sábado, 17 de septiembre de 2011

II. AGROECOLOGÍA. BASES CIENTÍFICAS PARA UNA AGRICULTURA SUSTENTABLE. CAPITULO II. MIGUEL ALTIERI

Capítulo 2
Metodología y práctica de la agroecología

Richard B. Norgaard y Thomas O. Sikor

La metodología y práctica de la agroecología proviene de distintas raíces filosóficas que difieren de aquellas de las cuales proviene la ciencia agrícola convencional. El tener diferentes raíces significa ser radical en el verdadero sentido de la palabra. Este capítulo demostrará cómo esas diferencias en las raíces filosóficas afectan a las metodologías, a la organización y a las consecuencias sociales y ambientales tanto de la agricultura convencional como de la agroecología. La agroecología toma en cuenta tanto el sistema agroecológico como el social en el que trabajan los agricultores, pone un énfasis relativamente bajo a las investigaciones realizadas en los centros experimentales y en los laboratorios y enfatiza fuertemente los experimentos de campo, permitiendo así una mayor participación de los agricultores en el proceso de investigación.

Para ilustrar estas diferencias, se ha analizado la trayectoria de la agricultura convencional en América Latina y el papel de las organizaciones no gubernamentales (ONGs) en la divulgación de la agroecología.

La importancia de las premisas filosóficas

Los agrónomos convencionales siguen las premisas dominantes de la ciencia moderna (Norgaard 1994). Por ejemplo, suponen que la producción agrícola puede ser entendida objetivamente sin considerar a los agricultores y su forma de pensar, ni a los sistemas sociales y el agroecosistema que los rodea. De acuerdo con ello, realizan experimentos controlados en laboratorios y en estaciones agrícolas. Aún más, ellos suponen que la agricultura puede ser entendida en forma atomística, o en pequeñas partes. Debido a esto, se dividen en disciplinas y subdisciplinas estudiando las propiedades físicas del suelo separadamente de las propiedades biológicas y de la vida que éste mantiene.

Examinan la toxicidad de diferentes elementos químicos sobre los insectos, sin considerar la manera como los insectos interactúan entre sí y con las plantas. Estos supuestos por separado conllevan a desarrollar tecnologías aisladas para la nutrición de las plantas y el manejo de las plagas. Luego, suponen que estos hallazgos pueden transferirse a los agricultores en forma de nuevas tecnologías. Está de más decir, que los agricultores no siempre han encontrado que las nuevas tecnologías se ajustan a sus sistemas de agricultura.

Además de esto, las tecnologías derivadas separada e individualmente con frecuencia tienen efectos inesperados al ser usadas en una explotación agrícola, especialmente cuando se usan combinadas. El efecto acumulativo de tecnologías agrícolas convencionales al ser usadas por todos los agricultores conjuntamente, tienen a veces impactos ecológicos y económicos devastadores.

Hace tiempo que los agrónomos convencionales se han dado cuenta de que sus tecnologías presentan problemas. Se crearon servicios de extensión con especialistas para hacer llegar las tecnologías a los agricultores. Más tarde, los agrónomos convencionales trataron de diseñar paquetes tecnológicos integrados que se ajustan entre sí. Comenzaron a prestar más atención a las necesidades de los agricultores, trataron de oírlos y comenzaron a realizar investigaciones en el campo. No obstante, los científicos agrícolas convencionales sólo han tenido un éxito moderado en superar los problemas de su tecnología, puesto que aún tienen que darse cuenta de que los problemas son inherentes a las premisas filosóficas de sus métodos y prácticas. Por ejemplo, no han sido verdaderamente capaces de escuchar lo que los agricultores tienen que decir, porque las premisas filosóficas de la ciencia convencional no le otorgan legitimidad a las formas de aprendizaje y conocimientos de los agricultores.

Las premisas dominantes de la ciencia moderna y de otras alternativas se listan en la Tabla 2.1. El «atomismo» postula que las partes pueden ser entendidas aparte de los sistemas en los que ellas están insertas y que los sistemas son simplemente la suma de sus partes. El «mecanismo» postula que las relaciones entre las partes de un sistema no cambian, condición necesaria para la predicción y el control. El «universalismo » establece como premisa que el mundo que nos rodea puede explicarse por la interacción de un número relativamente pequeño de principios universales. El «objetivismo» postula que nuestros valores, formas de conocimiento y acciones, pueden mantenerse aparte de los sistemas que estamos tratando de entender. El «monismo» postula que nuestras formas de conocimiento separadas y disciplinarias se fusionan en un todo coherente.





Las premisas alternativas de la Tabla 2.1, contrastan radicalmente con las premisas dominantes. Sus diferencias agudizan nuestra comprensión de la posición dominante.

Sin embargo, las premisas alternativas en la lista son meramente ilustrativas, puesto que existen muchas alternativas y combinaciones posibles.

Los cinco «ismos» dominantes son suposiciones perfectamente correctas a partir de las cuales se puede razonar. Ellas han facilitado un nivel de predicción y control más allá de lo conocido anteriormente. La predicción y el control de la ciencia que sigue a los «ismos» dominantes, ha probado ser más limitada sistemática y temporalmente de lo que creen los científicos convencionales. Estas limitaciones son el origen de las inesperadas consecuencias y problemas que se presentan en otras partes del agroecosistema, fuera de la explotación agrícola en los años posteriores.

Si las tecnologías y las instituciones agrícolas modernas no se hubiesen basado solamente en esas premisas y si se les hubiera dado igual importancia a otros patrones de comprensión, las consecuencias sistemáticas y a largo plazo para las personas y para el agroecosistema pudieran haber sido previstas, aminoradas o evitadas. Los problemas de la agricultura convencional se originan a partir de estos «ismos».

Generalmente, ni los agrónomos convencionales ni los agroecólogos están totalmente conscientes de las premisas filosóficas subyacentes en sus investigaciones, o cómo la filosofía estructura las organizaciones por las que ellos trabajan. No obstante, cuando surgen los problemas metodológicos, lo más probable es que los agroecólogos se sientan cómodos con los supuestos alternativos de la Tabla 2.1 y estén más proclives a criticar muchas de las premisas dominantes. Al mismo tiempo, muchos agroecólogos razonan y a veces llevan a cabo la investigación dentro del método dominante.

En efecto, algunas personas que se consideran a sí mismas como agroecólogos solamente llevan a cabo investigaciones con el método dominante, pero cooperan con otros que tratan de utilizar sus conocimientos en métodos alternativos.

De esta forma, la diferencia entre agrónomos convencionales y agroecólogos radica en que estos últimos, en conjunto, tienden a ser más pluralistas metodológicamente.

Curiosamente, las premisas alternativas son las más intuitivas y más cercanas a nuestro sentido común. Al mismo tiempo, siguiendo los supuestos alternativos, uno descubre que las respuestas serán múltiples y menos claras. Esto significa que el pensamiento lógico per se no nos indicará lo que debe hacerse, porque la lógica múltiple sustentada por puntos de inicio alternativos originan diferentes discernimientos.

La ciencia sólo entrega respuestas únicas cuando los científicos usan las mismas premisas. El pluralismo metodológico requiere el que se deba recurrir a medios no científicos considerando múltiples discernimientos. Este tipo de juicio se deja más bien a la toma de decisiones colectivas por parte de las comunidades directamente afectadas.

Los agroecólogos son más proclives a utilizar una perspectiva de sistemas. En efecto, algunos investigadores consideran a la agroecología simplemente como un acercamiento del ecosistema a la agricultura. Sin embargo, es importante tener en cuenta que muchos agroecólogos están interesados tanto en el sistema social como en el sistema ambiental en el cual se desenvuelve el agricultor. Por último, la interacción de los dos sistemas es lo que debe ser viable y benéfico para la gente.

Una perspectiva coevolucionista del desarrollo
El diagrama ilustrado en la Figura 2.1 es especialmente útil para entender las interacciones de los diferentes sistemas. Se plantea el desarrollo como un proceso coevolucionista entre el sistema social y el sistema ambiental. Aún más, se plantea el sistema social como si estuviera hecho de sistemas de conocimiento, valores tecnológicos y organizacionales. Cada uno de estos sistemas se relaciona con cada uno de los otros, y cada uno ejerce una presión selectiva en la evolución de los otros. Mediante la presión selectiva sobre cada uno, todos coevolucionan en conjunto. Por ejemplo, dentro del sistema de conocimiento se llevan a cabo innovaciones deliberadas, hallazgos fortuitos y casi nunca se realizan experimentos.

El hecho de que estos nuevos aportes de conocimiento comprueben que son aptos y sean conservados o no, depende de las influencias selectivas de los valores, la organización, la tecnología y el medio ambiente. Con cada sistema ejerciendo una presión selectiva sobre cada uno de los otros, todos coevolucionan para reflejarse a sí mismos. De esta manera todo se conecta, aunque todo está cambiando constantemente.

El desarrollo agrícola coevolutivo ha estado llevándose a cabo por milenios. El surgimiento del cultivo del arroz en el Sudeste Asiático es un ejemplo instructivo. La práctica extensiva de la agricultura basada en la tala y la quema se abandonó gradualmente, conforme a la investigación realizada en diques, terrazas y sistemas de suministro de agua, durante siglos. Los beneficios de la transformación ecológica hacia el cultivo de arroz se hizo presente en la forma de un mejor control de las malezas y una mayor retención de nutrientes. Sin embargo, la transformación no fue unilateral. También el sistema social evolucionó para mantener la transformación ambiental. Los mecanismos sociales que reforzaban el comportamiento individual en el que se basaba la transformación ambiental, evolucionaron selectivamente. En resumen, el mantenimiento y la continuación de la transformación ambiental fueron sustentadas por complejas organizaciones sociales para el control de las aguas, derechos a la tierra e intercambios de mano de obra; los sistemas sociales y ambientales coevolucionaron conjuntamente, cada uno reflejando al otro. De igual manera se seleccionaron nuevas tecnologías, nuevos valores y nuevas formas de conocimiento a la luz de la coevolución entre organizaciones ambientales y sociales. Los sistemas de explotación agrícola desde la tala, tumba y quema en los bosques tropicales hasta los sistemas modernos de energía intensiva en las regiones templadas, pueden entenderse como sistemas coevolucionados.

 
FIGURA 2.1 La coevolución del conocimiento, los valores, la organización social, la tecnología y los sistemas biológicos.

La perspectiva coevolucionista pone en relieve que los sistemas agrícolas se deben considerar como sistemas integrales. Enfatiza también que los sistemas agrícolas tradicionales no son estáticos. Ellos han estado evolucionando por milenios y a veces incluso han mejorado. La perspectiva coevolucionista pone a las personas y a su forma de pensar dentro del proceso. Demuestra, por ejemplo, cómo los agroecosistemas modernos reflejan las premisas científicas convencionales. Las plagas de la agricultura moderna han coevolucionado con los plaguicidas, que han sido aplicados bajo la premisa de que las plagas podían combatirse individualmente aparte del sistema, como un todo.

Una de las características más importantes de la perspectiva coevolucionista es que otorga legitimidad al conocimiento cultural y experimental de los agricultores.

Sus formas de razonamiento pueden no traducirse como formas de razonamiento científico, pero el «cómo y qué» entendido por ellos ha probado ser apto para su sistema y puede usarse para comprender ese sistema. Con una perspectiva coevolucionista en mente, los agroecólogos pueden superar el vago adoctrinamiento que recibieron como estudiantes sobre la superioridad de la ciencia convencional, pueden sentir verdadero respeto por la sabiduría de los agricultores, combinando sus conocimientos con nuevas formas de conocimiento y trabajar juntos eficazmente. La perspectiva entrega una fuerte base filosófica para las investigaciones participativas y para la incorporación de agricultores en el proceso de investigación, técnica que los agroecólogos utilizan cada vez más.

Mientras los agrónomos convencionales han tratado de diseñar sistemas agrícolas más completos, la perspectiva coevolucionista acentúa que la adopción de tecnologías agrícolas es un problema selectivo de adaptación a otros sistemas. Se pueden diseñar mejores tecnologías agrícolas si se está atento sobre cómo éstas podrían interactuar con otros sistemas, pero las complejidades de tales interacciones sugieren que los científicos ser debieran considerar como experimentadores que podrían influenciar y acelerar el proceso coevolucionista introduciendo múltiples mutaciones, de las cuales sólo algunas probarán se idóneas. En un mundo coevolutivo, los improvisadores son más eficientes que los grandes diseñadores. Los sistemas sociales y ambientales coevolucionan constantemente, pero el rumbo del cambio coevolucionista no siempre puede ser benéfico para la gente o el ambiente de la gente en el futuro.

Los patrones coevolutivos pueden cambiar significativamente, por ejemplo, a través de:
1. Un cambio exógeno en el ecosistema.
2. Nuevo conocimiento sobre cómo interactuar con un ecosistema.
3. Un subsidio desde (o la transferencia a) otra región.
4. Una redistribución del poder en el sistema social.

La perspectiva coevolucionista no nos da ciertamente la ilusión de que tenemos el poder de diseñar nuestro futuro. Sin embargo, somos parte del proceso. Esto indica que al estar alerta respecto del proceso de cambio, podemos intervenir más efectivamente en él, facilitando cambios coevolucionistas que favorecen a la gente y la sustentabilidad ambiental.

Interpretación coevolucionista del desarrollo agrícola convencional en América Latina

La modernización agrícola en América Latina a través de tecnologías convencionales, trajo consigo incrementos en la productividad agrícola y utilidades en divisas.

Aquellos productores cuyas tierras y posición socioeconómica eran compatibles con las tecnologías agrícolas convencionales se han integrado totalmente a la economía de mercado. Pero la modernización también ha sido cultural, ecológica y socialmente un proceso disociador. En nombre del progreso los agroecosistemas se han transformado, se han distorsionado las culturas tradicionales y se han cambiado fundamentalmente las estructuras sociales. Los campesinos sin un acceso suficiente a la tierra y a otros recursos productivos, no encajaron dentro de las condiciones ecológicas y socioeconómicas de la agricultura convencional y permanecieron fuera de la dinámica del desarrollo rural. El número de campesinos en América Latina, se incrementó en un 43,6% entre 1950 y 1980 (de Janvry et al. 1989). Cerca de 1980, aproximadamente el 22,5% de la población latinoamericana pertenecía a los pobres rurales. Esto correspondía porcentualmente a que dos tercios de la población rural se encontraba en la pobreza en todo el continente y hasta un 85% en algunos países (FAO 1988).

Alrededor del 40% de la población rural ni siquiera era capaz de cubrir sus necesidades básicas de alimentación.

El sector alimentario de América Latina se ha vuelto sumamente dependiente de las importaciones de productos agrícolas, insumos y maquinaria para el procesamiento de los alimentos (de Janvry et al. 1988, FAO 1988, Redclift y Goodman 1991). La mayoría de los países, incluso aquellos que poseen buenas condiciones geográficas y climáticas para la agricultura, tales como México (Toledo 1985, Calva 1991), tienen que importar parte de sus requerimientos alimenticios, como cereales y otros alimentos básicos. La distribución de alimentos ha sido bastante dispareja, como lo indica la alta incidencia de desnutrición de hasta un 40% de la población en los casos de Perú, Honduras y Guatemala. La inestabilidad en la producción y en el consumo alimenticio ha aumentado en los últimos años. Aunque la cantidad de campesinos ha aumentado en toda América Latina, su participación en la producción agrícola total ha ido decreciendo. Se estima que todavía el 41% de todos los productos se originan en familias campesinas y explotaciones agrícolas.

La modernización también ha acarreado un daño ambiental masivo (FAO 1988, LACDE 1990). La colonización, extracción y actividades de producción agrícola han creado perturbaciones y transformaciones masivas, especialmente en bosques tropicales.

La sobreexplotación de recursos naturales debido a la pobreza, el abandono de las prácticas agrícolas tradicionales y la transformación masiva del medio ambiente en las áreas de colonización reciente, ha provocado erosión, pérdida en la fertilidad del suelo y sedimentación aguas abajo. Se han erosionado los recursos genéticos, comprometiendo:
(1) los cultivos primitivos y especies de animales adaptadas, los que evolucionaron durante siglos como parte de culturas tradicionales; (2) las plantas silvestres y las especies de animales no manipuladas; (3) progenitores silvestres y miembros de familias de plantas domésticas que se usan actualmente. Se han sobreutilizado y/o utilizado inadecuadamente fertilizantes, insecticidas y herbicidas, ejerciendo efectos directos en la salud del hombre por la toxicidad y consecuencias más indirectas por el daño ecológico.

En muchos casos, la destrucción ambiental y la pobreza rural están estrechamente ligadas como un proceso de dos vías; por una parte, los pobres están forzados a sobreexplotar sus recursos básicos debido a la presión económica. Por la otra, los campesinos que son empujados a vivir en ambientes marginales están reprimidos por la productividad limitada de sus recursos básicos.

La modernización no ha alcanzado a los campesinos de escasos recursos en América Latina. Ha aumentado la productividad agrícola y la producción total, pero también ha traído consecuencias ambientales y sociales significativas en muchas regiones.

La modernización no ha tenido éxito en el mejoramiento de la agricultura campesina, puesto que ha dependido de tecnologías que desplazan la naturaleza y aumentan las distancias entre los procesos sociales y ecológicos.

Las prácticas agrícolas convencionales desplazan a la naturaleza. La conservación necesita un cambio desde el ecosistema hacia el sistema social. Sustitutos de fertilizantes producidos industrialmente para las relaciones entre las plantas y las bacterias que fijan el nitrógeno, saturan a los agroecosistemas en vez de trabajar con ellos. Plaguicidas e insecticidas reemplazan los mecanismos de equilibrio natural, ejercido por depredadores y parásitos. Las medidas institucionales cada vez más complejas, por ejemplo, seguros y mercado a futuro, reemplazan métodos de control de riesgos que poseen una base ecológica.

La importancia relativa de la las características del agroecosistema varía desde sistemas agrícolas, que tienden a ser productivos y estables y aún conservan un alto grado de sustentabilidad, hasta los sistemas de explotación agrícola caracterizados por alta productividad, pero con baja sustentabilidad y estabilidad. La investigación agrícola en América Latina se ha concentrado en la agricultura de zonas templadas en tierras planas, con suelos caracterizados por su alta capacidad de tampón (buffering) (de Janvry y Dethier 1985, Freire de Souza et al. 1985, Piñeiro y Trigo 1983). Se han producido paquetes tecnológicos simples adecuados sólo para ambientes uniformes, organizados de acuerdo a cultivos y componentes agrícolas específicos, ignorando o trabajando contra los procesos ecológicos.

Las prácticas agrícolas modernas también aumentan las distancias entre los procesos sociales y ecológicos. El desarrollo agrícola convencional ha transformado los lazos entre productores y consumidores, proyectistas y beneficiarios, investigadores y los que practican la agricultura con lazos más indirectos y más distantes, proceso que se puede entender como «distanciamiento». Las decisiones agrícolas modernas están basadas en señales transmitidas a través de los mercados de capitales y productos.

Los aumentos de la producción están respaldados por subsidios desde regiones lejanas, la mayoría de las veces a través de hidrocarburos fósiles. El manejo del riesgo se traslada desde los productores individuales a los comerciantes en los mercados regionales y mundiales, reduciendo el riesgo total a los consumidores, pero aumentando la vulnerabilidad de los productos individuales. Las tecnologías modernas convencionales son muy intensivas científicamente hablando, y el conocimiento agrícola es generado por expertos especializados, que dirigen investigaciones de experimentos controlados en laboratorios y en estaciones experimentales. La centralización de las investigaciones en centros de investigación nacionales e internacionales ha ignorado la diversidad de los medios ambientes locales. También ha hecho que la programación de la investigación sea muy susceptible a las presiones políticas externas, en vez de incorporar mecanismos de retroalimentación de los extensionistas y agricultores en los procesos de investigación (Piñeiro y Trigo 1983, de Janvry y Deither 1985).

Los esfuerzos de desarrollo rural y agrícola se han planificado en centros urbanos.

Recientemente los programas de desarrollo rural dirigidos desde el exterior tomaron la forma de programas de desarrollo rural integrado (DRI). Los programas DRI fueron motivados por la aparente falla de los esfuerzos previos de desarrollo para atacar los problemas de pobreza rural, que actúan en forma aislada de sus contextos sociales (Lacroix 1985, FAO 1988, Martínez 1990). La complejidad institucional y los costos para facilitar el desarrollo rural aumentó. Sin embargo, los programas DRI no pudieron superar las deficiencias de los esfuerzos de desarrollo que son guiados por fuerzas distantes. Las agencias no lograron implementar los planes centralmente concebidos y fueron incapaces de llegar hasta los miembros más pobres de la sociedad.

La concentración en los componentes técnicos los condujo a descuidar el componente humano del desarrollo. Carecieron también de una perspectiva a largo plazo en el desarrollo de actividades para solucionar problemas y fueron ineficaces en la creación de la capacidad para resolver problemas entre los pobres de las áreas rurales.

En resumen, la agricultura moderna incrementa el distanciamiento entre los productores y consumidores, proyectistas y beneficiarios, investigadores y los que practican la agricultura. Las prácticas agrícolas desplazan los procesos en el sistema ecológico en vez de trabajar con ellos. Así, el sistema social debe invertir y mantener mecanismos institucionales mundiales cada vez más complejos para regular sus interacciones con el sistema ecológico. Bajo la presión selectiva de las prácticas agrícolas modernas convencionales, los agroecosistemas y las estrategias agrícolas que eran únicas a ciertas culturas y ecosistemas, se homogeneizaron en el proceso de globalización. Esta senda de desarrollo ha probado ser exitosa en países industrializados y para agricultores del tercer mundo de zonas templadas ricas en recursos.

La modernización de la agricultura mediante tecnologías convencionales no ha promovido, sin embargo, el desarrollo para la mayoría de los agricultores de América Latina.

Las condiciones para el desarrollo rural en los años 90

Los pobres de las áreas rurales de América Latina viven en circunstancias muy heterogéneas. Los ambientes ecológicos locales se extienden en casi todas las 103 zonas de vida, identificadas por Holdridge (FAO 1988). La población indígena conformada por cientos de grupos étnicos, constituye una gran parte de los campesinos en muchos países. Además, la modernización influyó de diferentes maneras en los medios de vida rurales, transformando y diferenciando el sector campesino tradicional.

Los medios ambientes locales en América Latina muestran variaciones significativas (Tabla 2.2). Cada ambiente impone diferentes limitaciones a la producción y brinda distintas oportunidades para que los agricultores locales exploten la fertilidad natural. En la mayoría de los países las tierras sin mayores restricciones para la agricultura moderna, aquellas tierras que tienen un período de crecimiento de más de 9 meses y no tienen limitaciones físicas o de fertilidad, son escasas. Los rurales pobres a menudo son empujados hacia tierras marginales y frágiles, tales como laderas empinadas (de Janvry y García 1988, FAO 1988). Las tierras marginales son tierras que tienen restricciones ambientales considerables y/o baja productividad si son manejadas con prácticas agrícolas convencionales (Denevan y Padoch 1987). Las tierras frágiles, son tierras que sufren un deterioro significativo si no son cultivadas siguiendo principios apropiados.

La diversidad en oportunidades y restricciones ecológicas para el desarrollo se ha traducido en sistemas variados y diferenciados del uso de recursos embebidos por diversas culturas. Existen más de 460 grupos étnicos en América Latina (FAO 1988).

Bolivia (95%), Perú (73,1%), Guatemala (81,3%), Ecuador (58,4%) y México (36%) que muestran una alta presencia de grupos indígenas en las áreas rurales.

Numerosos estudios de casos hechos por investigadores occidentales han recopilado los complejos sistemas indígenas de manejo de laderas, suelo, plagas, vegetación, con los cuales los agricultores tradicionales han hecho un uso efectivo y eficaz de los ecosistemas locales heterogéneos (Altieri y Hecht 1989, Browder 1989, Gliessman 1990). Sus testimonios demuestran la habilidad única de muchos grupos indígenas para diseñar estrategias sustentables de sobrevivencia en ambientes complejos en un juicio de 100 años largos y lleno de errores.

Puesto que los sistemas agrícolas tradicionales están fuertemente entrelazados con la organización social, los valores, el medio ambiente y la tecnología, las presiones sobre esos componentes presentan una grave amenaza a la sobrevivencia de las poblaciones indígenas y sus estrategias agrícolas.

La modernización ha aumentado las diferencias entre las personas, dando por resultado un aumento en la heterogeneidad en las estrategias campesinas de subsistencia.

La tierra y otros insumos productivos han sido distribuidos en forma dispareja y los grados de integración al mercado y la disponibilidad de empleos fuera de la explotación agrícola varía a través de las regiones (de Janvry et al. 1988, FAO 1988, Gutman 1988). Se pueden identificar dos grupos principales entre los pobres rurales de acuerdo a su acceso a la tierra (FAO 1988): (1) pequeños agricultores, «minifundistas», que manejan propiedades basándose en el trabajo familiar y sólo ocasionalmente buscan oportunidades de empleo fuera de su propio campo. Los minifundios constituyen la mitad de los campos en la agricultura latinoamericana y un 42% de la población rural como promedio; (2) los trabajadores sin tierra tienen acceso limitado o ninguno a la tierra y obtienen sus ingresos de otras fuentes que no son sus propios terrenos. El número de campesinos sin tierra está aumentando constantemente (de Janvry et al. 1989). Adicionalmente, las diferencias de edad y sexo dificultan aún más las estrategias de sobrevivencia hogareña. En años recientes se ha incrementado considerablemente la participación de la mujer en la población rural económicamente activa (FAO 1988). Entre un 15% y un 30% de los hogares rurales tienen como jefe de familia a la mujer. La edad es importante puesto que hombres y mujeres jóvenes entre los 15 y 24 años, con frecuencia no encuentran oportunidades de trabajo en las áreas rurales.

La diversidad ecológica, cultural y socioeconómica se refleja en las diversas estrategias de sobrevivencia empleadas por los rurales pobres. Para acomodar esta heterogeneidad, cualquier enfoque al desarrollo rural en Latinoamérica necesita integrar estrategias tecnológicas y organizaciones flexibles para satisfacer la necesidad de los pobres en las áreas rurales. No es tan sólo el que el campesino latinoamericano sea heterogéneo, también ha sido marginado por la modernización.

Los campesinos sufren de marginalización económica, política, cultural y ecológica.

Las políticas, precios y servicios agrícolas gubernamentales, favorecen a los productores mayoristas. Los intereses campesinos no están adecuadamente representados en el proceso político. Las barreras lingüísticas y étnicas impiden el acceso de la población indígena al sistema social, que es dominado por la cultura mestiza. Los pequeños agricultores han sido conducidos gradualmente a tierras frágiles con grandes limitaciones para la producción agrícola.



Las permanentes inclinaciones socioeconómicas e institucionales contra los pobres rurales, certifican su marginalización política y económica durante las últimas décadas (de Janvry et al. 1988, FAO 1988). En los años sesenta y setenta durante la industrialización, se llevaron a cabo políticas de «comida barata» para subsidiar el desarrollo proveniente de la ciudad. La población rural sirvió principalmente como una gran reserva de mano de obra para el desarrollo industrial con base en la ciudad.

Las políticas que apuntaban al incremento de la producción de productos agrícolas se inclinaron hacia los hacendados agrícolas medianos y grandes. Durante los años 80, las tendencias al incremento en la concentración de tierras y en la disminución del tamaño promedio de las pequeñas explotaciones agrícolas, ha prevalecido. El acceso diferenciado a los créditos, subsidios de producción y consumo, precios garantizados, sistemas de otorgamiento de insumos y bienes públicos cedidos por el gobierno (infraestructura, irrigación, etc.), ha intensificado la dicotomía existente en la estructura agraria. A finales de los años 80, los minifundios ocuparon sólo el 3% del total de la tierra agrícola, aunque abarcaban la mitad de las unidades productivas en la agricultura latinoamericana y el 42% de la población rural. En el desarrollo latinoamericano, el campesinado ha funcionado esencialmente como un «gran sector de refugiados que destaca las fallas en el desarrollo del resto de la economía» (de Janvry et al. 1989).

En América Latina, como en otras partes del mundo, la modernización ha estado asociada con industrias y centros urbanos y con una falta de desarrollo de la sociedad agraria rural, particularmente de las poblaciones indígenas. Las instituciones legales nacionales han sido un mecanismo de marginalización extremadamente eficaz al reforzar el predominio de las normas e intereses urbanos (FAO 1988). La población indígena sufre de una doble discriminación como pobres de áreas rurales y como una cultura apartada de la cultura predominante. La barrera más visible para la integración es la del lenguaje. El conocimiento del pueblo indígena no se ha reconocido como válido por el paradigma científico occidental predominante. En las regiones donde están concentrados los grupos indígenas prevalecen altas tasas de pobreza y alarmantes indicadores de bajos estándares de vida (FAO 1988).

El establecimiento y la imposición de áreas reservadas aún se ven como la mejor manera para resguardar las culturas indígenas y sus agroecosistemas de las fuerzas destructivas de la sociedad moderna, en la que no hay espacio para ellos (LACDE 1990).

La marginalización económica, política y cultural va a menudo de la mano de la marginalización ecológica de los rurales pobres que son erradicados a tierras frágiles marginales (FAO 1988, de Janvry y García 1988). Para esas personas, la pobreza y la degradación ambiental, se fomentan la una a la otra en un proceso de retroalimentación.

En muchas áreas, los agricultores de pocos recursos abandonan sus prácticas sustentables, empujados por la comercialización de la producción agrícola y el dominio de técnicas agrícolas modernas. Pierden el conocimiento y la base de los recursos que sustentó la producción agrícola por siglos. Con frecuencia, los pobres son erradicados a áreas que ecológicamente son inservibles para el cultivo o que son extremadamente frágiles, tales como zonas áridas o regiones con tierras de laderas escarpadas. Debido a la presión económica para sobreutilizar la base de los recursos, estos campesinos caen en un círculo vicioso de daño ecológico del medio ambiente que los mantiene. Mientras actúan racionalmente en relación a los cambios en su condición socioeconómica y/o física, sus acciones inhiben su propia reproducción en el largo plazo.

La marginalización resalta dos aspectos importantes del sector rural en América

Latina. En primer lugar, los campesinos son agricultores de pocos recursos no sólo en un sentido ecológico, sino que también socioeconómico; sus condiciones de vida están sustentadas por algunos recursos económicos, políticos y culturales. Los estabilizadores ecológicos o socioeconómicos que protegen las condiciones de vida campesina de las perturbaciones provocadas por los cambios en su ambiente ecológico y social, son débiles. En segundo lugar, las fuerzas distantes y externas impactan fuertemente y deforman la coevolución local entre el ecosistema y el sistema social, puesto que los campesinos están excluidos de una verdadera participación en los procesos económicos, sociales y culturales que los afectan.

La aparición de las ONGs agroecológicas

Las deficiencias de las estrategias de desarrollo agrícola convencional requieren de un enfoque más amplio hacia el desarrollo rural. En América Latina, las ONGs agroecológicas se han desarrollado centrándose alrededor de un entendimiento agroecológico de los sistemas agrícolas (Tabla 2.3). Aunque muchos proyectos carecen d evaluaciones oficiales, existen sólidas pruebas de que las ONGs han producido y adaptado innovaciones tecnológicas que contribuyen significativamente a mejorar las condiciones de vida de los campesinos (Altieri 1992, Thiele et al. 1993, Bebbington y Thiele 1993). Las innovaciones tecnológicas de las ONGs a menudo han sido restringidas por la carencia de técnicos expertos, forzándolas a buscar la ayuda de otras ONGs, organismos del sector público o manifestándose como deficiencias en los proyectos. Aún así los proyectos agroecológicos han incrementado la seguridad alimenticia de los campesinos, han reforzado la producción de subsistencia, han generado recursos de ingreso y han mejorado la base de los recursos naturales.  Ellas han  logrado estos éxitos con la ayuda de estructuras institucionales innovadoras y de metodologías novedosas para trabajar con comunidades rurales.

Las ONGs agroecológicas han desarrollado un método para la generación y divulgación de la tecnología, que genera nuevos conocimientos y ayuda a adaptar la información técnica a las estrategias de subsistencia campesina. Los objetivos de las ONGs en los programas de investigación y desarrollo, incluyen:
1. El mejoramiento de la producción de alimentos básicos.
2. El uso eficiente de recursos locales y la reducción de insumos externos.
3. El rescate y la reevaluación de sistemas agrícolas indígenas.
4. El incremento de la diversidad de cultivos y animales.
5. El mejoramiento de la base de los recursos naturales (Altieri y Yurjevic 1991).

Las ONGs siguen generalmente un planteamiento integral que combina el desarrollo y la divulgación tecnológica, con otras actividades que apuntan a atacar otros factores que restringen el desarrollo de las condiciones de vida de los campesinos.

Por ejemplo, algunas dan créditos, tratan de fortalecer las capacidades organizativas de los campesinos, exploran las oportunidades de mercado y entregan servicios de salud preventiva.


Desde una perspectiva institucional, las ONGs agroecológicas funcionan como instituciones intermediarias que forjan lazos entre el campesinado, por un lado, y el gobierno e instituciones donantes, por otro. Aunque algunas ONGs trabajan para desarrollar sistemas mejorados de cultivos para la producción comercial la mayoría de las ONGs entregan servicios a campesinos que subsisten pobremente, viviendo en situaciones ecológicas y socioeconómicas muy heterogéneas. Ellas han sido guiadas por un compromiso explícito de participación y fortalecimiento de los pobres en áreas rurales. Con frecuencia las ONGs concitan a la agroecología, su agenda tecnológica y a la participación, como íntimamente conectadas, lo que conduce a un proceso de desarrollo autosustentado basado en la capacidad técnica y organizativa propia de los campesinos. En su trabajo de base, ellas han experimentado con metodologías nuevas de investigación y desarrollo agrícola participativo, combinando investigaciones aplicadas en estaciones de investigación, estudios de campo y difusión tecnológica.

Su proximidad a los beneficiados les ha permitido sensibilizarse ante las necesidades de los pobres de áreas rurales, contratando en forma progresiva a un gran número de profesionales universitarios. Crearon la capacidad para llevar a cabo un trabajo y/o investigación agrícola aplicado en varias regiones de sus países.

Las ONGs promueven sus programas agroecológicos de múltiples formas. Además de suministrar investigaciones agrícolas independientes y proyectos de desarrollo rural, las ONGs agroecológicas divulgan sus tecnologías a otras ONGs y organismos gubernamentales de extensión. Por ejemplo, algunas ONGs entrenan personal de organismos gubernamentales de otras ONGs y paratécnicos de comunidades rurales, los cuales no se encuentran incluidos directamente en sus programas agroecológicos de desarrollo. En algunos países, las ONGs se han convertido en instituciones bastante poderosas e intentan abogar por cambios en las políticas gubernamentales a nivel nacional, regional y local. Trabajan también para influenciar la agenda de investigación de organizaciones agrícolas de investigación nacionales e internacionales, las prioridades de financiamiento de las agencias donantes internacionales y los currículums universitarios. Para estos propósitos y para coordinar actividades de capacitación técnica e investigación, las ONGs han implementado redes nacionales, regionales e internacionales, tales como el acuerdo de Colina en Chile, la red AS-PTA en Brasil y el CLADES en todo América Latina. En respuesta a estos esfuerzos algunos agentes donantes tales como la Interamerican Fundation (EE.UU.)  y el ICFID (Canadá), han reorientado sus prioridades de financiamiento hacia la agroecología. La agroecología también ha llegado hasta las universidades latinoamericanas y a los programas de investigación de los centros de investigación internacionales (Bebbington y Thiele 1993).

La Agroecología en el desarrollo coevolucionista

La heterogeneidad y marginalización de las estrategias de subsistencia de los campesinos desafía cualquier enfoque al desarrollo rural en América Latina. Las ONGs que aplican métodos agroecológicos, han respondido a este desafío con una perspectiva tecnológica que es radicalmente diferente del desarrollo agrícola convencional. Las tecnologías agroecológicas fortalecen los procesos ecológicos autóctonos en vez de pasar por encima de ellos. Las estructuras institucionales que sustentan la investigación y el desarrollo, reenlazan el sistema social al sistema ecológico para permitir la coevolución local. La agroecología inicia el desarrollo agroecológico coevolucionista mediante los siguientes procesos:
1. Conceptualizando la agricultura como un proceso que sigue principios ecológicos, provee nuevos conocimientos sobre el comportamiento y manejo de distintos agroecosistemas.
2. El poder se distribuye en el sistema social a través de las instituciones descentralizadas y de la participación popular.

La tecnología agroecológica es receptiva a la heterogeneidad de las condiciones locales para la agricultura en América Latina. Los agroecólogos buscan dirigir investigaciones sobre los principios ecológicos que gobiernan el campo agrícola. Ellos esperan que las investigaciones sirvan para entregar pautas generales, pero no recomendaciones en detalle, para el diseño y manejo de agroecosistemas. Por ejemplo, realizando estudios de casos sobre el manejo de malezas, los agroecólogos intentan determinar principios ecológicos generales que regulan la dinámica de las malezas y las interacciones de éstas en los agroecosistemas. Los hallazgos ayudan a establecer planteamientos para analizar combinaciones específicas de cultivo/maleza en agroecosistemas locales y para desarrollar directrices flexibles en el diseño de sistemas agrícolas. Los agroecólogos pueden traducir, para cada circunstancia, los principios generales que regulan la dinámica de las malezas en recomendaciones apropiadas para condiciones locales específicas. De esta forma, la investigación agroecológica es capaz de desarrollar y adaptar tecnologías a condiciones ecológicas marginales.

Los agroecólogos reemplazan el predominio de la tecnología extranjera con tecnologías que se adaptan a condiciones ecológicas locales y específicas, así como también a variaciones en el sistema social. La agricultura campesina no se transformará, pero su vialibidad bajo las condiciones políticas y socioeconómicas existentes será mejorada. Así, la agroecología reconoce la dependencia de los objetivos de producción del contexto cultural y socioeconómico específico. En el contexto de campesinos de escasos recursos, esto implica frecuentemente enfatizar la estabilidad y la sustentabilidad de la producción agrícola y la seguridad alimentaria durante todo el año, en la misma forma que se enfatiza la productividad. Los agroecólogos han demostrado la integridad de los sistemas de subsistencia de los campesinos y reconocen sus subsistemas interdependientes (campos de cultivo, huerto, preparación de alimentos, empleos fuera del campo, etc.). Los proyectos integran, frecuentemente, las diferentes etapas de la producción agrícola, apoyando, por ejemplo, a los agricultores en la compra de insumos.

Con frecuencia, los agroecólogos tratan de reducir la dependencia de los campesinos de las fuerzas externas y fortalecer los débiles factores estabilizadores que protejen a los rurales pobres de cambios perjudiciales inherentes a su medio social.

El énfasis agroecológico en el uso de los recursos locales disponibles ayuda a reducir la necesidad de insumos externos controlados por fuerzas externas. Puesto que los campesinos carecen de la red de seguridad institucional para reducir al mínimo el riesgo que proteje a la agricultura comercial, la reducción de éstos se convierte en el objetivo central del diseño agroecológico de un sistema de producción. Por ejemplo, a menudo los agroecólogos recomiendan reemplazar el uso de fertilizantes químicos por fertilizantes orgánicos. Lo han hecho de esta forma por los altos costos monetarios de los productos químicos para los agricultores de escasos recursos. El uso de fertilizantes orgánicos disponibles localmente, aumenta la estabilidad y las condiciones de vida de los campesinos y mejora la productividad de sus tierras en el largo plazo.

Las instituciones agroecológicas protegen los procesos locales contra las fuerzas disociadoras distantes para permitir la coevolución local entre los sistemas sociales y ecológicos. Los campesinos son incorporados al proceso de generación y divulgación de la tecnología. Generalmente las ONGs son pequeñas y entregan una considerable autonomía a las decisiones tomadas a nivel local. Aunque los agroecólogos han formado organizaciones a nivel nacional e internacional, han reconocido explícitamente la necesidad de salvaguardar la receptividad a las circunstancias locales. La cercanía a los beneficiarios, a las actitudes y a las capacidades personales, aseguran la receptividad de los agroecólogos a las necesidades locales mediante flujos de información recíproca y procesos internos de aprendizaje.

La formación de instituciones agroecológicas, acerca más a los diferentes actores que participan en la generación de tecnología y conocimientos. La integración de los procesos de investigación aplicada, ensayos adaptables, divulgación y uso de la tecnología, facilitan procesos de retroalimentación más cercanos entre las diferentes fases de desarrollo y la transferencia de tecnología. Nuevos conocimientos sobre los sistemas agrícolas e información sobre las condiciones locales específicas, se generan mediante una mayor interacción entre agricultores, investigadores y extensionistas.

Los rurales pobres son reconocidos como actores racionales que han formulado estrategias de subsistencia como respuesta a las condiciones ecológicas y sociales que los rodean. Son además considerados como actores claves en la adaptación de tecnología a su situación específica y las ONGs han desarrollado metodologías que facilitan su participación en la investigación y el desarrollo.

La participación de los agricultores se ha convertido en una parte esencial de la investigación agroecológica y de los proyectos en desarrollo. La habilidad de los agricultores es un objetivo explícito en la mayoría de los proyectos. Por lo general, la tecnología agrícola potencializa a los campesinos organizando sus conocimientos agrícolas, mejorando sus habilidades técnicas y fortaleciendo su capacidad para adaptarse a nuevas tecnologías. Además, muchas ONGs hacen hincapié en las tecnologías que fortalecen la capacidad de grupo y capacitan agricultores como paratécnicos.

Por ejemplo, la divulgación de las innovaciones tecnológicas, se basan generalmente en modelos de extensión de agricultor a agricultor.

No obstante, los agroecólogos utilizan dos perspectivas diferentes para la participación de los campesinos en sus proyectos (Sikor 1994). Algunas ONGs buscan que los campesinos se involucren activamente en sus proyectos, dado que la tecnología agroecológica es intensiva en cuanto a la información. Los campesinos participan de ensayos en el campo y los investigadores tienen contacto directo y frecuente con los campesinos participantes. Otras ONGs consideran el desarrollo de la capacidad de los campesinos para adaptar innovaciones tecnológicas muy importantes en la transferencia de nuevas tecnologías. Ellas trabajan principalmente a través de organizaciones locales, dándoles a los campesinos la posibilidad de influir en la distribución de recursos del proyecto. En ambos casos, las ONGs agroecológicas han conectado con éxito el sistema ecológico y social para permitir la coevolución local. La fuerza se redistribuye en el sistema social hacia el nivel local. En el primer caso, sin embargo, las ONGs agroecológicas serán indispensables para el funcionamiento a largo plazo del sistema, requiriendo acuerdos institucionales muy complejos y costosos para sustentar la agricultura campesina. En el segundo caso, las ONGs son cruciales en la creación de un ambiente positivo que permita que se lleve a cabo el fortalecimiento.

A la larga, sin embargo, el poder se redistribuye entre los campesinos, fortaleciendo su capacidad de dirigir la coevolución local entre sistemas ecológicos y sociales, de una manera tal que mantiene la retroalimentación positiva neta entre ambos sistemas a través del tiempo.

Conclusiones

Es ingenuo presumir que si algo falla en la agricultura esto se puede corregir siguiendo su curso actual en forma más rápida o perseguir en forma intensa el paradigma del desarrollo convencional. Tampoco se pueden adaptar los métodos convencionales ya existentes para solucionar los nuevos problemas. Verdaderamente la agroecología es un enfoque diferente al desarrollo agrícola, puesto que está basada en premisas filosóficas más amplias que la agricultura convencional. No rechaza las actuales premisas dominantes, pero sí las modera con formas adicionales de comprender la explotación agrícola e implementando cambios rurales. Más aún, el ser metodológicamente pluralista confronta el hecho de que la lógica múltiple entrega más respuestas y que los juicios experimentales, como la toma de decisiones comunitarias, son necesarios para determinar qué cambios deben introducirse.

Se ha argumentado que un paradigma coevolucionista de desarrollo puede complementar el enfoque agroecológico. Por supuesto otros paradigmas también entregarán discernimientos útiles. No obstante, la fortaleza de los paradigmas coevolucionistas parece identificar alguna de las diferencias claves entre la agroecología y la agricultura convencional. El paradigma ilustra muy fácilmente la manera en que están entrelazados los sistemas ambiental y social, cada uno reflejando al otro, aún más, cada uno cambia en su respuesta al otro. Esto nos ayuda a entender porqué los cambios sociales y ambientales deben producirse al unísono. Demuestra fácilmente porqué los agroecólogos prefieren readaptar los sistemas agrícolas existentes en vez de volver a diseñar radicalmente la agricultura. Más aún, la  perspectiva coevolucionista da legitimidad al conocimiento de los agricultores y ayuda a explicar el porqué deben incluirse en los cambios propuestos para ayudarlos.

Las tecnologías e instituciones que utilizan un enfoque agroecológico poseen un potencial significativo para resolver los problemas de la pobreza rural, inseguridad alimentaria y deterioro ambiental. Mientras gran parte del éxito de la agroecología ha ocurrido en los países en desarrollo, muchos de los mismos problemas ocurren en los países desarrollados, donde un enfoque agroecológico también debiera sustentar comunidades rurales.

Las ONGs Latinoamericanas aplicando métodos agroecológicos, han desarrollado un nuevo enfoque para la generación de tecnologías al desarrollo rural, facilitando el desarrollo coevolucionista. Las ONGs han actuado dentro de directrices políticas y socioeconómicas dadas, caracterizadas por la superioridad política de los grupos sociales urbanos, la fuerte dependencia de la región con la producción industrial, la ausencia de una distribución eficaz de tierras, los subsidios para los insumos agrícolas basados en combustibles fósiles y por el acceso limitado de los campesinos a los recursos políticos y económicos. Bajo estas condiciones, las técnicas de bajos insumos externos han probado ser en muchas circunstancias económicas, sociales, culturales y ecológicas, más apropiadas para aquellos agricultores que no han sido beneficiados por la agricultura convencional. Más aún, el enfoque agroecológico podría reemplazar parcial o totalmente a la agricultura convencional, dadas sus ventajas culturales y ecológicas.


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