Capítulo 8
Agricultura orgánica
La agricultura orgánica es
un sistema productivo que propone evitar e incluso excluir totalmente los
fertilizantes y pesticidas sintéticos de la producción agrícola. En lo posible,
reemplaza las fuentes externas tales como substancias químicas y combustibles adquiridos
comercialmente por recursos que se obtienen dentro del mismo predio o en sus
alrededores. Dichos recursos internos incluyen la energía solar y eólica, el
control biológico de las plagas, el nitrógeno fijado biológicamente y otros nutrientes
que se liberan a partir de la materia orgánica o de las reservas del suelo.
Las opciones específicas
que fundamentan la agricultura orgánica son la máxima utilización de la
rotación de cultivos, rastrojos vegetales, abono animal, leguminosas, abonos
verdes, desechos orgánicos externos al predio, cultivo mecanizado, rocas fosfóricas,
y aspectos del control biológico de plagas con miras a la mantención de la
fertilidad del suelo y su estructura; suministro de nutrientes vegetales y el
control de los insectos, malezas y otras plagas. (Tabla 8.1) (USDA 1980).
Como resultado de ello, los
sistemas de agricultura orgánica se pueden diferenciar considerablemente uno de
otros, puesto que cada uno adapta sus prácticas para satisfacer necesidades
ambientales y económicas específicas. Sin embargo, hoy en día se acepta
ampliamente que la agricultura orgánica no representa un retorno a los métodos
previos a la revolución industrial, sino más bien combina las técnicas
agrícolas conservacionistas tradicionales con tecnologías modernas. Los
agricultores que aplican este sistema usan equipos modernos, semillas
certificadas, prácticas de conservación del suelo y agua y las últimas
innovaciones relacionadas con la alimentación y cría de ganado. Los elementos
más comunes de los sistemas de cultivo orgánico son los siguientes (Roberts
1992):
1. La acumulación de
materia orgánica en el suelo
2. La eliminación de
productos químicos potencialmente tóxicos como pesticidas, herbicidas y fertilizantes
3. El uso de leguminosas
como principal fuente de nitrógeno
4. La aplicación de
fertilizantes naturales
5. El uso de la rotación de
cultivos para reducir al mínimo el daño producido por plagas y malezas
6. La incorporación de una
diversa gama de cultivos con el fin de alcanzar mayor estabilidad
7. La integración del
cultivo arbóreo con la explotación ganadera para lograr un sistema natural
equilibrado
8. El almacenamiento de
agua con el objeto de utilizar las precipitaciones y evitar así el escurrimiento
innecesario.
Características de la agricultura orgánica
La diferencia más
importante entre la agricultura orgánica y la convencional radica en que los
agricultores orgánicos evitan o restringen el uso de fertilizantes y pesticidas
químicos en sus prácticas agrícolas, mientras que los agricultores
convencionales pueden usarlos extensivamente (Oelhaf 1978). De hecho, los
agricultores orgánicos utilizan maquinaria moderna, las variedades de cultivo
recomendadas, semilla certificada, manejo perfecto del ganado, las prácticas
recomendadas para la conservación del suelo y del agua e innovadores métodos de
reciclaje de desechos orgánicos
y manejo de residuos.
Los programas de
investigación sobre los sistemas de cultivo orgánico fueron muy limitados hasta
comienzos de la década de los ochenta . Estudios pioneros realizados por Oelhaf
(1978), Lockeretz et al. (1978, 1981), Pimentel et al. (1983) y USDA (1980)
referentes a la agricultura orgánica en Estados Unidos proporcionan la comparación
más detallada entre los sistemas agrícolas orgánicos y los convencionales.
Dichos estudios concluyeron
que:
1. En los predios orgánicos
las cosechas de maíz y soya fueron inferiores a las de los predios
convencionales en cerca de un 10% y un 5% respectivamente. En condiciones de
crecimiento muy favorables, las producciones convencionales resultaron considerablemente
mayores que las orgánicas. Sin embargo, en condiciones más secas, los
agricultores orgánicos obtuvieron resultados similares o mejores que sus contrapartes
convencionales. Una vez que se estableció la rotación de cultivo (3 ó 4 años),
las producciones de los predios orgánicos comenzaron a aumentar, de manera que
se acercaron a las de los métodos convencionales.
2. Los predios
convencionales consumieron una cantidad de energía considerablemente mayor que
los predios orgánicos, debido más que nada al mayor uso de sustancias
petroquímicas. Además, desde el punto de vista del consumo energético, los
predios orgánicos fueron mucho más eficientes que los convencionales. Los
investigadores concluyeron que en los predios orgánicos seleccionados en 1974 y
1975, la tasa de energía de entrada/salida (eficiencia) para la producción de
maíz fue de 13 y 20 respectivamente, mientras que en los convencionales fue de
5 y 7 respectivamente.
Entre 1974 y 1978 la
energía que consumieron los predios orgánicos para producir una cosecha
valorizada en dólares alcanzó sólo cerca de un 40% de las convencionales.
Aunque los predios orgánicos obtuvieron rendimientos menores que los
convencionales, sus costos operacionales también fueron inferiores de manera que
resultaron casi equivalentes desde un punto de vista monetario. Como resultado de
lo anterior, los ingresos netos de producción en ambos tipos de predios fueron
casi iguales todos los años excepto uno. El uso de nitrógeno fijado
biológicamente y desechos orgánicos reciclados por parte de los agricultores
orgánicos redujo considerablemente el consumo de energía en la producción
agrícola orgánica. Sin embargo, parte de ese ahorro, incrementado por la
reducción en el uso de fertilizantes, se puede ver compensado por el mayor uso
de combustible y maquinaria en las labores de abono y cultivo. Un estudio
comparativo en cuanto al uso de la energía fósil, la mano de obra y los insumos
externos para la producción de maíz, trigo, papas y manzanas mediante el uso de
tecnologías orgánicas y convencionales dio como resultado que la eficiencia
energética en ambos sistemas de producción varió de acuerdo con el sistema de
cultivo que se utilizó (Pimentel et al. 1983). Dichos resultados indicaron que
la producción de maíz y trigo orgánicos fue entre 29% y 70% más eficiente
energéticamente que la producción convencional. Por el contrario, las técnicas
orgánicas resultaron entre un 10% y un 70% menos eficientes desde un punto de
vista energético que las técnicas convencionales para producir papas y
manzanas.
La pérdidas por plagas y
enfermedades también aumentaron cuando no se aplicaron pesticidas a los
cultivos.
3. Muchos predios orgánicos
se encuentran altamente mecanizados y sólo requieren un poco más mano de obra
que los predios convencionales. Los requerimientos de mano de obra alcanzaron
un promedio de 3,3 horas-hombre por acre en los predios orgánicos y 3,2
horas-hombre por acre en los convencionales. No obstante, de acuerdo con el
valor de la cosecha producida, los predios orgánicos requirieron un 11% más de
mano de obra, puesto que su producción fue inferior (Lockeretz et al.
1978, 1981). En este
estudio, las necesidades de mano de obra de los agricultores orgánicos
resultaron similares a las de los agricultores convencionales para el maíz y los
granos pequeños, pero mayores para la soya, ya que fue necesario más desyerbe manual.
Otros estudios (Oelhaf 1978, Lockeretz et al. 1975) indican que los predios orgánicos
generalmente necesitan más mano de obra que los convencionales, aunque de hecho
hay excepciones. La cantidad de mano de obra que se requiere para cultivar orgánicamente
constituye una limitación crucial para la expansión de algunos predios orgánicos
y un importante factor disuasivo para aquellos agricultores convencionales que
consideran la posibilidad de adoptar los métodos orgánicos.
De todas maneras, el
cultivo orgánico conserva los recursos naturales y protege más el medio
ambiente que la agricultura convencional. El aumento de la presión pública en cuanto
a la conservación del suelo y agua y la protección del medio ambiente ha
generado un aumento del interés mundial por las prácticas de cultivo orgánico. Se
han llevado a cabo estudios y evaluaciones más recientes sobre la agricultura orgánica,
entre los cuales se cuentan el informe del National Research Council (NRC 1984)
sobre Agricultura Alternativa y el texto de Lampkin (1992) sobre Agricultura Orgánica.
La principales conclusiones del NRC fueron:
1. Los sistemas agrícolas
bien manejados casi siempre utilizan menos fertilizantes, antibióticos y
pesticidas químicos sintéticos por unidad de producción en comparación con los
predios convencionales. El uso reducido de estos insumos disminuye tanto los
costos de producción como la posibilidad de efectos ambientales y salubres adversos
de la agricultura, pero sin necesariamente reducir (en algunos casos los aumenta)
los rendimientos de los cultivos por acre y la productividad de los sistemas de
manejo de ganado.
2. Las prácticas
alternativas de cultivos por lo general requieren más información, entrenamiento,
tiempo y habilidades de manejo por unidad productiva que la agricultura convencional.
3. Muchas políticas
gubernamentales desalientan la adopción de sistemas y prácticas alternativas y
penalizan económicamente a aquellos que adoptan rotaciones, aplican ciertos
sistemas de conservación del suelo o intentan reducir las aplicaciones de
plaguicidas.
Sistemas de cultivo
La mayoría de los sistemas
de cultivo orgánico incluyen una rotación basada en las leguminosas utilizadas
como abono verde o cultivos de cobertura (Parr et al. 1983).
Las pautas para la
planificación de secuencias de cultivos en la rotación se basa en la selección
de cultivos balanceados que sean:
• Apropiados para el tipo
de suelo local
• Cultivados con éxito en
el área
• Cosechados fácilmente con
equipo disponible
La selección de la
proporción deseada de cultivo invierno: verano y la siembra de leguminosas en
suelos con baja concentración de nitrógeno son esenciales para una buena
rotación . Luego de las leguminosas o el barbecho, se siembran cultivos ricos en
proteína. Se toma en consideración la micorriza de cada cultivo en la
secuencia, y en regiones templadas se recomienda no volver a cultivar trigo
durante 5 ó 6 años en presencia de nemátodos. La práctica usual consiste en
alternar un cultivo tipo abono verde con un cultivo que requiera mucho
nitrógeno (maíz, trigo, sorgo).
Por ejemplo, en la zona
maicera de Estados Unidos, la rotación típica de un predio orgánico consistiría
en 3 años de alfalfa, 1 año de maíz (o trigo), 1 año de soya, 1 año de maíz, 1
año de soya y luego nuevamente alfalfa. Las leguminosas forrajeras proporcionan
una fuente de nitrógeno fijado biológicamente para el sistema orgánico.
Luego, el forraje se da
como alimento a los animales en lugar de comercializarlo directamente,
reduciendo de esta manera al mínimo la salida de nutrientes fuera del predio.
La productividad del suelo también es incrementada mediante la reincorporación a
la tierra del abono animal junto con los rastrojos del cultivo.
Otro ejemplo lo constituye
una rotación típica de siete temporadas compuesta por tres temporadas de
alfalfa y su incorporación al suelo, seguida de cuatro temporadas de cultivos
cosechables: una de trigo, luego una de soya, otra de trigo y finalmente una de
avena. Luego, el ciclo puede comenzar nuevamente. En la primera temporada de
cultivo, el trigo al crecer absorberá una parte del nitrógeno producido por la
alfalfa; la soya, dado que es una leguminosa, agotará mucho menos el nitrógeno
del suelo. Se deja la avena para el final del ciclo, porque requiere menos
nutrientes que el trigo.
Prácticas culturales
La mayoría de los agricultores
orgánicos utilizan arados de disco o de cincel, que tienden a mezclar el suelo
en lugar de invertirlo. Además, practican la labranza superficial (6 a 10 cm de profundidad), que
tiende a retener los residuos del cultivo y los abonos en o cerca de la superficie
del suelo. Con la labranza superficial, los residuos del cultivo protegen la
superficie del suelo, de manera que fomenta la infiltración y el almacenamiento
de agua y reduce la erosión del suelo y el escurrimiento de nutrientes. Los
agricultores orgánicos que han logrado éxito acentúan la importancia de la
labranza y siembra oportuna con miras al manejo de malezas y la mantención de
un buen mullimiento del suelo. Algunos agricultores orgánicos recurren a la
siembra tardía para controlar las malezas y aumentar la mineralización de la
materia orgánica y la liberación de nutrientes vegetales (Parr et al. 1983).
La adición regular al suelo
de rastrojos, abono y otros materiales orgánicos es otra característica básica
de la agricultura orgánica. La materia orgánica mejora la estructura del suelo,
aumenta su capacidad para almacenar agua, intensifica la fertilidad y mejora el
mullimiento o condición física del suelo. Mientras mejor sea el mullimiento, más
se facilita la labranza y con mayor facilidad emerge la plántula y se entierran
las raíces. La infiltración del agua resulta más expedita en los suelos bien
mullidos, reduciendo al mínimo el escurrimiento superficial y la erosión del
suelo. La materia orgánica también sirve de alimento a las lombrices de tierra
y a los microorganismos del suelo (Reganold et al. 1987).
En los predios orgánicos,
las malezas e insectos son controlados principalmente con métodos no químicos,
pero con diferentes grados de eficacia (USDA 1980). Los agricultores orgánicos
de California combinan técnicas de cultivos tales como la cultivación, rotación
de cultivos, cultivos inundados, cultivos trampas, el riego y la solarización
(mulch con cubierta plástica), con un programa balanceado de manejo de suelo
con materia orgánica y uso de agentes biológicos de control para manejar las
plagas y enfermedades (Altieri et al. 1983a).
Las malezas son
generalmente un problema mayor que los insectos. Los métodos orgánicos de
control de malezas incluyen rotaciones de cultivos, labranza, segado, praderas,
cultivos competitivos, cultivos intercalados, siembra y trasplante oportuno,
espaciamiento intensivo de cultivos y algo de desmalezaje manual. En McLeod y
Sweezy (1980) se presenta una descripción de los métodos utilizados por los
agricultores orgánicos de California para el control de malezas. En cultivos en
hileras, las malezas son controladas por medios mecánicos y/o animales tanto antes
como después de la siembra. La mayoría de los agricultores están familiarizados
con los ciclos vitales de sus cultivos y el tiempo de su cultivación con el
objeto de aumentar al máximo el estrés de la maleza. En el Valle Anderson al
norte de California, un agricultor obtuvo cosechas aceptables de maíz dulce,
manteniéndolo libre de malezas sólo durante las primeras cuatro semanas
posteriores a la emergencia del cultivo. Varios horticultores han descubierto
la utilidad del transplantador con inyección hidráulica Hydro-Synchron para
establecer una cama libre de malezas (Altieri et al. 1983a).
La siega y/o rastra mecánica
son los métodos más comunes utilizados para el control de malezas en huertos y
viñedos en condiciones de secano. Algunos agricultores han obtenido resultados
estimulantes mediante el uso de segadores articulados.
Otros agricultores siembran
alfalfa u otros tipos de cultivos de cobertura a modo de cubierta permanente
del huerto, que siegan una o dos veces al año (Altieri et al. 1983a).
En muchos cultivos
agrícolas, los agricultores orgánicos han controlado adecuadamente los insectos
en muchos cultivos mediante rotaciones selectivas y la liberación de
depredadores naturales de insectos. Algunos agricultores han experimentado grandes
dificultades para controlar con métodos no químicos a los insectos en los cultivos
de hortalizas y frutales. Los agricultores generalmente favorecen las
combinaciones de insecticidas orgánicos con métodos biológicos de control de
plagas
(USDA 1980). Entre los
insectos benéficos que se liberan generalmente se encuentran Crisopas, avispas Trichogramma,
ácaros depredadores, coccinélidos, parásitos de la mosca blanca de los
invernaderos Encarsia formosa, depredadores de plagas del maíz,
parásitos de escamas negras y rojas y parásitos del gusano rosado del maíz y
del algodón, que se adquieren en los insectarios locales.
Los insecticidas más usados
son los agentes microbiológicos, insecticidas botánicos, aceite, jabones y
tierra de infusorios. Los insecticidas microbiológicos tales como Bacillus
thuringiensis (BT), Nosema locustae y el virus de la polyedrosis
nuclear (NPV) atraen a los agricultores debido a su selectividad. El BT se
utiliza contra larvas de lepidópteros que se alimentan de hojas y frutos, por
ejemplo, el gusano del tomate, el gusano del repollo, la polilla de la col, las
larvas de los esfíngidos, el gusano de la manzana y muchos otros. La enfermedad
causada por Nosema se produce en las langostas. El NPV se utiliza contra
el gusano del algodón y el gusano del tabaco. En algunos huertos orgánicos de
manzanas se ha probado con resultados alentadores el uso del virus granuloso
para controlar al gusano de la manzana (Falcon et al. 1968). Los insecticidas
botánicos incluyen rotenona, piretrina, irania, sulfato de nicotina, cebadilla,
neem, cuasia y ajenjo. Se prefiere su utilización antes que a las sustancias
químicas sintéticas, porque son naturales, menos tóxicos y se descomponen relativamente
rápido en el medio ambiente.
Muchos agricultores usan
aceites minerales para asfixiar los huevos de varios insectos. Los aceites
minerales y la rotenona han sido utilizados contra la polilla del manzano.
Recientemente se han probado contra este gusano fórmulas a base de jabón, con
diversos resultados. La mayoría de los fruticultores usan trampas de feromona para
vigilar las poblaciones de plagas de polillas adultas, o contratan expertos en
el manejo de plagas para realizar reconocimientos y vigilancia de plagas en el
campo.
Los fungicidas se pueden
utilizar para prevenir enfermedades. Incluyen el azufre, caldo de bordeles,
minerales de extracción como cobre y carbonato de calcio, y otras formulaciones
hechas a base de ajo, corregüela y cal hidratada. Los horticultores consideran que
la aplicación de un pulverizador foliar a base de emulsión de pescado justo antes
de que las hojas caigan ayuda a su descomposición y a prevenir la aparición de sarna
de las manzanas y otras enfermedades cuyas esporas invernan en las hojas. La sarna
y el mildiú blanco de las cucurbitaceas también se pueden prevenir mediante la aplicación
de carbonato de azufre/calcio antes y durante las lluvias de primavera.
La mayoría de los
agricultores orgánicos también expresan que una alta proporción de humus en el
suelo fomenta la resistencia del cultivo frente a plagas y agentes fitopatógenos
de las plantas, puesto que las plantas cultivadas orgánicamente son más sanas
que las fertilizadas con productos comerciales, y por lo tanto, son más resistentes
a los ataques (Bezdicek y Powers 1984). Se ha llevado a cabo muy poca investigación
para comprobar esta teoría, pero Culliney y Pimentel (1986) encontraron que las
densidades poblacionales tardías en la temporada, de pulguillas, pulgones alados
y larvas en coles fertilizadas con sedimento de aguas servidas fueron significativamente
inferiores que en coles fertilizadas químicamente.
Nutrición de las plantas y materia orgánica del
suelo
La clave para mantener la
fertilidad del suelo en un sistema orgánico radica en el aumento de la
eficiencia del flujo de nutrientes de un estado fijo a uno soluble. De esta
manera, los agricultores obtienen nitrógeno adecuado y mantienen un alto nivel de
materia orgánica del suelo para asegurar la máxima productividad del suelo. La principal
fuente de nitrógeno en los sistemas agrícolas orgánicos la constituye el nitrógeno
atmosférico fijado por bacterias asociadas con leguminosas. En algunos casos se
utilizan fuentes de abono u otros desechos orgánicos provenientes del exterior del
predio. Cualquier déficit de nitrógeno es disminuido principalmente mediante el
nitrógeno residual del suelo, el reciclaje de abono animal y rastrojos
vegetales, y la mineralización de materia orgánica del suelo. Los materiales
que tienen poca solubilidad en el agua, como la roca fosfórica o la arenisca
verde (glauconita), son las fuentes preferidas de fósforo y potasio
respectivamente. Las fuentes de fosfato acidulado se utilizan en ocasiones
cuando no existe la roca fosfórica.
Un estudio realizado por el
USDA (1980) indica que un gran número de agricultores orgánicos aplican a las
hojas de muchos cultivos productos a base de emulsión de pescado y algas
marinas con la esperanza de que estos productos proporcionen por vía estomatal
elementos esenciales para el crecimiento, protección de las plantas y para
incrementar las cosechas.
La mayoría de los
agricultores orgánicos consideran que la cantidad de materia orgánica del suelo
se encuentra estrechamente relacionada con la productividad del suelo y el
control de la erosión. De manera que aplican frecuentemente abono animal y usan
abonos verdes y cultivos de cobertura para mantener la materia orgánica del suelo.
El estiércol en ocasiones es transformado en compost, dispuesto en hileras al aire
libre o en pilas estáticas anaeróbicas. Los agricultores que cultivan manzanas
en California por lo general agregan a sus huertos dos toneladas de compost y
media tonelada de caliza por acre al año (Altieri et al. 1983a). Mientras que
la incorporación al suelo de residuos del cultivo es una práctica común en la
mayoría de los predios, algunos agricultores incluso cambian los rastrojos de
un lugar a otro del predio para aumentar el nivel de materia orgánica donde
haga falta.
Debido a la gran diversidad
de técnicas, clima, suelo, prácticas de control, sistemas de cultivo y otros
factores, a menudo resulta difícil hacer una comparación entre el ciclo del
nitrógeno en sistemas orgánicos y convencionales. Sin embargo, es posible sacar
algunas conclusiones generales (Power y Doran 1984):
• Las técnicas agrícolas
orgánicas tienden a conservar el nitrógeno en el sistema suelo/planta, lo que
da como resultado la formación de nitrógeno orgánico del suelo.
• Los suelos manejados
orgánicamente poseen más microorganismos y recientes niveles de nitrógeno
potencialmente mineralizable.
• La tasa neta de
mineralización de nitrógeno en los suelos orgánicos a menudo es más lenta, lo
que frecuentemente da como resultado una leve carencia de nitrógeno en períodos
de rápida captación del elemento.
• La presencia de residuos
orgánicos ayuda a reducir las pérdidas de nitrógeno del agroecosistema
orgánico.
• Los efectos de la
agricultura orgánica sobre el ciclo del nitrógeno son más notorios en la
superficie del suelo.
Estudios de caso de la agricultura orgánica en
California
Producción de arroz orgánico
Los mejores ejemplos de
producción de arroz orgánico en California son los predios de los hermanos
Lundberg y el de los Harters cerca de Chico. Los Lundberg dedicaron cien acres
a la producción de arroz orgánico en los que se practica una rotación de dos
años que alterna arroz con veza morada (Vicia benghalensis) y barbecho.
La semilla de arroz seca es sembrada directamente en el suelo hasta que se
disponga de la humedad necesaria para germinar, momento en el cual se efectúa
un «flushing» (regado breve y rápido).
Después de la germinación,
y hasta que el arroz alcance una altura de 5 a 10 cm aproximadamente, los Lundberg dejan que
el suelo se seque un poco. Cuando el arroz comienza a mostrar una inminente
falta de humedad, el campo es regado nuevamente.
Una vez que las plantas de
arroz se han estabilizado totalmente (7,5 a 13 cm de alto), los campos se mantienen
inundados hasta que se drenan como preparación para la cosecha (3 a 4 semanas antes), de manera
que el suelo se seque lo suficiente para soportar la maquinaria cosechadora.
Durante el año de barbecho
no se obtiene cosecha alguna. En lugar de ello, la veza morada se siembra el
otoño siguiente a la cosecha del arroz y se vuelve a sembrar el otoño siguiente
al año del barbecho. Normalmente la veza crece bastante lento durante el otoño
y permanece latente durante las frías temperaturas del invierno, pero alrededor
de Abril o Mayo generalmente ha formado bastante follaje que constituye un
excelente abono verde o mulch. La veza proporciona cerca de 60 a 65 Kg.
De nitrógeno por acre. En
la primavera del año de barbecho la veza es segada e incorporada al suelo junto
con la paja de arroz ya bastante descompuesta. Luego, el campo es nivelado con
láser e inundado y labrado superficialmente de manera alternada, con una
herramienta para controlar malezas. En algunos años, dependiendo de la población
de malezas, un barbecho puede ser tratado con incluso tres ciclos de inundación
y labranza.
En la primavera del año en
que corresponde sembrar el arroz, se corta el follaje de las leguminosas, y
junto con la paja de arroz en avanzada descomposición, deja una capa protectora
sobre el suelo. Luego se utiliza una pesada perforadora de no labranza para
sembrar semilla de arroz en dicha capa. La perforadora deja el suelo desnudo sobre
las hileras angostas (cerca de 20
cm de distancia) en la que se siembra la semilla de
arroz. Las áreas entre las hileras de arroz permanecen cubiertas con el mulch, lo
que ayuda a controlar las malezas.
La razón fundamental para
estas prácticas de manejo se basa en el control de malezas y plagas y en el
mejoramiento de la fertilidad del suelo. Se supone que la capa protectora
inhibe la germinación de las semillas de maleza y compensa así la desventaja de
la siembra en seco (emergencia tardía de los cultivos de arroz), en comparación
con la práctica convencional. La siembra en la capa de mulch seguida de la
inundación intermitente en las primeras etapas del crecimiento y desarrollo del
arroz, interrumpe también los ciclos vitales de las plagas acuáticas tales como
la Cecidomia,
el cangrejo o el renacuajo acuático del arroz, que necesitan del riego continuo
para sobrevivir.
El pudrimiento del tallo (Sclerotium
oryzae), una enfermedad fungosa que afecta al arroz en el norte de
California no constituye un problema severo debido a los métodos que se usan
para facilitar la descomposición de la paja y su incorporación al suelo. El
daño producido por los gorgojos se previene mediante el riego intermitente durante
las primeras etapas del crecimiento del arroz, un proceso que retarda la etapa anaeróbica
de la irrigación (inundación permanente) hasta después que las plantas de arroz
han alcanzado una altura de 15
a 20 cm
aproximadamente. En esta etapa el gorgojo no daña el arroz. Las principales
malezas como el pasto acuático se manejan mediante prácticas culturales y de
rotación.
Este método orgánico de
producción arrocera, que aún es experimental y que practican actualmente los
Lundberg, tiene la ventaja de interrumpir el ciclo reproductivo de varias
malezas y otras plagas y agentes patógenos, y elimina el uso de pesticidas.
Su desventaja es que
produce rendimientos (44,0 quintales por acre) y rentabilidades económicas
significativamente más bajas, incluso en comparación con predios de todo el
estado (73,5 quintales por acre), al ajustar los efectos de la rotación
(Academia Nacional de Ciencia 1989).
Los Harter utilizan un
sistema similar sólo que se basan en la veza lanuda (Vicia dasycarpa)
para la rotación. Sólo producen arroz en 150 a 200 acres anualmente y reservan por dos años
los 500 acres
restantes de suelo cultivable para la formación de materia orgánica con la
siembra de vezas. Aunque sus rendimientos son inferiores a los de los sistemas
convencionales, sus ganancias superan las de los agricultores convencionales en
US$ 65 por acre aproximadamente, debido al mayor precio que obtienen por el
arroz orgánico.
Producción de uva
orgánica
Los Pavich tienen dos
viñedos orgánicos en California: uno de 467 acres en Délano y
otro de 142 acres
en el Condado de Kern. Los Pavich aplican anualmente cerca de 2.000 toneladas
de estiércol vacuno a todo su predio, proporcionando alrededor de 47 kg de nitrógeno, 43 kg de fósforo (P2O5) y 69 kg de potasio (K2O) por acre. El compost
es esparcido por pequeños carros que se mueven entre las hileras de las parras,
lo que se traduce en cerca de 2,5
a 3,0 toneladas de uva por acre.
Para los microelementos,
los Pavich se basan en una preparación especial, una mezcla producida por
enzimas compuesta por materiales de desecho de pescado provenientes de una
fábrica de pescado, más kelp (alga marina), mezcla que tiene una composición de
5-1-1 de NPK junto con calcio y micronutrientes. La mezcla es aplicada con un
pulverizador foliar por lo menos una vez al año, con aplicaciones extras cuando
las viñas se encuentran atacadas por plagas. Para el control de malezas, los Pavich
usan métodos de no labranza con Lolium perenne y cultivo protector
formado por malezas nativas cortadas periódicamente. También se utiliza el
desyerbe manual entre las parras. Además, el cultivo de cobertura mantiene
poblaciones de diversos insectos benéficos que se alimentan de las plagas en
las viñas.
La principal plaga de sus
viñedos es la saltarilla de la uva (Erythroneura elegantula), que a
menudo es controlada por el parásito natural Anagrus.
Desafortunadamente, este insecto es mucho menos eficaz contra una especie
cercana de la saltarilla de la uva, la saltarilla jaspeada (Erythroneura
variabilis), que en algunas zonas de California se está convirtiendo en una
seria plaga de las uvas frescas. La mano de obra corresponde a cerca del 55% de
los costos de producción previos a la cosecha de los Pavic, que alcanza un total
de US $2,20 por caja aproximadamente. Cerca de un 3% de sus uvas se venden en locales
de alimentos naturistas, recibiendo entre un 12% y un 25% de sobreprecio. Es evidente
que su producción orgánica de uvas es financieramente exitosa.
Conversión de la
producción comercial de fresas al método orgánico
Al igual que muchos otros
cultivos en California, la producción convencional de fresas ha enfrentado una
serie de problemas. Una plaga importante, la arañita roja, Tetranychus
urticae, ha desarrollado resistencia a la mayoría de los acaricidas
registrados.
Al mismo tiempo, están
aumentando las restricciones reguladoras que afectan la disponibilidad y
frecuencia del uso de controles químicos. Los agricultores siguen dependiendo
de la fumigación del suelo y de la aplicación de nutrientes inorgánicos
altamente solubles. Los costos de producción continúan en aumento. Sin embargo,
algunos productores de fresas han encontrado incentivos económicos y
ambientales que los estimulan a convertir sus sistemas de producción de altos insumos
en prácticas que dependan menos de los insumos externos. Dichos estímulos incluyen
la sobrevalorización de los productos sin residuos por parte de los
consumidores, menos restricciones reguladoras sobre los insumos orgánicos, e
inferiores costos de producción de los sistemas orgánicos.
El equipo de investigación
interdisciplinario de la
Universidad de California en el Programa de Agroecología de
Santa Cruz, ha desarrollado estudio de evaluación comparativa y simultánea de
las variables que afectan el rendimiento en sistemas convencionales y en
conversión orgánica (Gliessman et al. 1990).
Ellos iniciaron un estudio
comparativo de muchos años sobre el proceso de conversión a prácticas agrícolas
de bajos insumos para fresas.
Trabajando con un
agricultor fresero a pequeña escala con experiencia en producción convencional,
pero que también ha comenzado exitosamente la conversión a la producción
orgánica legalmente certificada, en el otoño de 1987 los investigadores establecieron
una producción anual de fresas en una parcela de 0,5 acres con un diseño
en bloques de dos tratamientos con seis repeticiones : (a) manejo convencional y
recomendado por la
Extensión Cooperativa de la Universidad de
California; (b) manejo sin insumos derivados de productos sintéticos de acuerdo
con el Código de Salud y Seguridad de California y las disposiciones
obligatorias de Certificación de los Agricultores Orgánicos de California. Los
resultados del primer año de experimentación arrojaron las siguientes
tendencias:
1. Los niveles de materia
orgánica del suelo a una profundidad de 15 cm no fueron significativamente diferentes
en ambos sistemas de producción.
2. No se observaron
diferencias significativas en el pH del suelo entre los sistemas de producción.
3. Una determinación de la
densidad del suelo a 10 cm
de profundidad y a principios de la temporada no indicó diferencias
significativas entre ambos sistemas.
4. Una prueba a comienzos
de la temporada de las tasas de percolación del suelo y la capacidad de
almacenamiento de agua no mostró diferencias significativas entre ambos
sistemas. No se observaron diferencias importantes en el total de nitrógeno y fósforo
disponible del suelo durante la temporada, pero en las muestras tomadas al principio
(520 vs 400 p.p.m.) y en la mitad de la temporada (486 vs 381 p.p.m.) en el sistema
de conversión, se detectaron niveles de potasio significativamente superiores. No
se pudieron detectar grandes diferencias en la capacidad de intercambio de cationes.
5. En el sistema de
producción convencional las temperaturas del suelo a profundidad radicular
excedieron a la del sistema de conversión en hasta 2º C durante marzo. La cubierta
de plástico transparente utilizada por el sistema convencional calentó el suelo
con mayor eficacia que el plástico negro empleado en el sistema de conversión.
6. La cosecha de fruta
comercializable para el sistema de conversión representó el 61% de la alcanzada
en las parcelas manejadas convencionalmente. El desarrollo temprano de las
plantas en el sistema de producción convencional dio como resultado mejores
cosechas de fruta.
7. Las poblaciones de una
plaga principal de la fresa, la arañita roja de dos manchas (Tetranychus
urticae), fueron significativamente inferiores en el sistema convencional en
relación con el de conversión durante siete semanas. La mayor densidad de
población del sistema de conversión nunca superó el límite de daño económico estimado
en 20 arañitas por hoja caída para la variedad de Chandler plantada en invierno.
En los sistemas convencionales se aplicó tres veces acaricidas (a mediados de
Marzo, a principios de Abril y a principios de Mayo) para controlar la arañita
roja.
Las poblaciones de ácaros
depredadores fitoseidos (Phytoseiulus persimilis), un agente de control
biológico que se introdujo, mostró una respuesta dependiente a la densidad a
las poblaciones de arañita roja desde fines de Abril y durante Mayo en el sistema
de conversión.
8. A principios de la temporada se produjo en las parcelas
orgánicas una biomasa de malezas significativamente mayor, principalmente
debido a la ausencia de fumigación con bromuro de metilo. Seis semanas después
de sembrar, los lechos orgánicos fueron cubiertos con plástico negro, lo que
suprimió exitosamente casi todo el crecimiento de maleza.
9. La fumigación del suelo
y la aplicación de plaguicidas aumentó los costos de insumos no renovables en
los terrenos convencionales, aunque el sistema de producción orgánico requirió
más horas de trabajo de un tractor de 25 H.P. para el desmalezaje mecánico. Los
costos de mano de obra fueron superiores en el sistema de conversión, especialmente
para el tiempo de desmalezado adicional y de limpieza por unidad de cosecha. El
precio diferencial para las fresas orgánicas permitió un margen de ganancia
positivo (9% inferior al de la producción convencional), a pesar de los niveles
más bajos de producción.
Sobre la base de los
resultados anteriores, se harán modificaciones de manejo del sistema de
conversión, entre ellos, el uso de cubiertas de lechos durante los primeros dos
meses posteriores a la siembra, se aumentará la cantidad de enmiendas orgánicas
del suelo, y se liberarán ácaros depredadores para el control de la arañita
roja. Además, los investigadores trabajan para establecer una estrategia
correcta de manejo para el período de barbecho de verano entre las plantaciones
anuales de fresas, con el fin de eliminar o manejar las colonias de
enfermedades dañinas o de malezas, objetivo que generalmente se alcanza en los
sistemas convencionales mediante la fumigación del suelo. Esta estrategia de
manejo puede incluir cultivos de cobertura, solarización y correcciones del
suelo.
Un resultado importante de
estos estudios radica en comprender que el proceso de conversión de un sistema
de producción de cultivo convencional basado ampliamente en los insumos
sintéticos a base de petróleo, a un sistema orgánico de bajos insumos y legalmente
certificable no es meramente un proceso de eliminación de insumos externos sin
un reemplazo compensatorio o control alternativo que lo equilibre. Para dirigir
la disposición de los flujos naturales necesarios para sustentar las cosechas
en un sistema de bajos insumos se requiere un conocimiento ecológico
considerable.
Conversión a la agricultura orgánica
El proceso de conversión de
un sistema convencional de altos insumos a uno de bajos insumos externos es de
carácter transicional, compuesto de cuatro fases (Figura 8.1):
1. Eliminación progresiva
de insumos químicos.
2. Racionalización del uso
agroquímico mediante el manejo integrado de plagas (M I.P.) y nutrientes.
3. Sustitución de insumos
agroquímicos, por otros alternativos de baja energía.
4. Rediseño diversificado
de los sistemas agrícolas con un óptimo equilibrio de cultivos/animales que
estimula los sinergismos, de manera que el sistema puede subsidiar su propia
fertilidad del suelo, regulación natural de plagas y producción de cultivos.
A lo largo de las cuatro
fases se guía el manejo para asegurar los siguientes procesos:
1. Aumento de la
biodiversidad tanto del suelo como de la superficie.
2. Aumento de la producción
de biomasa y el contenido de materia orgánica del suelo.
3. Disminución de los
niveles de residuos de pesticidas y pérdida de nutrientes y agua.
4. Establecimiento de
relaciones funcionales entre los diversos componentes agrícolas.
5. Optima planificación de
secuencias y combinaciones de cultivos y uso eficaz de los recursos disponibles
a nivel local.
Es importante notar que en
cualquier lugar los procesos de conversión toman de uno a cinco años,
dependiendo del nivel de artificialidad y/o degradación del sistema original
manejado con altos insumos. Además, no todos los intentos de sustitución de
insumos son ecológicamente apropiados, puesto que ha quedado bien establecido que
algunas prácticas ampliamente incentivadas por los entusiastas de la
agricultura orgánica, como el desmalezaje a fuego y la aplicación de
insecticidas botánicos de amplio espectro, pueden tener serios efectos
colaterales e impacto en el medio ambiente.
A fin de representar la
complejidad y las implicancias financieras de este proceso de conversión,
Lampkin (1990) analiza distintos modelos donde se han preparado presupuestos
hipotéticos para varios predios, comenzando con un sistema convencional
trabajando 5 años en este proceso hasta llegar a un final orgánico. Un ejemplo
proporcionado, incluye un predio de 140 ha. arables de las cuales 136 ha. Se pueden utilizar y
cultivar. La rotación convencional normal consiste de trigo, cebada, calza
oleaginosa. Es aquí donde puede surgir uno de los principales problemas respecto
a la conversión de predios cultivables, pero en este caso se ha asumido que el
agricultor acepta el iniciar una empresa ovejera en tierras bajas. La rotación
propuesta para el sistema orgánico consiste de:
Trébol rojo/ballica (2
años)
Trigo de invierno (molino)
Avena y arvejas (alimentos)
Frijoles
Trigo de invierno
(alimento)
Cebada de invierno
Durante la conversión la
rotación podría entrar en dos instancias: en el primer año una con cebada
primaveral, fertilizada y sembrada bajo suelo con cobertura para este período y
en año cuatro con frijoles, seguido de trigo de invierno (con el cual se puede
obtener una pequeña ganancia económica).
Los resultados están
resumidos en la Figura
8.2. Si se incluyen las ganancias por cultivos normalmente, los presupuestos
pueden predecir un aumento sustancial en el NFI (Ingreso Neto de Finca), como
resultado de la conversión sin considerar la dad de emplear mayor mano de obra
para satisfacer las necesidades de la nueva empresa de ganado. El análisis de
sensibilidad muestra, sin embargo cuan importantes son los «precios premio». Si
no se consideran, resultaría una baja en el NFI al compararlo con la situación
convencional inicial. El dinero pagado por el ganado no se ha incluido, pero el
análisis de sensibilidad nos indica el impacto potencial, que podría tener
sobre los resultados finales. Se requerirá además, considerar la inversión que
significa la mantención de las ovejas, la compra de ganado de raza y el manejo
y almacenamiento del abono.
Agricultura orgánica y fauna silvestre
La tendencia hacia la
agricultura orgánica produciría una diversidad de tipos de cultivos y predios
más pequeños, lo que beneficiaría a muchas aves tanto de caza como domésticas.
Un hábitat agrícola diversificado en Dakota del Sur, con hileras de cercos, malezas
y pantanos, mantuvo una población primaveral de 110 faisanes por sección (2,59
km2)
en comparación con 21 faisanes por sección en un hábitat más simple en
Nebraska, compuesto de trigo y cultivos en hileras. Una cubierta para anidaje
provista por trigo de invierno pasto y alfalfa (Medicago sativa), abarcó
37% del área total de tierra y produjo cerca de un 63% de todos los polluelos
de faisán en el hábitat más simple de Nebraska. En Dakota del Sur, la cubierta
de nidos, compuesta por avena (Avena sativa), pasto, alfalfa, cebada (Hordeum
vulgare) y trigo constituyo cerca del 48% del área de tierra y produjo
cerca del 54% del total de faisanes (Papendick et al. 1986). El incremento de
las poblaciones de fauna silvestre en los agroecosistemas pueden dar como
resultado un aumento del control biológico de ciertas plagas, y proporcionar
una fuente extra de ingresos y nutrición si los agricultores practican la caza
selectiva.
Restricciones a la agricultura orgánica
Aunque la mayoría de los
análisis sugieren que la producción de cultivos orgánicos es energéticamente
más eficiente que la producción convencional, existen varias restricciones
relacionadas con la adopción de tecnologías orgánicas. En primer lugar, la
productividad de la mano de obra generalmente alcanza un promedio entre 22% y
95% menor en la producción convencional.
Algunos investigadores
pueden haber exagerado los datos sobre la mano de obra al incluir en ellos los
requerimientos de mano de obra para el transporte y esparcimiento de abono,
pero no hay duda que los insumos de mano de obra son considerablemente mayores
para la agricultura orgánica. Lockeretz
et al. (1981) calculó un aumento de 12% por valor de unidad de cultivo
producido orgánicamente en comparación con la producción convencional, y Oelhaf
(1978) calculó cerca de un 20% más de mano de obra para los cultivos orgánicos.
Pimentel et al. (1983) concluyó
que la productividad de la mano de obra fue de un 22% a 53% inferior en la
producción de trigo y maíz orgánico. La productividad de la mano de obra para
las papas y manzanas cultivadas orgánicamente fue de 61% a 95% menor que para
la producción convencional. Todos estos estudios utilizaron diversos métodos
para estimar los gastos de mano de obra y por lo tanto, no son del todo
comparables. Históricamente, los agricultores norteamericanos han sustituido capital
por mano de obra, y esta tendencia continúa hasta hoy (Buttel 1980a).
Otra restricción esta
relacionada con la disponibilidad de las cantidades adecuadas de fertilizantes
orgánicos tales como el estiércol (USDA 1980). Por ejemplo, sólo cerca de la
mitad de los predios en Iowa poseen ganado, que podría ser una fuente de abono.
Ello refleja la creciente tendencia de la agricultura norteamericana hacia la
especialización (Pimentel et al. 1983).
Un estudio realizado por
Blobaum (1983) concluyó que varios obstáculos desalientan a los agricultores
convencionales sobre la adopción de métodos orgánicos.
Los agricultores perciben
la falta de acceso a información confiable sobre agricultura orgánica como una
seria barrera para la conversión. La mayoría se basa principalmente en
información proveniente de otros agricultores orgánicos y de fuentes no tradicionales
como libros y revistas, representantes de empresas de fertilizantes orgánicos, y
talleres o conferencias. Los agricultores orgánicos tienen gran interés en la
investigación sobre muchos problemas, entre ellos, la necesidad de mejores
prácticas de manejo de malezas. La mayoría de los agricultores adoptarían
nuevas prácticas siempre que hubiera más información disponible respaldada por
investigaciones serias.
Blobaum (1983) también
descubrió que los agricultores orgánicos que usan mercados especiales se
encuentran descontentos con problemas tales como pedidos pequeños, largas
demoras en los pagos, retornos inadecuados para limpiar y sacar los granos,
confusos estándares de certificación, dificultad para contactar compradores y
el gasto de mantención de áreas especiales de almacenamiento dentro del predio.
Una cantidad considerable
de agricultores orgánicos tienen dificultades relacionadas con el acceso al
crédito. Estos problemas, en la medida que existan, parecen comprometer a
organismos gubernamentales de crédito agrícola. Los beneficios económicos a
largo plazo de la agricultura orgánica pueden no resultar evidentes para un
agricultor que debe enfrentar pagos anuales de préstamos para producción.
Muchos agricultores convencionales se encuentran bastante endeudados, en parte
debido a grandes inversiones en maquinaria especializada y otros equipos,
obligándolos a buscar métodos más convenientes. Hasta la fecha, la sociedad no
ha otorgado a los agricultores un respaldo financiero ni los ha incentivado a optar
por métodos orgánicos que podrían beneficiar al público. En la Tabla 8.2 aparece una lista
detallada de restricciones a la adopción de la agricultura orgánica.
Implicancias de una conversión a la agricultura
orgánica a gran escala en Estados Unidos
Langley et al. (1983)
utilizó un modelo para calcular la manera en que una transformación total de la
agricultura norteamericana hacia prácticas orgánicas afectaría la producción,
los precios de abastecimiento, el uso de la tierra, los ingresos agrícolas y el
potencial de exportación. Se realizó un calculo de las cosechas de cultivos y
los costos de producción en 150 regiones productoras y siete cultivos para
ambos métodos.
Su estudio concluyó en que
una transformación total permitiría fácilmente a la nación producir cultivos
suficientes para el consumo nacional; sin embargo, también sería necesario
reducir las exportaciones de Estados Unidos. El ingreso neto del sector
agrícola norteamericano resultaría superior con la agricultura orgánica, debido
a los menores gastos de producción y mayores precios de abastecimiento de
cultivos, pero dichos precios elevarían el costo del suministro alimentario
nacional. El nivel inferior de producción con los métodos agrícolas orgánicos
también implica que se reduciría la reserva productiva de la nación, lo que
conduciría a algún grado de escasez en años con condiciones de crecimiento
relativamente pobres, tanto a nivel nacional como internacional. Si se utiliza
el ingreso neto como criterio, éste indica que sólo la parte sur oriental y las
praderas sureñas del país sufrirían pérdidas con la agricultura orgánica.
Evaluaciones económicas más
recientes sugieren que las ganancias de los predios orgánicos pueden exceder a
la de los convencionales. Los ingresos en efectivo por acre para ambos tipos de
predios resultaron comparativos durante dos años, pero debido a que los costos
de insumos de la agricultura orgánica son inferiores, sus retornos netos son
22,4% mayores. Los costos variables incluyen aquellos relacionados con el
combustible, mantenimiento de la maquinaria, semillas, fertilizantes, plaguicidas
y mano de obra. Entre los gastos fijos figuran los impuestos sobre los bienes y
los intereses por préstamos (Figura 8.3).
Cuba: una transformación a nivel nacional hacia la
agricultura orgánica
Desde que se rompieron las
relaciones comerciales entre Cuba y el bloque socialista en 1990, las
importaciones de plaguicidas se redujeron en más de un 60%; las de fertilizantes,
en un 77%; y las de petróleo para la agricultura, en un 50%. De pronto, un
sistema agrícola casi tan moderno e industrializado como el de California se
vio enfrentado a un enorme desafío: la necesidad de doblar la producción de
alimentos, reduciendo a más de la mitad los insumos, y manteniendo al mismo
tiempo la producción de cultivos de exportación para no desgastar más la desesperada
situación de las divisas del país.
A partir de 1989, el
gobierno Cubano ha adoptado la política de promover una nueva ciencia agrícola
más acorde con la escasez de recursos y la necesidad de autosuficiencia alimentaria.
Las tendencias de las últimas investigaciones en Cuba hacen hincapié en la
comprensión y explotación de las poderosas capacidades de los organismos biológicos
para realizar muchas de las tareas que hasta ahora han efectuado los productos
químicos sintéticos. Los fertilizantes basados o derivados biológicamente y el
control biológico de plagas constituyen el alma de esta nueva búsqueda de
sistemas sofisticados de manejo biológico del agroecosistema (Rosset y Benjamin
1993).
Los objetivos de la
política agraria durante este Período Especial, de lograr una agricultura que
se sustente con bajos insumos petroquímicos sin reducir las cosechas, ha
requerido una mayor reorganización en la estructura de la investigación y la extensión
agrícola en Cuba, y el flujo de información. El menor énfasis en las
tecnologías que requieren mucho capital y energía necesita nuevas relaciones
entre los científicos, agentes de extensión agrícola y agricultores. El papel
anterior de los científicos como generadores de paquetes tecnológicos
innovadores, y el de los agentes de extensión como conducto de divulgación a
los agricultores, está sufriendo un cambio evidente en favor de una sociedad
tripartita respecto del desarrollo y la divulgación de los nuevos enfoques
agrícolas.
Los científicos Cubanos se
encuentran cada vez más confiados en la innovación y experimentación agrícola
para desarrollar promisorias prácticas agrícolas orgánicas, como también para
adaptar las técnicas desarrolladas en el extranjero. Ellos hacen hincapié en
las tecnologías recuperadas o desarrolladas a nivel local, las que científicos y
agentes de extensión promueven en una región más amplia; y tecnologías de bajos
insumos utilizadas en otros países, que son promovidas para la experimentación e
iniciativa local.
Una de las claves del nuevo
modelo agrícola Cubano radica en encontrar maneras de reducir el uso de
sustancias químicas para el control de las enfermedades de las plantas, plagas
de insectos y malezas. El aspecto más interesante de los actuales esfuerzos
Cubanos por controlar las plagas es en relación con los Centros para la Producción de
Entomófagos y Entomopatógenos (CREE), donde se realiza una producción «artesanal»
y descentralizada de agentes biocontroladores. A pesar de la limitación de
recursos, el gobierno ha invertido su capital en la construcción y
funcionamiento de estos centros. Hacia fines de 1992, se habían construido en
Cuba 218 CREE para prestar servicios a agricultores estatales, de cooperativas
y privados.
Los centros producen una
cantidad de entomopatógenos (Bacillus thuringiensis, Beauveria
bassiana, Metarhizium anisopliae y Verticillium lecanii), así
como también una o dos especies de Trichogramma, dependiendo de los
cultivos que se producen en cada área. Los CREE son mantenidos y manejados por
técnicos locales (Tabla 8.3).
Actualmente, los
científicos Cubanos también se dedican a varias otras líneas de investigación
sobre el desarrollo de alternativas para los insecticidas convencionales, incluyendo
el trabajo con nemátodos parasíticos y pesticidas botánicos. Hoy en día se
encuentra en estudio un programa para desarrollar métodos confiables y efectivos
desde un punto de vista monetario, para producción y aplicación en terreno de
varias especies de nemátodos que atacan insectos; sin embargo, la producción masiva
aún se encuentra en su etapa primaria. Los científicos también están seleccionando
una gran cantidad de plantas con cualidades insecticidas, fungicidas, bactericidas
y herbicidas. Parte de dichos esfuerzos incluye la labor de aplicación sobre el
cultivo de extractos de dos especies de plantas que poseen conocidas cualidades
insecticidas: Neem y Melia. Se han comenzado pequeñas plantaciones de Neem y
Melia y están avanzando las investigaciones sobre la formulación y métodos de
aplicación.
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