieri y Letourneau 1982).

Monocultivos en los Estados Unidos

Los monocultivos han aumentado drásticamente en los Estados Unidos, ya sea espacialmente, por el hecho de que la tierra dispuesta para un sólo cultivo se ha expandido dentro de un área geográfica, y temporalmente, a través de la producción año a año de las mismas especies en la misma tierra. Aún cuando resulta difícil cuantificar la extensión de los monocultivos con la información actual, un grupo especializado en la heterogeneidad espacial de los paisajes agrícolas señaló que la diversidad de cultivos por unidad de tierra arable ha disminuido y las tierras de cultivo se han concentrado cada vez más (USDA 1973). Estas tendencias son particularmente evidentes en el cinturón de maíz, en el delta del Mississippi, en el valle del Red River, en las planicies altas de Texas, en las áreas de regadío de California, en el sur de Florida y en la región de trigo de invierno de Kansas/Oklahoma.

En el estado de Illinois, un análisis piloto estudió las tendencias en la diversidad agrícola durante 32 años (USDA 1973). Al estudiar los pastizales, el maíz, la soya, el trigo, la avena y el heno, los científicos de USDA aplicaron el indicador Shannon- Weaver a nueve distritos agrícolas para realizar comparaciones anuales de la diversidad.
1. En siete distritos, la diversidad cayó abruptamente, comenzando a mediados de la década de los 50. La especialización en la producción de maíz y soya fueron responsables por el aumento del monocultivo y por la agregación de tierras de cultivo en la mayoría de los distritos estudiados.

Por lo general, fuerzas políticas y económicas influyen en la tendencia destinada  a dedicar grandes áreas al monocultivo. El énfasis de la investigación dirigida en un producto especial aumenta la productividad y tecnología de producción de algunos cultivos, lo que contribuye al monocultivo. Los productos de la investigación que promueven un uso intensivo de capital tienden a beneficiar en gran escala a los grandes agricultores de monocultivos. También, la concentración de la experiencia administrativa, la mecanización y comercialización apoyan la tendencia hacia las prácticas de monocultivo, todo debido a la economía de escala (Buttel 1980b).

Diversidad y poblaciones de insectos
Teoría ecológica

Los campos expuestos y las concentraciones de especies de un sólo cultivo abren el camino a una infestación por plagas, ya que proporcionan recursos concentrados y condiciones físicas uniformes que fomentan la invasión de insectos (Root 1973). La abundancia y eficacia de los depredadores se reduce, debido a que estos medioambientes simplificados no proporcionan fuentes alternativas adecuadas de alimentación, refugio, reproducción y otros factores ambientales (van den Bosch y Telford 1964). Las plagas de insectos herbívoros son más propensas a colonizar y a permanecer más tiempo en los cultivos huéspedes que están concentrados, ya que el conjunto de necesidades de vida de las plagas se satisfacen en estos medioambientes simplificados (Root 1973). Como resultado, las poblaciones de plagas especializadas alcanzan niveles económicamente indeseados.

Dos hipótesis explican la reducción de plagas en los policultivos (Root 1973, Altieri et al. 1978, Bach 1980, Risch 1983, Altieri y Liebman 1986 y 1988). La primera, la hipótesis de los enemigos naturales, predice una mayor mortalidad de plagas de insectos generalistas y especialistas en los policultivos, debido a que existen más parásitos y depredadores de insectos. El incremento de estos enemigos naturales se debe a las mejores condiciones de sobrevivencia en los policultivos. Comparados con los monocultivos, los policultivos pueden proporcionar más fuentes de néctar y polen (que pueden atraer a enemigos naturales y aumentar su potencial reproductivo); incrementar la cubierta del suelo (que favorece a ciertos depredadores como los escarabajos carábidos); y, por último, aumentar la diversidad de los insectos herbívoros (que pueden servir como fuente de alimento alternativo para los enemigos naturales disminuyendo la posibilidad de que los insectos benéficos dejen los campos cuando las especies principales de plagas sean escasas).

La segunda hipótesis, es la de la concentración de recursos, que predice que las plagas especializadas de insectos serán menos abundantes en los policultivos cuando las combinaciones se componen de cultivos huéspedes y no huéspedes. Las plagas especialistas tendrán mayor dificultad temporal para ubicarse, permanecer y reproducirse en sus huéspedes predilectos cuando estas siembras estén más dispersas en el espacio y, además, se encuentren enmascaradas, debido a estímulos visuales y químicos emanados de los cultivos asociados no huéspedes que producen confusión. En la Tabla 13.1, se encuentran los posibles mecanismos sugeridos por ambas hipótesis que explican la menor cantidad de poblaciones de plagas insectiles en los sistemas de cultivo múltiple.




La diversificación del agroecosistema y el control biológico de plagas

Es difícil inducir un control biológico eficaz de plagas en los ambientes de los monocultivos, porque estos sistemas carecen de recursos adecuados para que los enemigos naturales actuén de forma efectiva ya que muchas prácticas culturales aveces utilizadas en estos sistemas afectan directamente los agentes de control biológico. Aquellos sistemas que constan de cultivos diversos, ya contienen ciertos recursos específicos para los enemigos naturales proporcionados por la diversidad vegetal, en especial, cuando no son alterados por plaguicidas (Altieri y Letourneau 1984). Por lo tanto, al reemplazar o agregar diversidad a los sistemas existentes, se diversifica el hábitat, lo que aumenta la abundancia y eficacia de los enemigos naturales (van den Bosch y Telford 1964, Powell 1986) al:
1. Proporcionar huéspedes/presa alternativos cuando existe escasez de huésped para plagas.
2. Proveer alimentos (polen y néctar) a depredadores y parasitoides adultos.
3. Brindar refugios para invernar y otros fines similares.
4. Mantener poblaciones aceptables de plagas durante períodos prolongados para asegurar una supervivencia continua de los insectos benéficos.

El efecto específico resultante de la estrategia de diversificación que se usará, dependerá tanto de las especies de herbívoros y de los enemigos naturales asociados como de las propiedades de la vegetación, de la condición fisiológica del cultivo o de la naturaleza de los efectos directos de las especies particulares de plantas (Letourneau 1987). Además, el éxito de las medidas de incremento de diversidad vegetal pueden ser influidas por la escala en que son implementadas (es decir, a nivel de campo o región agrícola), dado que el tamaño del campo, la composición de la vegetación circundante y el nivel de aislamiento de éste (es decir, la distancia de la fuente de los colonizadores) afectarán las tasas de inmigración y emigración y el tiempo efectivo que permanece un determinado enemigo natural en un campo cultivado.

Quizás, una de las mejores estrategias para incrementar la eficacia de los depredadores y parasitoides es la manipulación de recursos alimenticios atípicos (polen, néctar y huéspedes-presa alternativos) (Rabb et al. 1976). En este aspecto no sólo es importante que la densidad de estos recursos sea alta para influir las poblaciones de enemigos, sino que también la distribución espacial y la dispersión temporal del recurso deben ser adecuadas. Una manipulación apropiada de los recursos mencionados debería permitir que los enemigos colonicen el hábitat antes que las plagas y que encuentren regularmente una fuente de recursos distribuida en forma equitativa; de esta manera, aumentaría la probabilidad de que los enemigos permanecieran en el hábitat y se reprodujeran (Andow y Risch 1985). Ciertas disposiciones de los policultivos aumentan y otras reducen la heterogeneidad espacial de recursos específicos de alimentación; por lo tanto, las especies determinadas de enemigos naturales pueden ser más o menos abundantes en un policultivo específico. Estos efectos y respuestas sólo pueden determinarse experimentalmente a través de toda una gama de agroecosistemas. La tarea es, de hecho, abrumadora, dado que las técnicas de incremento deben adecuarse necesariamente al lugar.

La literatura está llena de ejemplos que demuestran que la diversificación de los sistemas de cultivos reducen las poblaciones de herbívoros. Los estudios sugieren que mientras más diverso sea el agroecosistema y mayor sea el tiempo en que su diversidad permanece inalterada, más son los eslabones internos que se desarrollarán para fomentar una mayor estabilidad de la comunidad de insectos. Sin embargo, es claro que esta estabilidad no sólo depende de la diversidad trófica, sino también de la naturaleza de la respuesta dependiente de la densidad de los niveles tróficos (Southwood y Way 1970). En otras palabras, la estabilidad dependerá de la precisión de respuesta de un determinado eslabón trófico frente al aumento en la población de un nivel inferior.

Aún cuando la mayoría de los experimentos han documentado las tendencias poblacionales de insectos en los hábitats de cultivos complejos, sólo algunos se han concentrado en dilucidar la naturaleza y dinámica de las relaciones tróficas entre plantas-herbívoros y enemigos naturales en los agroecosistemas diversificados. Se han desarrollado varias líneas de investigación:

Estudios de la interacción cultivo-maleza-insectos. La evidencia indica que las malezas influyen en la diversidad y abundancia de los insectos herbívoros y enemigos naturales asociados a los sistemas de cultivos. Ciertas malezas (especialmente Umbelliferae, Leguminosae y Compositae) desempeñan un papel ecológico importante, pués hospedan y mantienen un conjunto de artrópodos benéficos que ayudan a eliminar poblaciones de plagas (Altieri et al. 1977, Altieri y Whitcomb 1979). En el Capítulo 14, se mencionan ejemplos específicos de las asociaciones cultivo-maleza que incrementan el biocontrol.

Dinámica de insectos en los policultivos anuales. Evidencias abrumadoras señalan que los policultivos sostienen una menor carga herbívora que los monocultivos.

Uno de los factores que explica esta tendencia es que los policultivos preservan poblaciones de enemigos naturales relativamente más estables, debido a la disposición más continua de fuentes de alimentación y a una mayor diversidad de microhábitats (Risch 1981, Helenius 1989). El otro factor es que los herbívoros especializados tienen más oportunidades de encontrar y permanecer en los monocultivos puros, ya que éstos brindan recursos concentrados y condiciones físicas monótonas (Root 1973).

En la Tabla 13.2 se mencionan ejemplos específicos de policultivos que afectan las poblaciones de plagas.

Las reducciones en las poblaciones de plagas puede ser debio al uso de policultivos que a su vez tiene dramáticos efectos en los rendimientos del cultivo (Tabla 13.3).

Por ejemplo, la competencia con el caupí reduce el rendimiento de yuca en el policultivo cuando la mosca blanca de a yuca fue controlada con insecticidas. Sin embargo, cuando no se utilizaron insecticidas para el control de esta plaga, los rendimientos de la yuca en el policultivo fueron mayores que en el monocutivo. Sin insecticidas, el efecto competitivo del caupí fue más compensatorio por la protección provista a la yuca (Gold 1987).

Herbívoros en sistemas de cultivos complejos perennes. Muchos de los estudios han explorado los efectos de la manipulación de los cultivos de cobertura sobre los insectos plagas y los enemigos asociados, los datos indican que huertos con un desarrollo floral exiben bajo indice de insectos plaga que en huertos limpios, especialmente por el incremento en la abundacia y la eficiencia de los depredadores y parasitoides (Altierí y Schmidt 1985). En algunos casos, los cultivos de cobertura afectan directamente especies de herbívoros que pueden distinguir árboles con y sin cobertura.

Diversidad y enfermedades de plantas

Los monocultivos son casi siempre más propensos a enfermedades. Una de las estrategias epidemiologicas para minimizar las perdidas por enfermedades o nematodos en las plantas es el incrementar las especies y/o la diversidad genética de los sistemas de cultivo. Larios (1976) documentó la evidencia de supresión de enfermedades en varios sistemas tropicales. El caupí intercalado con maíz mostró menor liberacion y diseminación del inoculo que en monocultivos de caupí. La infestación del mildew causada por Oidium manihotis y la roña causada por Sphaceloma sp. fue retardada en cultivos asociados de yuca y frijol o camotes. El virus del mosaico y el virus clorótico del caupí se manifestación a bajos niveles en cultivos de caupí intercalados con yuca o platanos.

El uso de cultivos no hospederos en sistemas intercalados puede reducir significativamente la distribución del virus. Un cultivo amortiguador como el maiz, cuando se siembra entre la fuente de la polilla del mani y el cultivo suceptible de soya, se puede reducir la separación requerida para prevenir la expansión de la enfermedad.

El virus del mosaico de la alfalfa tiene mayor prevalencia en monocultivos que en los cultivos combinados con pastos cocksfoot grass. Los cultivos de mostaza o cebada que alcanzan alturas de 66 a 41 cm respectivamente cuando se siembran combinados con plantulas de remolacha pueden disminuir la incidencia del virus del amarillamiento de la remolacha (Altieri y Liebman 1986). Los ejemplos disponibles indican que las combinaciones de cultivos o variedades (multilíneas) amortiguan las perdidas por enfermedades, reduciendo la diseminación de esproas o modificando las condiciones mircoambientales como humedad, luz, temperatura y movimiento del aire (Browning y Frey 1969, Larios 1976). Algunas plantas asociadas pueden actuar como repelentes, inhibidores del apetito, interruptores del crecimiento, o como elementos tóxicos. En el caso de los agentes patógenos del suelo, algunas combinaciones de plantas y abonos orgánicos aumentan la fungiestasis y la antibiosis mediante efectos directos sobre la materia orgánica del suelo (Sumner et al. 1981).
 
 
 
 
 
Diversidad y nemátodos

Una estrategia basada en la diversidad es el uso de cultivos trampas, los cuales son cultivos huéspedes sembrados para atraer nemátodos, pero destinados a ser cosechados o destruidos antes que los nemátodos incuben. Esta táctica se ha empleado contra nemátodos quistes, mediante la siembra de crucíferas que son aradas antes que los nemátodos de la remolacha se desarrollen completamente. El mismo objetivo se alcanza en las plantaciones de piñas (Ananas comosus) al sembrar tomates y destruirlos antes que los nemátodos radiculares se puedan reproducir (Palti 1981).

También existe evidencia de que la acción tóxica de algunas plantas afectan desfavorablemente a las poblaciones de nemátodos. Oostenbrink et al. (1957) demostró que numerosas variedades de Tagetes erecta y T. patula reducían la población de ciertas especies de nemátodos que atacan a la raíz, tales como Pratylenchus, Tylenchorchynchus, y Rotylenchus. El efecto de las caléndulas sobre Pratylenchus parece deberse a la acción nematicida de las raíces de la planta en crecimiento, que secretan alfa-terthienil. En estudios posteriores, Visser y Vythilingum (1959) también informaron que estas dos especies de caléndulas disminuían considerablemente las poblaciones de Pratylenchus coffeae y Meloidogyne javanica en el suelo de té (Camellia sinensis). El cultivo de caléndulas reducía la presencia de nemátodos con mayor rapidez y eficacia que si se mantenía el suelo de té en barbecho. Existen otras plantas cuyos extractos radiculares presentan características nematicidas. Por ejemplo, la Ammbrosia spp. e Iva xanthiifolia, que reducen las poblaciones de P. penetrans.

Se han realizado muy pocos estudios sobre la supresión de nemátodos en sistemas de cultivo intercalado. El nemátodo Anguina tritici, que penetra la plántula de trigo desde el suelo e infesta las espigas, ha sido controlado parcialmente en India al sembrar Polygonum hydropiper con trigo (Triticum sp.). También en India, se ha descubierto que la planta Sesamum orientale produce exudaciones radiculares nematicidas que disminuyen la infestación de nemátodos radiculares en Abelmoschus esculentus que crece en los costados (Altieri y Liebman 1986).

Egunjobi (1984) estudió la ecología de P. brachyurus en sistemas tradicionales de maíz en Nigeria. El autor encontró que las aplicaciones de fertilizantes NPK aumentaron el número de nemátodos en suelos con monocultivo de maíz, a diferencia de terrenos de maíz intercalados con caupí, maní o garbanzo verde.

Diversidad y poblaciones de malezas

Las continuas manipulaciones de los campos, necesarias para la producción moderna de cultivos, han favorecido la selección de malezas oportunistas y competitivas, dado que la mayoría de estas especies son estimuladas por las alteraciones regulares en los monocultivos. De los factores que influyen en el equilibrio cultivo/maleza dentro de un campo, la densidad de las malezas y plantas del cultivo desempeñan un papel principal en el resultado de la competencia. Cuando el patrón de cultivo es intensivo, el nivel y el tipo de la comunidad de malezas es producto del cultivo y de su manejo. En sistemas de cultivo múltiple, la naturaleza de las combinaciones (especialmente del cierre del dosel) puede mantener el suelo cubierto durante toda la temporada de crecimiento, dando sombra a especies de malezas sensibles y reduciendo al mínimo la necesidad de controlar las malezas. Los sistemas de cultivo intercalado de maíz/frijol mungo y maíz/camote son sistemas comunes que inhiben la competencia de malezas. En estos sistemas, los doseles complejos con grandes áreas foliares interceptan una proporción significativa de luz incidente, dejando en la sombra a las especies de malezas sensibles (Bantilan et al. 1974).

En general, la supresión de malezas en los sistemas de cultivo intercalado depende de la densidad, de las proporciones relativas, de la disposición espacial de los cultivos componentes y de la fertilidad del suelo. Los mecanismos que explican los rendimientos excesivos y la supresión de malezas en policultivos se han visto limitados por la preferencia dada a los nichos y recursos, la exclusión competitiva y la interferencia aleloquímica (Altieri y Liebman 1988).

La alelopatía puede contribuir al aumento de la competitividad de los cultivos sobre las malezas coexistentes en los monocultivos y policultivos. Los cultivos tales como el centeno, la cebada, el trigo, el tabaco y la avena liberan en el ambiente sustancias tóxicas, ya sea mediante la exudación radicular o el material vegetal en descomposición de la planta, que inhiben la germinación y crecimiento de algunas malezas. Las sustancias lixiviantes de algunas variedades de pepinos tienen efectos alelopáticos sobre el mijo. Las secreciones radiculares del centeno y de avena pueden inhibir la germinación y crecimiento de malezas tales como la mostaza silvestre, Brassica spp. y la amapola (Papaver rhoeas) (Putnam y Duke 1978). El papel potencial de la alelopatía en el manejo de las malezas se discute más detalladamente en el Capítulo 14.

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